De algo de lo que el equipo de San José se puede preciar, al margen de la calidad de su fútbol, es su hinchada, esa que lo acompaña “en victoria o en derrota”, esos miles de hombres y mujeres que acompasan el latir de su corazón con el “Viva, Viva mi San José”.
Con mérito propio, la hinchada “santa” tiene su reconocimiento en el contexto nacional. Los hinchas que forman esa masa anónima que, vaya donde vaya, engalanan los escenarios deportivos con esa inconfundible combinación del inmaculado blanco y el azul de cielo, luciendo con orgullo esa “V” que parecería que se muestra más intensa cuando el equipo santo consigue una victoria.
Ayer una vez más: niños, jóvenes, adultos y ancianos se dieron cita en el estadio “Jesús Bermúdez”, para alentar al equipo de sus amores. Desde algo más de las 09:00, los más fanáticos se dieron cita cerca del escenario deportivo esperando que se abran las puertas y reservar un espacio de privilegio para apreciar el desempeño de los futbolistas.
Luciendo poleras, arlequines, gorras, chamarras o llevando paraguas, globos y toda una serie de diseños que nacen de la creatividad popular, combinando el blanco y azul, se acomodaron en las graderías.
Cuando el árbitro dio el pitazo inicial, más de uno se persignó, otros cruzaron los dedos, los más dejaron que el nerviosismo se apodere de ellos. Pasaron los minutos y las jugadas se hacían más interesantes, cuando el equipo contrario avanzaba, en éste caso el paceño Bolívar, el casi silencioso “chuza, chuza, chuza…” era la cábala.
Pero cuando los “santos” marraban las jugadas; en las tribunas surgían cientos de comentarios en medio de groserías como señal de protesta, y cual si fueran experimentados técnicos los espectadores, emitían criterios intentando acertar a la jugada segura.
No faltaron personajes como el conocido y ameno “Diablo” de la tribuna de General, la Sra. Melva que por décadas ameniza el espectáculo con humos de colores, o las bandas de música. Ni qué decir de “La Temible” que le da mayor vida al sector Sur del estadio.
Esta colosal hinchada ayer vibró los goles de su equipo, con una intensidad única que en lenguaje figurado se puede decir hizo “gemir” los cimientos del “Bermúdez”.
Uno es el espectáculo del que gozan estas personas, viendo a los futbolistas en cancha, pero otra es la fiesta que el público protagoniza. En los buenos momentos celebran hasta los tuétanos; pero cuando ven jugadas que en su criterio no son las adecuadas, “bautizan” a los jugadores, de uno u otro equipo y también al árbitro, con una serie de calificativos, hasta inventándoles madres, llamándolos “hijo de…” ¿Será que los jugadores alcanzan a escuchar estos gritos?..., lo más probable es que no, pero por lo menos sirvió para que el espectador desahogue su tensión acumulada.
Pero cuando llegan el momento del gol, la tribuna se enciende con el estallido en la garganta, vuelan papelillos por el aire, revientan globos, suenan las bocinas, que se entremezclan con los aplausos, que crean el ambiente adecuado para una transmisión de radio o televisión cuando el relator deportivo pronuncia el prolongado… ¡goooooool!, mágica palabra que eleva por los cielos la autoestima del hincha orureño.
La alegría, en muchos casos llegó hasta el abrazo entre espectadores, el chocar de manos y la emoción se hizo mayor cuando las lágrimas brotaron de alegría de los ojos de una anciana que agradeció a Dios por uno de los goles.
Fuente: LA PATRIA
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