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Domingo 11 de mayo de 2014

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Cultural El Duende

Jorge Ordenes Lavadenz

La adversidad en la novelística de Alcides Arguedas, vívida y vigente

11 may 2014

“La narrativa del pensador boliviano Alcides Arguedas Díaz viene a ser un llamado al orden y a la legalidad, sobre todo con respecto al Artículo 7 de la Constitución Política del Estado -que, entre otras cosas, estipula el derecho a una remuneración justa por el trabajo realizado. Las novelas de Arguedas son también un pedido simbólico a los bolivianos a dejar de jugar a tener un país, y un postulado doloroso de edificación de Bolivia lanzado desde un positivismo social crítico en boga en América durante las primeras décadas del siglo veinte” (Jorge Ordenes Lavadenz - Académico de la Lengua)

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Primera de 10 partes

En muchos sentidos, la obra de Arguedas es un llamado vigente, ahora en los años enfilados al dos mil. Es vigente porque el campesino todavía está sumido en el atraso, sufre el peor índice de mortalidad infantil del continente, y sus hijas continúan llenando las mal pagadas vacantes de puestos de servidumbre en las ciudades, contribuyendo así a que la clase urbana pobre crezca. La clase urbana menos pobre en su conjunto exhibe poca capacidad de despegue moral, en un statu quo repleto de gente presupuestívora que ejerce su oficio en un medio carente de un poder judicial que haga respetar el contrato y la propiedad, amén de otros derechos constitucionales; mientras los ricos bolivianos saborean su condición de primer mundistas en nuestro tercer mundo:

“Lo cierto es que Arguedas hacía blanco de sus ataques a poderosos intereses creados”. (1)

Arguedas nace en La Paz, el 16 de julio de 1879, época en que la hija predilecta de Simón Bolívar sangra debido a su incapacidad de mantenerse territorialmente íntegra. Arguedas es corresponsal de El Comercio en 1898; se gradúa de abogado en 1903; viaja a Francia y Suiza en 1904; se casa con Laura Tapia y viaja nuevamente a París como segundo secretario de la legación de Bolivia en 1910; luego de un tiempo en Buenos Aires, renuncia a la diplomacia en 1913; es elegido diputado nacional por el partido liberal en 1916; es suspendido por la misma cámara en 1918; es delegado de Bolivia en la firma del Tratado de Versalles y concurre a la iniciación de la Liga de las Naciones en 1918; se lo nombra cónsul general en París en 1922, y en el barco que lo lleva a Europa conoce a Gabriela Mistral; adquiere una casa-quinta en Couilly Seine sur Marne, muy cerca a París, en 1924; una encuesta lo declara el autor más leído de Bolivia en 1927; es nombrado ministro en Colombia, pero se lo suspende por sus críticas al presidente Hernando Siles en 1929; es nombrado cónsul general en París en 1930, de donde regresa cuatro años más tarde; el19 de noviembre de 1935 muere su esposa; es víctima de una desafortunada agresión por parte del entonces presidente de la república, Germán Bush, en 1938; es elegido jefe del partido liberal y sale senador por La Paz, y luego se lo nombra ministro de agricultura, en 1940; es nombrado ministro de Bolivia en Venezuela en 1941; regresa a Bolivia y viaja a Buenos Aires por razones de salud en 1944; muere en Chulumani en 6 de mayo de 1946, unos meses antes de que se pendiese de un farol de la Plaza Murillo de la ciudad de La Paz, al presidente de la República. (2)

A fin de situar la contribución de Arguedas a la literatura en torno al indio y su condición histórico-socio-política, cabe decir que la literatura indianista, predecesora de la indigenista, “parece haberse iniciado en Cuba como protesta contra la esclavitud con Francisco, de Anselmo Suárez,”(3) escrita hacia 1838 y publicada en 1888. Gertrudiz Gómez de Avellaneda, en su novela Guatimozín (1846) establece la utilización romántica del tema, aunque la evocación del México de Moctezuma es exótica. Parece que el punto de partida del tema indianista con fondo sociológico se da en la novela poemática Cumandá (1871), del ecuatoriano Juan León de Mera, donde el recurso del alzamiento indígena, si bien venía germinándose desde la rebelión de Enriquillo, no se había manifestado con el encono de los jíbaros de Cumandá. De corte social es la novela Aves sin nido (1889), de la prosista peruana Clorinda Matto de Turner. Sin dejar de ser romántica, esta novela señala la transición hacia la novela indigenista propiamente dicha que se escribió después de 1890. En Bolivia, cabe destacar el notable y pionero ensayo de reclamo sociológico en favor del indio del oriente boliviano: Informe que eleva al ministerio de guerra el delegado nacional en el Territorio de Colonias, Rodolfo Araúz, publicado en La Paz en 1912. En este reclamo Araúz presenta, en estilo literario, una serie de proyectos para mejorar la condición del indio boliviano. Todos ellos influenciaron la novela Raza de bronce (1919), que inicia la novela indigenista de contenido sociológico-político de América, y precede lo que vino a llamarse la novela de compromiso sociopolítico de los años 70: Arguedas se mostró “enérgico determinante de la cruda vivacidad de su obra poligráfica, de ensayista, historiador, periodista y valioso narrador imaginativo”. (4)

A través de su narrativa, y también su obra ensayística, Arguedas aparece azarosamente solitario, mesiánico, itinerante; predicando su visión de testigo de un período brutal y fatídico en la historia del país. Hombre enamorado de las letras, se educó y autocultivó; afán que lo condujo a estudiar la historia de Bolivia; a calar, catar y tasar el pensar y el proceder del boliviano. Optó por el punto de vista de su época: positivista, sociológico, moralizante; y habló y escribió, hasta de razas, sobre todo en su ensayo Pueblo enfermo (1909). Era la época de Wilhelm Schafer, Hipólito Taine, Gustavo Le Bon, Ramiro de Maeztu, Carlos Octavio Bunge, César Zumeta, José Ingenieros, Macías Picavea, Ángel Ganivet y otros científicos de la sociología. Sus novelas Pisagua (1903), Vida criolla (1912), y Raza de bronce (1919), cuyo germen fue Wata wara (1904), también se dan desde el punto de vista sociológico. Tres novelas que cumplen, quizá mejor que Pueblo enfermo, por su realismo naturalista y cadencia estética, la tarea de contextualización de una crítica que, a manera de cruzada, se autoasigna Arguedas.

Aparte del relato realista, la protesta en las novelas de Arguedas se da por medio de la contextualización de símbolos cromáticos, sinestésicos, impresionistas, expresionistas y hasta esperpénticos. El repetido paisaje gris y nublado, las tormentas vallunas, los perros raquíticos, las aguas sedientas de sangre, el lodo, la flora y la fauna hostiles, el hombre y sus creencias, son símbolos realista-naturalistas de una circunstancia difícil, boliviana, que duele al autor; son paradigmas fenoménicos de la enfermedad que aqueja al país. Enfermedad causada por los bolivianos y sus manías que Arguedas expone. Su deseo es plantearla, iluminarla, de modo que, al vislumbrarla, el mismo boliviano indio y no-indio procure tomarla en serio para erradicarla en bien de todos. Su didascalia da cuenta de la barbarie en busca de la civilización. Para Arguedas civilizar es identificar, aislar y plantear el desvalor; destacar los valores, transar, acordar, edificar con entendimiento, sentido de propósito y equidad. Su planteo, en mi opinión, es edificante, y, en muchos sentidos, repito, vigente. “El tono sombrío y negativo de la crítica de Arguedas, ambos muy exacerbados, le han valido la acusación injusta de antipatriótico, cuando en verdad lo que tiene es un pesimismo que nace de su honda y dolorosa preocupación por la enfermedad que cree haber descubierto en su pueblo”. (5)

No es malo el boliviano, diría Arguedas: mala es su actitud “cholesca” (o sea actitud destructiva por sus dosis de envidia, malicia, incumplimiento e ignorancia), fruto de una sicología acomplejada que cunde tanto en el “blanco” como en el mestizo y el indio, según Arguedas. Pero vayamos por partes.

Para efectos de este trabajo he estructurado la contextualización de Arguedas en tres partes, según aparecen en Pisagua, Vida criolla y Raza de bronce: el contexto del medio (rural y urbano), el contexto del hombre boliviano (el indio y en no-indio), y el contexto sicológico (el indio y el nooindio).

I. EL MEDIO

1. El fondo de tierra

Arguedas contextualiza la condición de víctima del indio boliviano. El “Tata” viene a ser, el hombre “blanco”, o el mestizo explotador, hacendado, opresor y detentador del poder político y social del país. El paisaje gris y triste, las características amedrentadoras de la topografía del collao, los ríos, el mar, la fauna, la flora, connotan esa desigual, legendaria e injusta pugna entre hombres, ahora bolivianos, desorientados por su interesada –y éticamente desvirtuada– interpretación de la historia. Así, Arguedas, sabiendo que al desvirtuar la historia se altera el presente y se perjudica el porvenir, ensombrece a sabiendas el fondo telúrico, el medio ambiente de su novelística, en busca de la contextualización de su crítica del boliviano. Raza de bronce empieza así:

El rojo dominaba en el paisaje. Fulgía el lago como un ascua a los reflejos del sol muriente. V, tintas en rosa, se destacaban las nevadas crestas de la cordillera por detrás de los cerros grises que enmarcan al Titicaca poniendo blanco festón a su cima angulosa y resquebrada, donde se deshacían los restos de nieve que recientes tormentas acumularon en sus oquedades. (6)

Continuará

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