Domingo 27 de abril de 2014
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En Bolivia, la larga lista de golpes militares se rompió en 1980, consecuencia lo que entonces se llamó el “primer gobierno del narcotráfico”.
Después de esa experiencia, en un proceso de dos años, los militares bolivianos llegaron a la conclusión de que habían tocado el fondo del oprobio.
Desde entonces hasta ahora, hubieran tenido varias opciones para “regalarle un día de gloria a la patria”, como solía decir los voceros de cada asonada, pero se abstuvieron.
Fue descartado, para siempre, dicen ellos, un comportamiento que se había hecho rutinario. Se cuenta que un turista extranjero que se alojó en el viejo Hotel París, en plaza Murillo, pidió una habitación que tenga una ventana que le permita ver un golpe de estado.
El contacto tan directo con el narcotráfico había producido ese milagro. Aquella experiencia vergonzosa había tocado alguna fibra íntima de la institución que se llama “tutelar de la patria”, aunque no lo ejercía.
Ahora, 33 años después de aquel gesto de mea culpa y de expiación, cuando el narcotráfico está nuevamente dominando la política y la economía del país, desde las esferas de los oficiales no hay ningún pronunciamiento.