El fenómeno migratorio es un factor que conlleva la consecución de muchos elementos psicosociales que se deben comprender, porque la partida de un ser querido en busca de mejores condiciones de vida y futuro para sí mismo y para los suyos, conlleva un cúmulo de aspectos como la renuncia, la ausencia, el desplazamiento y el exilio, así como la desterritorialización y territorialización de la cultura y del ser en sí, y Bolivia ha sufrido este fenómeno con características especiales.
En nuestra historia reciente se han tenido, por lo menos, tres grandes oleadas migratorias hacia la Argentina, un país que ha cobijado a gran parte de compatriotas. Este éxodo coincidió con los tres momentos de pujanza económica que ha tenido aquel país. En los años setenta, mucha gente se fue a trabajar en la agropecuaria (zafras), por entonces el país austral gozaba del mérito de ser el granero y granja de Sudamérica. En los ochenta, el auge y repunte de las construcciones por el crecimiento urbano bonaerense y rioplatense ha exigido de braceros asequibles. En los noventa y primera década del nuevo siglo, Argentina ha exigido el trabajo en la costura y confección, la moda de la ropa fue otro componente económico que ha dado “laburo” a millones de bolivianos. Lo sobresaliente en estas tres migraciones al país vecino fue el famoso “currículum vitae” del boliviano, de ser, humilde, callado, sumiso y trabajador.
Como es sabido, los destierros y desplazamientos de nuestros familiares han tomado otros destinos, como es el caso de España, que con su entrada a la Unión Europea ha proporcionado trabajo a los “sudacas” o sudamericanos que llegaron a trabajar en tres rubros también definidos que, coincidentemente, son parecidos a los ofrecidos en la Argentina: la construcción, y la agroindustria, con el aditamento de otras labores mínimas y de minucias, como servicios domésticos, niñeras en hogares y guarderías, “tatas” o cuidadores de ancianos, mucamas y botones en hoteles de lujo y personal de limpieza en los centros oficinescos burocráticos de las grandes capitales. España fue la puerta abierta a la vieja Europa que hasta ahora ofrece ocupación con remuneración fácil, pero con exigencias duras de visas y pasaportes condicionados.
La merma de trabajo y el “paro” en España ha provocado que los migrantes bolivianos enfoquen su interés en Brasil (“o país mais grande do mundo”), grande en territorio y gigantesco en demandas de consumo. El despegue acelerado de su economía ha posibilitado la oferta laboral para cariocas y no cariocas, que han sido instalados en fábricas descomunales, en mega construcciones y en múltiples servicios de turismo. Brasil, con su agresivo interés de instalarse en el “top seven” de las economías del planeta tiene el Mundial de Fútbol 2014 y las Olimpiadas 2016, por tanto aceptó desde hace algunos años el reto de inversión financiera en todos los rubros.
Otro destino cercano para encontrar trabajo ha sido Chile, país que se precia de tener una economía saneada y de crecimiento invariable, ha proporcionado calidad de vida exclusiva a sus ciudadanos y, por tanto, mucha de nuestra gente ha viajado al país trasandino para beneficiarse de su apogeo. Nuestros coterráneos llegan a las ciudades portuarias del norte a trabajar como estibadores y ayudantes; o prefieren internarse en los campamentos mineros de metales y no metales, para terminar en Santiago, Viña del Mar y Valparaíso como empleadas y empleados domésticos en casas y supermercados, para luego seguir hacia el sur y trabajar en las plantaciones de frutas y verduras.
Estados Unidos ha sido desde siempre el destino de los migrantes globales, y a los nuestros, y de otros países (los latinos), les ha tocado trabajar en todo y todo el tiempo, porque en ese país “the time is money” (el tiempo es dinero). Aunque muchos de nuestros migrantes han pasado de ser “serviciales públicos” a ser servidores públicos por su carácter de lucha y superación, de formación y estudios profesionales en las universidades de la Unión.
Estas son las más notorias vivencias de los migrantes transnacionales en la era de la globalización. Muchos han transitado con éxito y sin él, por los países citados, dejando en el tiempo y el espacio el significado de la migración, que se muestra como ausencia y destierro, porque detrás de un viaje en avión con visa, en flota cosmopolita y tren de alta velocidad hay expatriación, desarraigo y soledad en el que se va y en el que se queda.
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