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Domingo 27 de abril de 2014

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Revista Dominical

Hitler pudo haber ganado la guerra

27 abr 2014

Por: Vicente González Aramayo Zuleta

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Lo que puse como título a este breve artículo pudo suceder. Habría sido la mayor desgracia para la humanidad. Veamos por qué no sucedió; Adolfo Hitler, mediocre pintor acuarelista, era miembro de una familia humilde, probablemente con inteligencia poco común y gran ambición. Fue soldado en la Primera Guerra Mundial: quedó herido y ciego. Se recuperó pero creció en él un rencor terrible a la derrota de Alemania y juró reivindicar el prestigio de la nación haciendo que los antiguos aliados probaran el sabor amargo de la venganza. Buscó la forma de ascender y lograr poder y, según Angebert cayó en poder de una terrible hermandad denominada la Sociedad Thule, formada por fanáticos racistas que practicaban, según los entendidos, misas negras y rituales satánicos. Usaban el poder universal y trascendental, pero en forma inversa al que emplearon por ejemplo Pitágoras, Dante y otros grandes iniciados de la línea blanca. De todos modos Hitler se inició, pero para el mal. Algunos de aquellos tenebrosos personajes eran Eckartdt, Rossenberg, Hess y Horbbiger (1). Sin embargo, como antecedente -sostienen algunos historiadores- que ya antes el joven Adolfo se había impresionado con la oda del Parsifal de Wagner. Este músico alemán era otro de los grandes iniciados pero no en la línea del mal: Hitler tomó el ejemplo de Parsifal como un poder oculto en su obra política y símbolo del nazismo pero en forma equívoca, de ahí que una gran mujer iniciada llamada Petronila Vlavatsky le advirtió que no se metiera en esos problemas, igualmente le aconsejó Klum Heller, pero Hitler persistió y cayó en las garras de aquella sociedad denominada Thule que le usó como a médium, debiendo cumplir también ciertos actos satánicos. Le dieron el poder de Alemania con grandes condiciones. Los rituales contemplaban aspectos incluso de tipo sexual (2). De ahí surgió el poder del Führer. Poco después se lo encuentra lanzando encendidos y cautivantes discursos políticos, alentando sobre todo a la juventud a reivindicar el honor de Alemania contra los comunistas, pero sobre todo contra los judíos, a quienes culpaba de las desgracias del mundo. Así ya se podía percibir el desarrollo del fanatismo ciego y cerrado que generó la tromba lista para la catástrofe. Los historiadores coinciden en que el mundo vio pocas veces personalidad tan encumbrada, y curiosamente tan fascinante como la del Führer, pero ignoraban aún que dicho atributo serviría para poner de rodillas al mundo alemán. Estaba absolutamente seguro haber logrado la iniciación suprema. Creó el Partido Nacional Socialista con el símbolo de la cruz gamada, extraída de algunas viejas culturas (swaztika): formó parte de un complot subversivo, por lo cual fue reducido a prisión por algún tiempo. Pero salió con mayor furor. Entonces, creyendo haber alcanzado todo el poder desató su política de agresión. A la muerte del presidente Von Hindenburg asumió la presidencia y luego de una férrea campaña de intrigas y maldades, la de Canciller del Tercer Reich. La Liga de las Naciones mediante el Tratado de Versalles, había impuesto a Alemania severas condiciones, entre ellas la limitación de la milicia y la fabricación de armas. Pero Hitler había fabricado secretamente en el Ruhr, las mejores armas. Resulta también extraño que odiando a los comunistas, en forma previa a la guerra hubiera tratado un famoso pacto de alianza con la Unión Soviética, para desatar a todos los demonios del infierno. Fue así que esgrimiendo como pretexto la negativa de Francia a devolverle las provincias de Alsacia y Lorena, y la zona del Danzig en Polonia, en septiembre de l939 invadió esta nación con fuerza arrolladora. Alemania había además firmado el Eje de Alianza con Italia y Japón. Se había desatado la Segunda Guerra Mundial. De principio la Unión Soviética había abastecido a Alemania con petróleo, acero, y otros elementos. Se abrió varios frentes. Hitler había sacado su reluciente y sofisticado armamento. Invadió Francia, Holanda, Checoeslovaquia y otros. El fascista italiano Mussolini, al que llamaron César con cabeza de aserrín, apoyó a Hitler decididamente creyéndose Julio César e imitando con sus hordas al ejército de la Galia.

La guerra siguió con miles de muertes diariamente, bombardeos con estukas, tanques alemanes a las ciudades europeas aliadas, e inversamente también aviones aliados a Dresde y a Berlín, con la llamada “bomba V-1”. EE. UU. le declaró la guerra a Alemania cuando ésta bombardeó la base norteamericana de Pearl Harbor en el Pacífico. Total, el gran genocidio conocido como el Holocausto y cincuenta millones de muertos en el mundo.

Pero, según los expertos, Hitler cometió por lo menos seis errores fatales, siendo tres de ellos los peores: uno fue haber pactado con la Unión Soviética, otro, haber roto con la misma. Y, el tercero, haber dispersado los mejores recursos en varios aspectos, siendo uno de éstos fabricar tanques hasta de 1.200 toneladas (los Mouses), la fabricación de bombas V-2, en su afán de destruir Londres. Pero, en su elucubración demencial el Führer quería rendir a Rusia, ésa era su obsesión, y desesperadamente lanzó su estrategia denominada “Operación Barbarroja”. No contó con el invierno ruso, que fue ya la causa del fracaso de Napoleón. Miles de alemanes murieron en aquellos páramos de nieve con temperaturas de hasta 40 grados centígrados bajo cero. Enfermaban con diarrea: evacuaban hasta treinta veces al día. Muchos murieron con el ano congelado. Jefes nazis asignados al lugar como Von Kagenet y Guderian gozaban de comodidad, abrigos, y buena comida, parte de la cual les proveían los pueblos que les apoyaban. Algunos pueblos, que eran parte de la Unión Soviética no querían a Stalin y colaboraron con los nazis. Uno de ellos fue Ucrania que proveyó los mejores alimentos y sus armas. Cuando visitaron el lugar Himmler y Goering dispusieron que los colaboradores trabajen hasta morir y si se agotaran debían morir de hambre y agotamiento. Hubo también colaboradores voluntarios con los alemanes. Fueron italianos, rumanos, ucranianos y españoles. Los españoles fueron franquistas formando la “Legión de voluntarios”, de unos 3.000 proclamando que acabarían con los perros comunistas. Unos cincuenta de esta legión regresaron heridos,

maltrechos, con el rabo entre las piernas.

Los alemanes recibieron una sorpresa inesperada: los rusos tenían cohetes mortales llamados “okadiska” (parecidos a los tubos de un órgano) que causaron grandes bajas. Ya cerca de Stalingrado la lucha se tornó feroz. Los alemanes creyendo que al haber tomado la Colina Mamayev, ya estuvo vencida la Unión Soviética, más no fue así. Donde se desarrolló una verdadera carnicería de alemanes fue precisamente Stalingrado. Se luchó barrio por barrio, cuadra por cuadra, casa por casa. Se midió el valor de ambos lados indudablemente, pero la resistencia de los rusos fue sencillamente heroica. Stalingrado fue la tumba de los nazis. Sin embargo si esta batalla hubiera sido ganada por los alemanes, Hitler hubiera ganado la guerra. Allí cayeron veinte divisiones alemanas, comandadas por Frederich von Paulus, que presentó necesariamente rendición, pese a la demencial oposición de Hitler. Cierto: cuando el presidente Nixon visitó China, Mao, su anfitrión, en su conversación le dijo que Stalin no era santo de su devoción porque era un déspota, pero si no hubiese sido él, Hitler hubiera ganado la guerra. En efecto, el puño de hierro de José Stalin impreso en Stalingrado selló la tumba del nazismo. Esto nunca agradó a norteamericanos ni a ingleses.

BIBLIOGRAFIA:

1) ANGEBERT, JEAN MICHEL, Hitler y la tradición cÁtara.

2) LIBROS DE HISTORIA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

3) DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO SALVAT

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