Cuando las crisis nos agobian, afloran las añoranzas, y se repite que todo tiempo pasado fue mejor, lo que “no indica que antes no sucedieran menos cosas malas, sino que –felizmente– la gente las echa en el olvido”. (Ernesto Sabato, El túnel).
Hay que reconocer que algo de lo malo que ahora se soporta, viene del pasado. Quizá, por eso, el panorama político de nuestra América Latina se ha complicado y recrudece la violencia, y los que detentan el poder público se han encaprichado en retener el gobierno para siempre. Así es que estamos rezagados en la marcha hacia la prosperidad. De esto hay casos que muestran, además del lento avance hacia el desarrollo, el deterioro que puede llegar al colapso social. Es más: de nada valen las épocas de bonanza, si no se siembra para el porvenir.
La mayoría de nuestros países, según indicadores confiables están en franco retroceso tecnológico; los niveles de eficiencia funcionaria son bajísimos; la educación y de salud a punto de colapsar y la limitación de las libertades democráticas afectan negativamente el ritmo de desarrollo y la posibilidad de alcanzar la prosperidad colectiva. Los rankings internacionales en distintas áreas de la actividad, nos colocan en los últimos lugares.
Y conste que en esto, con raras excepciones, están la mayoría de nuestros países.
Vargas Llosa, en 2009, en un notable artículo se preguntaba qué pudo pasar a un país como la Argentina, “que era democrático cuando tres partes de Europa no lo eran, un país que era uno de los más prósperos de la Tierra cuando América Latina era un continente de hambrientos, de atrasados”, para que ahora sea “un país empobrecido, caótico y subdesarrollado”.
Lo mismo se puede preguntar de Venezuela que, superada la época dictatorial del general Marcos Pérez Jiménez, se constituyó en una democracia pujante, respaldada por una riqueza excepcional y que, ahora, se debate en la escasez, la violencia y la tiranía rediviva.
Cuba es otro ejemplo de cómo se puede transitar, de un estado razonablemente próspero, a un estado de deterioro, y llegar a la nueva dependencia, esta vez no del “imperio” sino del petróleo subvencionado por el chavismo venezolano.
Lo anterior se aplica a muchos otros países de nuestro continente.
Con estas complicaciones, parece que es cierto que el pasado fue mucho mejor y que, por ello, hay que empeñarse en retornar en el tiempo.
Lo esperanzador, sin embargo, no es que la historia se repita, sino reconocer que “nuestro futuro depende en gran parte de nosotros. No estamos sin más a merced de una inexorable fatalidad”. (Arnold Toynbee, La civilización puesta a prueba).
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.