La salud pública boliviana se dirige al colapso total
12 may 2014
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
La salud pública boliviana pasa por un periodo signado por una profunda incertidumbre, graves probabilidades de futuras dificultades y una seria falta de sostenibilidad humana, tecnológica y, especialmente, institucional. A la ya dramática situación de la cajas de salud, especialmente la nacional, ahora se suman las desastrosas decisiones en torno al destino del seguro universal gratuito (SUMI y SSPAM) que, hasta la promulgación de una nueva ley de seguro integral de salud y a pesar de sus serias carencias, atendía de manera más o menos regular a tres sectores de la población: mujeres embarazadas, niñas y niños hasta los cinco años y adultos mayores a partir de los 60 años.
La nueva ley ha sido preparada y promulgada de manera improvisada sin tomar en cuenta factores realmente importantes como la existencia de recursos humanos suficientemente capacitados, infraestructura, equipamiento y provisión de insumos médicos y de servicios adicionales. Además, esta norma no ha sido suficientemente socializada y se ha hecho conocer públicamente de manera prematura, obviando elementos tan importantes como señalar claramente la fecha de su inicio de implementación en el sistema y aclarando en qué consistiría su necesario periodo de transición para evitar decisiones apresuradas en los centros de salud y hospitalarios de los distintos niveles en que están clasificados, provocando cuellos de botella que han afectado y afectan a pacientes con problemas severos, los que se enfrentan al desconocimiento sobre la nueva temática procedimental de muchos funcionarios y profesionales de dichas dependencias, quienes de manera involuntaria ponen en riesgo la salud y la vida de pacientes, especialmente de los más débiles.
Si el antiguo sistema de atención gratuita era extremadamente vulnerable por su capacidad logística y humana, lo es más aún el nuevo, el que ha crecido en lo que significa el universo de pacientes, ya que debe ocuparse adicionalmente de mujeres en edad fértil y de discapacitados. Y no es un problema de recursos financieros. Que los hay, al menos por ahora, es cierto. Lo que no se ha tomado en cuenta de manera responsable, algo muy común en los parlamentarios que apuran leyes al calor del proselitismo político y no piensan en las consecuencias de sus actos, es que la logística tiene un carácter sumamente importante tanto en la paz como en la guerra y a su falta de comprensión se deben las derrotas políticas y militares.
Y la pregunta que nos hacemos es elemental: ¿Por qué no se previó un periodo suficiente de implementación de infraestructura hospitalaria con su correspondiente equipamiento y la contratación y capacitación de profesionales de la salud, antes de poner en vigencia la malhadada ley y su reglamento? Por lo visto los mal llamados “padres de la Patria” ni siquiera pensaron en eso, lo que demuestra que continúan en su borrachera de poder desde las últimas elecciones y empiezan a preocuparse por los resultados de las nuevas en una suerte de “demagogia electorera criminal”.
Los parlamentarios bolivianos, en su gran mayoría, viven muy lejos de la realidad de un pueblo que los eligió más para mal que para bien, sin querer entender u obviar la forma de funcionamiento de los niveles de atención de la salud. El primer nivel del sistema de salud pública es absolutamente precario y solamente desarrolla actividades muy primarias de atención general en dependencias estrechas, carentes de prácticamente todo lo necesario y casi exclusivamente distribuyen placebos disfrazados de medicamentos. El segundo nivel cuenta con pocas unidades en todo el país. Y las de los otros niveles superiores son abiertamente frágiles ante la demanda. Cuba, que es un país con graves dificultades económicas y con una población casi similar a la boliviana, tiene una suma de 500 policlínicos, muy superiores en calidad y equipamiento a los hospitales de segundo nivel de Bolivia, además de su excelente sistema del “médico familiar”.
Nada raro sería que el sistema de salud gratuito se universalice por completo al calor de los intereses políticos, dañándolo gravemente y haciéndolo colapsar por su saturación extrema. Otra cosa no se puede esperar de gobernantes insensibles a las carencias y necesidades de la población que proclaman a voces defender. Bolivia no se convertirá en un país desarrollado solamente con discursos mediáticos y publicación de cifras de crecimiento del Producto Interno Bruto y de las reservas internacionales o la propaganda mentirosa del crecimiento del empleo y de la clase media.
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