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Domingo 27 de abril de 2014

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Cultural El Duende

Reflexiones sobre la poesía y los versos

27 abr 2014

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En mi ya larga vida no he tenido tiempo de ser poeta. Es verdad que para ser poeta hay que serlo de nacimiento. Yo no nací en los jardines de las Musas.

Mis campos de acción han sido los estrechos y pedregosos senderos de la abogacía y del periodismo, lo cual es una forma de abogacía por el bien público.

Estas prosaicas disciplinas son nada favorables al cultivo de las elevadas concepciones literarias.

La pedestre hermenéutica del derecho y el quijotesco batallar para corregir entuertos y alancear malandrines, suelen crear a veces modestas satisfacciones espirituales a todo deber cumplido.

Mayores y más gratos goces experimentan, sin duda, los poetas al dar a luz sus inspirados poemas.

Cantar a la belleza, a la mujer amada, a la patria, que es también otra amada, debe saturar de dulces efluvios el alma delicada de los poetas.

Al poeta malagueño don José María Souvirón le preguntó un repórter: –¿Cómo puede uno hacerse poeta?

–E1 noventa por ciento de la humanidad nace poeta, le contestó el interrogado. La dificultad estriba en seguir siéndolo de los veinticinco años en adelante.

Esta cronología es desconsoladora para muchos de nosotros. Quizá fuimos poetas en potencia, sin saberlo en la edad moza. Ahora ya es tarde.

–Toda poesía es experiencia, anota el mismo celebrado poeta Souvirón.

Pero la experiencia no es patrimonio que se forma en un cuarto de siglo de la vida juvenil. Es más bien una gota continua del tormento chino que cae sobre la cabeza de los hombres maduros.

Sin embargo, la experiencia puede contribuir al mantenimiento de la juventud poética en la madurez.

Esto ya es consolador. Los que no hemos sabido ser poetas en la edad florida, podemos invocar la experiencia de la edad provecta para excursionar sobre los jardines de Epicuro.

En toda actividad humana hay artistas y artesanos.

El poeta es el artífice de la belleza; el versificador, un artesano de la palabra.

La poesía, arte magno por excelencia, reviste los caracteres de una alta filosofía de la sensibilidad espiritual y la expresión divina del pensamiento hecho verbo.

Versificar es la artesanía de la concepción artística; un oficio en cierto modo manual.

Se puede ser artesano del verso sin alcanzar el divino sobrenombre de poeta.

Ningún hombre medianamente inteligente ha dejado de medir algún verso con los dedos. Todos, o casi todos, hemos verseado ocasionalmente para el consumo doméstico, aunque no hayamos nacido entre el 90% de la demografía poética de Souvirón.

Por lo visto no es difícil versificar; lo escabroso es publicar lo verseado.

Hay una especie de hoja de parra que cubre las pudendas de las intimidades literarias, ocultándolas a los implacables críticos y al público burlón y despiadado.

Yo quiero tener el valor civil, la audacia temeraria, de descubrir algunas de mis flaquezas literarias, exhibiéndolas ante la benevolencia de los amigos.

Se trata de cosas viejas, inocentes e inofensivas, como flores disecadas.

Seguro estoy que ante la flamante sensibilidad de la poética nueva y del verso libre, mis pobres trabajos literarios parecerán piezas de museo de antigüedades; pero me consuela y alienta pensar que lo viejo no sólo sirve para formar museos: es la premisa de la ley del contraste que da mayor realce y valimiento a lo nuevo.

Casto Rojas. Cochabamba, 1879 - 1973

Fue Académico de la Lengua

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