Jueves 01 de mayo de 2014
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Y así, ignorando la polémica que surgió en el caso del Papa polaco, Juan XXIII y Juan Pablo II fueron canonizados y ahora forman parte de la vastísima pléyade de santos de la Iglesia Católica.
No es intención de esta columna refutar la decisión asumida por el Papa Francisco. Estoy seguro de que los flamantes santos tuvieron y tienen los suficientes méritos para subir a los altares así que no queda más que sumarse al entusiasmo colectivo por su canonización.
No obstante, la fiesta televisada de la santificación dejó ciertas dudas en la feligresía potosina que ya lleva más de tres siglos esperando que uno de sus religiosos sea declarado por lo menos beato.
Los entendidos en la materia saben que existen diferencias entre beatificación y canonización. El primero es un paso previo a la santidad y consiste en la declaración formal de la Iglesia Católica de que el fallecido ha entrado en el cielo y puede interceder por aquellos que rezan en su nombre. La canonización es la declaración formal de que alguien es santo porque está en contacto directo con Dios.
