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Domingo 11 de mayo de 2014

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Cultural El Duende

Comité de Escritoras del PEN BOLIVIA

¡Basta!

11 may 2014

“¡Basta!” es una antología (2014) que no lleva claveles blancos, sino más bien rojos, teñidos de sangre. Pero quisiéramos que un día, las mujeres, no escribamos más sobre los claves rojos y entreguemos como las niñas del colegio Bolívar, claveles blancos a todos los que todavía nos excluyen” (Gaby Vallejo Canedo). A continuación una muestra de cuatro de sus integrantes.

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CALLA Y COME

Yo le digo que mejor comamos el platillo de habas que he preparado y todavía está caliente, pero mi cuello roto, caído a la derecha, ora a la izquierda, desdibuja mis palabras; ni yo las entiendo. Me ma jor jora, me me mejor comi come comas puntos guiones itálicas mayúsculas, no, no, coma comamos. Mi boca se ha ido quién sabe a dónde. ¡Vuelve!, pienso, y me sale “¡vuela!”… el platillo que todavía está caliente. Miento, miente mi boca, yo quería decir “todavía medio caliente”. Cuidado, zona de peligro, la boca sólo emite palabras correctas “pasa, mi amor”, “no te enojes, todo está bien”. Callar y escribir, eso queda

Virginia Ayllón. Poeta, narradora y crítica literaria

SU HAZAÑA FINAL

No sabe cuánto tiempo transcurrió. Le duele todo el cuerpo… No puede hablar. Oye voces suaves a su alrededor. Apenas puede abrir y cerrar los ojos con mucha dificultad, se da cuenta que tiene tubos por todas partes.

Ahí está él, su esposo, recibiendo palabras de solidaridad de muchas personas y las muestras de aprecio por ella. A todos responde con un ¡Gracias! Comprometido y hasta humilde, parece muy sincero.

Ella escucha absorta cómo ese monstruo relata “El accidente”. –Resbaló en la primera grada y rodó hasta abajo! ¡Qué desgracia! No pudo agarrarse de la baranda! ¡No pudimos hacer nada!

¡Mentiraaaaa!!!! –Grita ella, con todas las fuerzas de su ser. La voz no sale de su garganta, se ahoga. Ella quería gritar su verdad, contar a todos cómo él la pegó salvajemente y recuerda que huía para escapar de la brutal golpiza y él, la empujó por las gradas.

De pronto, las voces se tornan más suaves, los objetos de su alrededor se pierden entre las brumas, su cuerpo se torna más ligero… Ya no duele. Y al fondo percibe un luminoso haz de luz.

Soledad Barrios Chumacero.

Miembro de IBBY Bolivia.

LAS PUNTAS DE TUS SENOS

Para que las otras mujeres sepan, para que no haya más mujeres como tú, para que ninguna más se atreva, para que aprendan de este cuerpo que se va desangrando, para escarmiento de todas las putas como tú, para ejemplo, para muestra de cuánto puede un hombre traicionado, dejo que siga corriendo tu sangre delante de mí. No te salvaron los gritos. No te salvará la palidez que viene, ni tu boca muda ahora, después cortando sólo las puntas de tus senos que besó y chupó el desgraciado.

Gaby Vallejo Canedo. Académica de la Lengua

UN HERMANO EN MI VIENTRE

Cuando sus ojos todavía rebasaban la inocencia de su alma, Francisca caminaba descalza por el sendero angosto entre frondosos árboles. Taciturna y cabizbaja llegaba a su pequeño hogar sin ganas de entrar para no mirar de frente a su madre.

Sus tambaleantes pasos la condujeron al altivo faro vecino apagado por un dolor. Subió sus escaleras hasta la cima para preguntarle a Dios: “¿Por qué a mí Dios mío?”

Eustaquio llegó a la casa, vio a su mujer envuelta en un llanto desconsolado y con el demonio en los ojos corrió al faro hasta encontrar a su hija Francisca para increparle, provocando su brutal precipitación. Ella encontró la muerte instantánea.

Impune volvió a su mujer murmurando: “No fue mi culpa, fue un accidente… Ella no debía contarte”

“Y ¡¿Qué es lo que no debía contarme?!”

Judith Ustáriz Arandia.

Miembro del PEN Internacional filial Bolivia

LA ANTORCHA

Despertó angustiada. Entreabrió los ojos y percibió por la estrecha abertura de la puerta, a lo lejos, una luz brillante, chillona, aunque apenas aparecida se apagara. ¿Qué fulgor sería ese? De pronto sintió un agudo dolor en el pecho, muy agudo si, algo semejante a un estilete que le hubiese penetrado hondo muy hondo por el costado. ¿Qué era esa sustancia que le recorría el cuerpo como una especie de maléfico cosquilleo? Palpó su piel y sintió que se trataba de un líquido espeso, pegajoso adherido a las puntas de los dedos de las manos… De pronto corría y corría despavorida, aplastando, o a veces estrellándose contra la espesa y tenaz maleza que debía doblegar para huir… un lanzazo, uno sólo pero brutal la atravesó entera…

***

Demasiado escueta la noticia daba cuenta de la desaparición de la expedición que en busca de El Dorado partiera tiempo atrás. Se sospecha que en esta región habitan los indios siricunos antropofágicos. Dadas las circunstancias se suspende toda búsqueda.

***

Sólo entonces aterrada advirtió que la terrible luz venía de las antorchas… Eran las antorchas.

Geogette Canedo de Camacho.

Académica de la Lengua.

LA FELPA DE TU PIEL

“Qué quería su señoría/ man/ dun/ dirun/ dan”

Me voy lejos, retrocedo. Aquí, distante, este cuerpo de hojarasca, allá, cercano, aquel cuerpo de piel de felpa.

“Yo quería una de sus hijas mandun/ dirun,/ dan”

Los de mi casa dicen que ya no debo jugar con muñecas, que soy grande, que a mis diez años debo ocuparme de otras cosas.

Este lugar me gusta más que los otros. Es lindo. Estamos solitas mi muñeca y yo. La verdad es que tenemos un poco de miedo. Sólo quiero jugar a la mamá que baña a su bebé en esta bañera larga que es la acequia.

Él la está mirando. Sabe que está tierna y fresca. Avanza. Quiere probar el sabor de su piel de felpa.

“A ésta escojo por bonita / por graciosa y por mujer”

Ella siente frío. Fuerza, fuerza. Aquello que insiste, aquello que empuja.

Todo ha acabado. Ella ha envejecido.

Rosario Quiroga de Urquieta.

Ensayista, narradora y poeta.

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