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Domingo 20 de abril de 2014

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Revista Dominical

Pasajeros del viento

20 abr 2014

Por: Marcia Batista Ramos - Escritora

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Al ingresar a la ciudad, ambicioné ver el rostro de la Mamita del Socavón en el cielo, así como otros ya tuvieron la dadiva de ver en el día de la Entrada, pero, solo vislumbre nubes desconsoladas de un gris opacado que no recordaban ningún día festivo. El silencio, ocupaba las calles y los bailarines despojados del brillo de la alegría daban la impresión de deambular sin destino. Pensé que mi mente me jugaba una mala pasada y me hacía ver de forma negativa el entorno para, inconscientemente, justificar el desagrado que me causan el bullicio, la aglomeración y las festividades populares en general. Busqué a la niña de mis ojos… Cuando la encontré con sus trenzas de bronce y un jeans, tuve la seguridad de que algo no andaba bien. Ella vino a abrazarme, sus ojos grandes bastante maquillados no ocultaban una mirada triste. Pregunto sobre el viaje y luego me contó que hubo un accidente, añadiendo que:

- Es tan triste lo ocurrido, no hay palabras para mi consternación, llegamos al lugar, coincidentemente, a escasos minutos después de la tragedia… entraremos caminando porque hoy es día de peregrinación y si estoy aquí es por la Virgen.

- Me parece correcto. Pero, no olvides que el duelo se lleva en el corazón, y, si deciden que ustedes tienen que bailar no te desconciertes – dije, aprovechando el momento, para reforzar una enseñanza que me parece primordial, porque cuando me vaya no quiero que ella deje de bailar, sonreír o peor, se vista de negro empalideciendo su lindo rostro.

Como vivimos en el mundo de las apariencias, y hace mucho, ciertos dogmas eclesiásticos se convirtieron en costumbres fuertemente arraigados, siempre trato de ayudar a los míos a entender que la vida va más allá de la muerte, que el duelo es un sentimiento personal, y que no debe ser aprobado o reprochado por la sociedad y como el medioevo ya es historia, en nuestros días, no hace falta la aprobación social sobre los sentimientos de cada uno sobre los demás, en especial, sus entes queridos.

Entretanto ella añadió que:

- No es casual semejante desastre, eso significa algo mayor, -pues, dos días antes había soñado que un niño le decía que-…los dos murieron porque la Virgen dice que así tiene que ser.

Mis huesos estremecieron, quizás porque yo, en ciertos casos, soy susceptible, o tal vez, porque cada día el mundo se desborda ante mi mirada aterrada y nada puedo hacer… Intento todo, todos los rezos y súplicas para amenizar el dolor del mundo, pero entre el karma y el darma del mundo nada puedo hacer, apenas poseo mi deseo de que todo sea mejor para todos.

Tuve muchas horas para pensar, mientras la noche del sábado desgarraba uno a uno los sueños de miles de fieles peregrinos o no. Mundo mágico y heterodoxo el que nos toca vivir o sobrevivir mientras el Eterno Hacedor así lo dispone.

Tal vez, la vorágine de la existencia material no permita vislumbrar los signos de alerta que desde los cielos son enviados para salvaguardar a los que estamos en la tierra.

Estamos de paso y nadie es arriero en este mundo vasto de Dios, por el contrario somos todos pasajeros en un viaje hacia la evolución espiritual. Es el viaje que tratamos de ignorar, pues, evolución es una palabra que carga consigo mucha responsabilidad y no queremos ser responsables por nada, ya que nos cuesta mucho crecer.

Tal vez, por eso, siento que la cuaresma, este año, está más complicada que en años pasados. Existen dolores acumulados que están rebasando. La inseguridad ciudadana está creciendo en espiral. Los profesionales y las autoridades negligentes están libres jugando con la vida de la ciudadanía. La lucha laboral está tomando aires de guerra civil con enfrentamientos fratricidas inadmisibles…

Tantas familias padeciendo sufrimientos indecibles…y pienso que todo es señal de algo mayor como me lo dijo mi niña. Pues, sé que la vida está llena de símbolos, pero, perdimos la capacidad de descifrarlos. No imagino lo que viene hasta el fin de este año, pero, el accidente, para mí, era un mal presagio. Siento mucho que no podamos caer con la simplicidad y el silencio de las flores que no deslustran el paisaje.

Tantas penas, tanto que lamentar, pero, sin olvidar que la vida es buena y merece ser vivida. La vida conmueve, por las cosas sencillas como las sonrisas, los niños, la naturaleza, pero, sobre todo por la conciencia de la existencia de Dios en cada momento; a pesar del desamparo moral en que nos vemos aún, y más que nunca, sumidos.

En medio a tanto padecimiento intento, con mucha humildad, comprender o tratar de entender en que época histórica, y en qué mundo cultural nos tocó vivir. Existen tantos avances tecnológicos, sin embargo, el contraste con la condición moral es tan grande, posiblemente, porque nos olvidamos, ancestralmente, que nuestra meta es la evolución espiritual.

La verdad espiritual que buscamos pasa demasiado por lo individual y particular para que podamos, con la conciencia tranquila, ignorar o silenciar las realidades exteriores que condicionan el viaje que se llama vida.

Queda el aroma de flores muertas entre el presente difícil y el porvenir incierto. Entonces me obligo a recordar que estamos de pasaje, que más allá hay un lugar mejor donde todos nos reencontramos; un lugar donde todo está bien; y todos están bien.

Sabemos que somos pasajeros en un viaje corto o largo, (depende del entendimiento personal), que se llama vida. Es un viaje con altos y bajos que lo hacemos en alas del viento.

Para tus amigos: