Mario D. Ríos Gastelú. Oruro. Escritor, periodista y crítico de arte. Recientemente ha sido
distinguido con el “Premio Nacional de Gestión Cultural Gunnar Mendoza” (2014).
Es autor de “Creadores de luz, espacio y forma” (1998); coautor de “Propuestas y tendencias
del arte boliviano a fines del milenio” (2002); “La sombra del buicolizor” (novela-2004)
El poemas que aparece a continuación forma parte de su libro “Volver en verso” (2007).
¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...
Volver en verso (16)
En el siglo de los conquistadores
estoy solo
soledad que multiplica mis virtudes
o acentúa mis vicios
frente a mí un enorme espejo hídrico
con apariencia de pequeño golfo
fugazmente refleja
rosadas nubes viajeras
y por un instante / una rama inclinada
entre los tallos se ven siluetas
de cazadores en pos de comida
yo me atengo a la prudencia
en mi choza de bambúes
en el declive del día
salgo a pescar sin redes ni arpones
si el amor es la manifestación del soñar
imagino estremecimientos de mi sangre
y latidos en mi piel lacerada de culpas
ahora que las vírgenes se visten de encajes
con la espuma de los ríos caudalosos
dejo los estrechos recovecos
ante la proximidad del amor
pues la luz del día licua la neblina
y vienen clareando entre los troncos
las figuras de hermosas amazonas
con la luz de lejanía en sus pupilas
vertical ilumina el sol
de las doncellas el rostro
Alhucema detiene el caballo
ella parece llegada en el carro de sol
guiado por Apolo
contempla el descenso del río
dorando las piedras
gemas codiciadas por extraños caballeros
de pecho cubierto por cueros
camina cimbreante sobre las chontas
de nueves claveteadas / aproximándose al sándalo / que perfuma mi sombra
sus cabellos de dorado viento
su piel / beso de la espiga / sus labios
vino rosa en la sonrisa
el horizonte retaceado
por los bambúes trepadores
cambia sus matices
en la maraña de la selva
precipitándose en vértigo
el ocaso vespertino
envuelto en plumajes de guacamayos
las luciérnagas iluminan
los nocheros cantos del manantial
tomados de las manos
caminamos por estrechos senderos
rumbo a mi choza protegida
por un árbol de nuez de Pará
la garza real levanta su vuelo
papagayos y loros / alborotan las ramas
cuadrumanos ensayan sus muecas
croa el sapo anunciando su boda
los más bellos trinos
en escalas musicales
inundan la selva en un concierto
de voces sinfónicas
en ondulante movimiento
se cubren las hojas secas
nuestros cuerpos ardientes
en la inmensidad del tálamo selvático
intermitentemente iluminado
por la circular luz de los ojos del búho
el melodioso silbo del viento
secunda nuestro propio ritmo
pausado / cadencioso / acelerado
adormecido
el rumor del bosque arrulla la noche
inesperadamente llega el silencio
el embrujo
en lo más alto de un milenario árbol
gorjea la garganta de oro del uirapurú
callan las voces del reino de la selva
transformándose en auditorio
del pájaro concertante y hechicero
ni las cítaras / ni las arpas / ni las violas
ni instrumentos alguno
se comparan a los trinos
cantos / gorgoritos / del ave agorera
¿será la reencarnación de Orfeo?
acordes con sonoridad de órgano
enlazan el contrapunto
de un trino sincopado y flexible
ondulante / con un bordado de arpegios románticos / cautivantes
hasta el gorjeo final
apagándose la intensidad del sonido
en una escala descendente
el alba anuncia el rumor del trabajo
ya voló el hechicero de la selva
las amazonas despiertan entre el follaje
roseado de espumas
tras la ofrenda a Venus
hay un aroma embriagador
de cuerpos transpirados
relinchos y voces confundidas
perdiéndose a la vera del río
es el adiós de Alhucema
es mi adiós de Alhucema
el brillo de las cabelleras
matizan el día
hasta confundirse en el horizonte
libres / seguirán el rumbo de los ríos
tras dejar el Amazonas
son recuerdos del siglo
de los jinetes con dos cabezas
y seis patas / los corceles negros
los halcones / las gaviotas
las pirañas / y el rococó violonchelista
regreso a mi choza
a la hierba donde Alhucema
relajó su cuerpo
al lecho con fragancias de la entrega
a las hojas entibiadas por la piel sedienta
al perfume de su amor fugaz
junto a la ventana de la enredadera
el vaivén de la hamaca / da claridad y penumbra / a los cazadores de luceros
desde allí se contempla
el panorama de los irupés
flotando en la orilla del río
de peces carnívoros
es mi mundo ilusorio en la Amazonia
donde vuela el halcón
tras la gaviota aturdida
donde duerme saciada la boa
donde se esconde en asecho el jaguar
yo Euclides Arantes
el cauchero selvático
apoyo los codos
en el horizontal de la ventana
antes de visitarme la noche
gusto contemplar en el sosiego de la tarde
como el crepúsculo hambriento
se tragará el monte de la rana loca
y cómo la noche encenderá allí
millones de luces coloradas
ya veo el cielo nocturnal
en enjambre de insectos vocalista
entona de monumental Sinfonía de los mil
como un réquiem melodioso
destinado al tapete de plumas
flotando sobre el río de las palometas
vuelvo a recostarme sobre la hierba
imagina a Alhucema
preguntándole en mi lenguaje
¿quieres venir conmigo?
un murmullo de alas
distrae mi alucinación
asomo los ojos a las fisuras de la puerta
alumbradas por altas estrellas
y veo dos cuerpos
allí están Selva y Kelly
tendidas sobre un piso de pétalos
de una descuajada Victoria Regia
aroma de sudorosos cuerpos
en el claroscuro de la noche
escucho risas y susurros
palabras en tono menor
suspiros que interrumpen los arpegios
altisonantes del cuarteto de autillo
al besar la aurora lo alto de las cañas
Kelly y Selva
juntas cabalgan una yegua blanca
llevándose en las ancas
el recuerdo de la noche encantada
su adiós es tardío
se van las últimas amazonas
me encuentro en lo mío
en mi choza tejida de ilusiones
donde inmóvil vuelvo a dormir
cubierto de flores
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.