El mundo cristiano de manera general y en nuestro país quienes profesan mayoritariamente la religión católica, conmemoran hoy la Pascua de Resurrección como la fiesta de las fiestas. La vuelta a la vida del hijo de Dios es el mayor misterio del cristianismo a partir del cual se inició la era actual.
“Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mi, aunque esté muerto, vivirá” Palabra de Cristo, luego del milagro de haber vencido a la muerte y alcanzar la gloria. Por lo mismo la resurrección es la piedra fundamental de la fe cristiana, en contraste con la reencarnación proclamada por otras religiones o la transmigración alentada por la filosofía de los griegos.
Hay que reconocer la importancia de ésta festividad, considerada en muchos países como la más grande de la humanidad, pues se recuerda la resurrección de Jesucristo después que este sufrió incontables suplicios en manos de sus captores que terminaron con su crucifixión y muerte. Para Él fue un medio para redimir a la humanidad para que ésta vuelque sus acciones y su destino a favor del prójimo, entendiendo que ese es el objetivo, la base de la religión que permanece por más de dos milenios.
El libro de Dios lo señala claramente, “al tercer día resucitó de entre los muertos”, el milagro se confirmó y Jesús se glorificó en cuerpo y alma, ascendiendo al trono del Padre, desde donde en perfecta trinidad gobierna el mundo espiritual a través de sus sacerdotes y los fieles que reciben los mensajes sagrados para cumplir los designios supremos.
Para el mundo cristiano la celebración de la Resurrección de Cristo representa todo un proceso de liberación, es la derrota del pecado y de la muerte para reiniciar una nueva vida. En la práctica la Pascua, para los cristianos, significa plantearse, renovar y cumplir un proceso de cambio activo en todas las acciones de la vida cotidiana, haciéndonos partícipes para compartir y afrontar las dificultades que supone encarar esa transformación.
Una enseñanza difícil de cumplir, pero no imposible si predomina la fe que se practica a través de la oración que permite comprensión y perdón. El asunto es muy claro, pues un cristiano no podrá decir que tiene fe, sin que ello se vea reflejado en su vida, en sus actos, en su manera de ser, en su servicio y en sus decisiones de buscar paz, armonía, equidad y justicia, desempeñándose con solidaridad frente a los retos de su diario vivir.
Según la Iglesia la resurrección constituye ante todo la confirmación de lo que Cristo hizo y enseñó. Este proceso que es el motivo de la recordación cristiana, nos muestra el paso de la muerte, el pecado y el mal, el egoísmo y todo lo que afectó la vida de Jesús, hecho que fue superado justamente con el regalo de la vida por parte de Dios, mostrando el poder divino de la resurrección.
Lo que debemos rescatar como reflexión, es que “con la fe, a través de la misma el Ser humano asume una serie de cambios, pero si no pone fe en todo lo que anuncia y si no cumple sus intenciones…todo queda en mero discurso”.
Con la muerte, que es la separación del alma y del cuerpo, el cuerpo humano se convierte en polvo, mientras que su alma va al encuentro con Dios y queda en espera de reunirse otra vez con su cuerpo glorificado. Este es el dogma central de la fe cristiana católica y por lo mismo es la creencia y la esperanza de la resurrección.
Fuente: LA PATRIA
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