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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Para los que no nacimos genios - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
1. Precávete de los hombres extraordinarios: la situación, el oficio de genio, es egoísta, deprimente y cruel.
2. Tanto por conveniencia propia, como por no interrumpir su acción histórica, como por cierto sentido estético que no debe abandonarte nunca, has de mantenerte a una discreta distancia de las almas enormemente irresponsables, a fin de que ni malogren su misión, ni pierdan la perspectiva, ni te alcance la influencia esclavizadora, y a veces mortal, de su sonambulismo.
3. El hombre genial, el llamado hombre genial, es un engendro apocalíptico de las circunstancias, que hace regularmente la vida de los instintos; porque lo mismo que a los cómicos, no se les exige otra responsabilidad que la de su papel.
4. Ellos, los extraordinarios, sólo subordinan su ser a la bestial sensualidad de su vocación: van lanzados por sobre rieles a su destino.
5. Contemplan la sociedad a vuelo de pájaro: andan entre los demás como entre sombras, como el carpintero entre las virutas de su taller.
6. No temen la crítica ni buscan el aplauso de su siglo; y acaso no se preocupan ni de la crítica de los que sobrevendrán.
7. Sus contemporáneos no constituyen para ellos más que los elementos de su obra; porque no edifican para sus contemporáneos, sino sobre éstos.
8. Todos los gritos humanos suenan en sus cerebros sin penetrar hasta sus corazones; o, mejor dicho: sus corazones no tienen más que una sola cuerda... ¡la de la predestinación!
9. Son especialistas que se curan bien poco de todo aquello que no atañe a su arte: eunucos que presencian sin emoción genial las abominaciones del serrallo; fatalidades con manos y pies; montañas en marcha.
10. Las siete virtudes cardinales mismas, son, para tales abortos, nimiedades infantiles, siempre que no cruce alguna de ellas la curva de la parábola que ellos recorren.
11. Desgarran tranquilamente las prácticas establecidas, como esos locos criminales que derraman la sangre humana por el solo placer de empaparse en ella. Porque los verdaderamente grandes no tienen ningún plan preconcebido: satisfacen una enorme aberración y tienen estrella.
12. A muchos de ellos les place tirar, en guisa de titiriteros del hilo de cada pasión, de cada flaqueza, de cada tendencia, para que las personas anden, accionen y gesticulen; y, algunas veces, les resulta un drama digno de Shakespeare.
13. Atribuyen a los hombres el doble valor de las diez cifras, absoluto y relativo, y les hacen correr sin voluntad a lo largo de mil situaciones y de mil valores contradictorios.
14. No saben ni lo que quieren ni adónde van; pero avanzan en línea recta, con la impavidez y el finísimo tacto de los sonámbulos, a través de los mayores peligros y de las más evidentes sinrazones.
15. Como un instinto que no entiende de sermones, o como una luz de la naturaleza que pasa triunfadora de todos nuestros prejuicios, ellos se satisfacen y se cumplen.
16. Los hombres así, no son tales hombres; porque el hombre en el sentido social y corriente, es un organismo armonioso, razonable y complicadísimo, y ellos son un elemento, un desentono, una sublime irracionalidad.
17. Se apartan de manera tan evidente del molde común, del engranaje humano, que viven fuera de las leyes de la reciprocidad, de la represalia y de la solidaridad; en fuerza de su excelsitud calzan el calibre de lo despreciable.
18. Sus ofensas no producen nada más que dolor; y sus beneficios no despiertan el agradecimiento.
19. Apenas si merecen el tributo de nuestro asombro; jamás ni nuestro amor ni nuestro odio; tienen, por decido así, la intangibilidad de lo abstracto.
20. A menudo fueron útiles a la humanidad; pero al modo del sol, que ni nos ama ni aguarda nuestra gratitud; o a la manera de la peste y el terremoto, que se realizan en virtud de quién sabe cuáles cálculos.
21. Más sabe de su negocio aquel miserando inválido, que vende flores en los sitios públicos, que lo que saben ellos de la razón y la utilidad de los actos que realizan: les arrastra una mano sobrenatural asida a sus cabellos, como a los protagonistas de la escena griega.
22. No ganan conciencia, ni los laureles ni las maldiciones que caen sobre sus pobres cabezas atormentadas: orates ilustres.
23. Muy contadas ocasiones favorecen a la sociedad de su época, puesto que la conturban implacables; y rarísimas veces, a los apasionados sinceros que les forman séquito.
24. Flotan en la masa humana sin adherírsele: sobrenadan en la superficie, tal como las sustancias grasas.
25. Están por acumulación y no por desarrollo; viven en nosotros como una especie de mineralización del organismo social; o, más bien dicho: les llevamos lo mismo que a una espina, a un cedal, a una incrustación cualquiera.
26. Si no temiese yo tu censura hipócrita, insinuaría que te valieses de los tales como de un vehículo, para trasladarte; o, como de un árbol eminente, para divisar lejos o guarecerte de la lluvia.
27. Pero, yo sé que pagarás mi sano consejo haciéndote el escandalizado y motejándome de utilitario; porque la humanidad se envanece con estos abortos, como ciertos padres con el hijo, que, para hacer versos, les convierte la casa en un pandemonium.
28. Sólo quiero, pues, rechazar abiertamente que te entregues a la magnanimidad de los grandiosos, tan pasivamente como las ovejas a su pastor.
29. Todo lo gigantesco implica una tiranía y todo lo anormal un peligro; porque lo gigantesco significa mayor cantidad de fuerza, lo anormal mayor cantidad de misterio.
30. Sé grande en miniatura; reposa sobre ti mismo.
31. Manéjate de manera que nadie pueda exigir te fidelidad.
32. Esquiva la dirección extraña como a una mutilación vergonzosa; y la ocasión de la gratitud como a una cadena, como a una argolla de hierro en la ternilla de la nariz.
33. Reconoce valientemente tu vulgaridad mental; pero, no para someterte, sino para vivir alerta dentro de tu propia sombra y evitar la compasión desdorosa.
34. Deja para los lacayos la vanidad de la librea; y para los necios, el amor propio de las relaciones que mantienen.
35. Busca, en todo, lo que es; y nunca, lo que te parezca o ambiciones que sea.
36. No te hinches hasta la soberbia, que es una inflamación del santo amor de sí mismo; ni te reduzcas, tampoco, hasta la humillación, que está más abajo, todavía, de la humildad, como la humildad.
Almafuerte (Pedro Bonifacio Palacios).
Argentina, 1854 – 1917
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