Cuando la actual presidenta de Chile, dejaba su primera gestión gubernamental y daba el espacio del Poder a Piñera, el país transandino sufrió un terremoto que produjo un tsunami, dejando un devastador panorama en el sud de Chile, con muertes y grandes pérdidas materiales. En esa ocasión, el presidente entrante comentó que había un culpable por no haber dado un aviso oportuno a la población que hubiera podido evitar algunos desastres y algunas muertes; eso, apuntaba directamente a la mandataria saliente.
En ocasión de su ascenso para cumplir el segundo mandato, a la Presidente Bachelet le tocó vivir un nuevo desastre, esta vez en el norte, donde un terremoto de intensidad 8.2, cobró nuevas víctimas y pérdidas materiales de consideración.
Al final de la anterior semana un incendió sin precedentes en la región de Valparaíso provocó la muerte de más de una quincena de personas, miles de viviendas destruidas, bosques arrasados y una evacuación masiva de ciudadanos; un nuevo desastre, sin contar que en el Norte las réplicas del terremoto, si bien son de menor intensidad, provocan un estado de alerta permanente.
El Norte tiembla y el Sur arde; la Presidenta de Chile es Bachelet.
Es una coincidencia, una dolorosa coincidencia, que es comentada dentro y fuera de Chile. La Presidenta Bachelet en la Moneda, por esas cosas del destino, tiene que enfrentar estos desastres que sufren los chilenos, tanto en el Norte como en el Sur del país al comenzar su mandato, como lo hizo al finalizar su anterior gestión presidencial.
La naturaleza, así como es benefactora de la humanidad porque nos proporciona nuestros alimentos y la vida misma, es también cruel, cuando sus elementos: la tierra, el aire, el fuego y el agua, liberan energías ocultas, pero poderosamente destructivas.
Las víctimas esperan que la reconstrucción de sus viviendas sea rápidamente resuelta; porque, hasta donde sabemos, la reconstrucción después del terremoto y el tsunami que sufrió ese país, cuando la Presiente Bachelet dejaba la Moneda, aún no concluyó o está a medias y con materiales de segunda y hasta de tercera calidad.
En otras latitudes, el sillón presidencial es antisísmico, a prueba de fuego y agua. El gobierno se limita a enviar emisarios y observadores a los lugares de desastre para ver qué pasó o simplemente, posar para la foto, con agua hasta las canillas y cargando una bolsita de arroz. A veces se utilizan los recursos para la ayuda, como campaña electoral.
En nuestro país, la zona del oriente, sufrió inundaciones sin precedentes y no se quiso declarar al Beni como zona de emergencia, simplemente porque el gobernador no es del MAS; así, evitar el protagonismo del opositor, cuando en realidad lo que importa son las víctimas
Lo de Chile puede ser un síndrome Bachelet, lo del Beni una sinrazón de los gobernantes.
Por lo menos...esa es mi opinión.
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