Miercoles 14 de mayo de 2014

ver hoy





























































Cuando los pueblos aprendieron a determinar su destino, desde la Mesopotamia de hace casi 6 milenios, no lo pensaron mucho, simplemente afrontaron las consecuencias de su decisión: responder por sus derechos. Mucho después, el liberalismo inglés nos habla de democracia y las culturas anteriores a la supuesta invasión española nos dicen que había que librar a los seres humanos de su ignorancia religiosa basada en el exterminio sistemático, los aztecas lo ratifican. Unos y otros se basaban en prejuicios criminales. Es necesario hablar de conceptos: ¿Qué es cultura? y ¿qué es ignorancia? La cultura implica fundamentalmente trato humano cariñoso y la ignorancia desconocimiento de los hechos. Algo muy difícil de discernir, pero en los términos de lo que significa la transcripción de un sistema boliviano, la manipulación de la cartografía electoral es muy clara. Un reglamento, impuesto o consensuado, al final es el tema que se debe debatir, y vale hablar críticamente de los presupuestos de esta democracia y de su justificación, de sus premisas y consecuencias.
Desde Demócrito se pensó que la libertad de expresarse era, aunque no lo dijo tan expresamente, solamente en símbolo, la decisión soberana, o sea la posibilidad de definir el destino de un pueblo. A partir de este hecho identitario, rebelde por esencia y carne, llegó la “historia de la sublevación”. Así los galos se enfrentaron a Roma, los chinos se confrontaron con los mongoles y los indios afrontaron la tragedia de su sumisión milenaria, y los mestizos latinoamericanos destruyeron a todo un imperio, el español. Son muchos los ejemplos de plantar cara a la barbarie. Cuando los armenios se enfrentaron al genocidio turco de 1916, solamente pensaron en su autodeterminación, reconocida por Lenin en 1917, ¿pero cuánto costó este proceso? 10 millones de personas.