La demanda ante la Corte de La Haya y el problema del Litoral boliviano
03 may 2014
Adhemar Ávalos Ortiz
En La Haya, capital de los Países Bajos, de ese hermoso país de Europa, el 17 de abril de 2014, Bolivia presentó una memoria que, previo fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), obligaría a Chile a negociar de buena fe con nuestro país la cesión de una parte de su territorio (ayer usurpado al Perú) para que tengamos la posibilidad de acceder soberanamente al Océano Pacífico. La petición al Alto Tribunal tiene 3 momentos: 1. Chile se ha obligado a solucionar el enclaustramiento a través de varios actos unilaterales; 2. Chile ha incumplido esa obligación; y 3. La Corte debe ordenar a que Chile cumpla su obligación de negociar de buena fe en determinado plazo.
¿Y qué ofreció Chile en actos unilaterales?: Que Bolivia debe renunciar a su Litoral, planteando el acceso soberano al océano Pacífico por territorio que perteneció a Perú y últimamente por un corredor al norte de Arica que, para injusticia de las cosas, todavía debería ser intercambiado, además del espacio marítimo, con territorio boliviano. O sea que el agresor chileno se atrevió a exigir que nuestro país renuncie a sus derechos legítimos otorgados por la constitución de las repúblicas americanas de acuerdo al principio jurídico denominado uti posidettis juris que definió fronteras nacionales. Lo lamentable es que ex-cancilleres y ex-presidentes bolivianos, además de una parte no desdeñable del pueblo boliviano, se han dejado ganar por una corriente moderna para renunciar a nuestro legado histórico, refrendado por miles de guerrilleras y guerrilleros de la Guerra de la Independencia de 1809-1825.
Se pretende que Bolivia renuncie a su Litoral en vez de denunciar el Tratado de 1904. ¿Y en qué se basan los supuestos realistas, unos de buena fe y otros dominados por el cálculo político?, en que nuestro país no tiene la fuerza para defender sus derechos, o sea que debemos aceptar el enclaustramiento por siempre o conformarnos con migajas. Es una falsedad histórica que tiene que ser rebatida en el terreno diplomático y de las armas. La usurpación del Litoral boliviano fue impuesta por la presión artera de intereses que nada tenían que ver con Bolivia. Hoy en día, Chile vive del cobre de Calama y conserva su naturaleza de un país dedicado a la guerra desde su origen.
La posición facilista de que no podemos luchar y ganar en una confrontación con Chile solamente sirve a los intereses de una oligarquía que nada hizo por Bolivia. El 23 de marzo de 1879 (en Calama) se demostró certeramente que hubo bolivianos dispuestos al combate fatal. Estas son las leyes de la vida. El sacrificio de Eduardo Abaroa, además de muchos otros patriotas que murieron heroicamente a orillas del río Loa, no debe quedar en el olvido. La agresión chilena, confirmada con sangre boliviana el 26 de mayo de 1880, fue brutal, orquestada por el imperialismo inglés y sus agentes chilenos, implicó una guerra de rapiña despiadada en todas sus circunstancias y los chilenos deberán responder por ello. Fácilmente hablan de su fuerza militar, pero no toman en cuenta, por ejemplo, que Vietnam derrotó a la mayor potencia militar del mundo (Estados Unidos) y que la Unión Soviética destruyó a los poderosos nazis.
Bolivia no debe continuar con la lógica de pedir, sino de exigir. Implica que, evidentemente, no somos lo suficientemente fuertes hoy para demostrarles a los chilenos nuestro poder, pero los tiempos cambiarán y llegará el momento en que regresemos a Antofagasta, Tocopilla, Mejillones, Cobija, Calama y otros lugares que son nuestro patrimonio histórico por más que algunos bolivianos renuncien a ellos. Es un tema de dignidad nacional que está muy por encima de intereses políticos coyunturales o supuestas sensateces que no hacen nada más que confirmar el entreguismo de los propugnadores de la “solución vía corredor por el norte de Arica”.
Los bolivianos tenemos derecho a la esperanza, aunque nos califiquen de utópicos. Un pueblo que no sueña con grandezas no alcanza grandes objetivos históricos y se sumerge en la mediocridad de sus esfuerzos fáciles.
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