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Domingo 11 de mayo de 2014

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Cultural El Duende

El Diario de Ana Frank

11 may 2014

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Ana Frank nace en la ciudad de Frankfurt-Alemania, en fecha 12 de junio de 1929, cuando nada hacía presentir el tiempo de violencia y lucha fratricida que se desencadenara una década después. Adolfo Hitler asume el poder y empieza a perseguir a los judíos, hecho ante el cual los padres de Ana y de su hermana mayor Margot, resuelven trasladarse a Amsterdan, población que al momento ofrece seguridad y garantías para el trabajo.

En 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial y un año después el ejército alemán invade Holanda, el lugar elegido por Otto Frank y su esposa Edith. La política antisemita del régimen limita cada vez más con creciente rigor la vida de los judíos; por lo que los Frank, ante una citación de la policía secreta, dejan su vivienda y se refugian en habitaciones traseras y aisladas en un inmueble donde el jefe de familia, como accionista de una firma, tiene oficinas comerciales.

A Ana le obsequian una agenda en la que esta adolescente de trece años de edad relata las vicisitudes de su existencia y las penalidades que habría de sufrir su familia y los judíos en general durante la conmoción bélica, a causa de su origen. En esta especie de diario registra el nombre de Kitty, supuesta amiga, y escribe bajo la modalidad de cartas, constituyendo a la postre un valioso testimonio vital y un cuadro negro del nazismo que sembró de luto y dolor a la humanidad entera. El diario abarca del 12 de junio de 1942 –día de su cumpleaños y del regalo de la agenda– al 10 de agosto de 1944, vale decir poco más de dos años.

En una de las páginas del diario se lee: “Los judíos deben traer una cruz sobre su brazo para distinguirse, no deben usar bicicletas, no deben circular libremente, ni viajar en auto ni en privado, sólo de 3 a 5 de la tarde se harán las compras, entre las 8 de la noche y las 6 de la mañana no se podrá andar en la calle…”

No obstante de la vigencia de semejantes normas, al evocar los años pasados en Amsterdan la joven-niña autora cuenta que su vida era bendita, pues tenía admiradores en cada esquina, una veintena de amigas y era la favorita de sus profesores. “Yo era un flirt incorregible, coqueta y divertida”, apunta. Pero tras la monotonía de su encierro y de las mil limitaciones que la vida le impone, se pregunta: ¿Qué queda de aquella muchacha? Ahora miro las cosas de frente y estudio, “aquel periodo de mi vida acabó irrevocablemente. Los años de escuela, su tranquilidad y su despreocupación, nunca más volverán”.

Acerca de sus gustos refiere que antes jugaba ping-pong, tomaba helados con sus amigos y conversaba en clases, al extremo que un profesor le dio la tarea de desarrollar un trabajo titulado “La charlatana”, que ella escribió en tres páginas para concluir en que la charla excesiva es un defecto femenino y hereditario, porque su madre conversa mucho; sus preferencias por la mitología griega y romana, la asignatura de historia y los libros prestados de la biblioteca, en fin, experiencias de una adolescente brillante y distinguida.

Ahora todo cambió. Nada es igual. En una de las cartas de su diario expresa: “Jamás las personas libres podrían concebir lo que los libros significan para las personas escondidas. Libros, más libros y la radio…Eso es toda nuestra distracción”. El torbellino de transformaciones externas e internas en la existencia de la joven, se hacen patentes en las expresiones que vierte: “Cuando leo un libro que me impresiona, necesito hacer un gran esfuerzo de readaptación antes de ir a encontrarme de nuevo con los humanos”. El duro encierro en la ‘casa de atrás’ representó una mutación en su modo de vida y en su propia personalidad, en una de las etapas más importantes de la existencia: la adolescencia, periodo formativo y de transición en el ser humano. ¡Pobre chiquilla inteligente!

La joven escritora con premonición apunta: “Quiero seguir viviendo aún después de mi muerte. Por eso doy gracias a Dios, quien, desde mi nacimiento, me dio una posibilidad: la de desarrollarme y escribir, es decir, la de expresar lo que sucede en mí”.

La familia Frank y otros cuatro judíos que compartían el refugio, son delatados, puestos en arresto y conducidos al campo de concentración de Auschwitz, en Polonia. Por esos extraños designios Ana y Margot son remitidos al campo de concentración de Bergen-Belsen, Alemania, donde al cabo de siete meses ambas mueren al contagiarse de tifus, ignorando que el sur de Holanda fue liberado.

La agenda de Ana fue encontrada por un dependiente de su padre, único sobreviviente de la familia, en medio de trastos y objetos inservibles que quedaron luego de la requisa de los alemanes, en el escondite que habitaron por espacio de dos largos años a la sombra del imperio del terror. Otto Frank recibió el manuscrito con enorme emoción, él que semejaba un alma en pena por la pérdida de sus seres queridos y las perversidades a que fuera sometido.

El Diario de Ana Frank se publicó en 1947 en su primera edición y fue un notable éxito de librería en todo el mundo al haber sido traducido a más de cincuenta idiomas y, en la actualidad, continúa despertando expectativa, por el hondo mensaje que trasmite sobre el horror de la guerra y de la barbarie a que conducen algunos gobernantes, sean de uno o de otro extremo –ello no interesa, habría que acotar.

Heberto Arduz Ruiz.

La Paz. Escritor

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