Cuando se presentan festividades o celebraciones especiales se incrementa la presencia de comerciantes informales en las calles de la ciudad, con lo que se agudiza el caos reinante, perjudicando el tránsito de personas en las aceras y dificultando la circulación de motorizados en las también atestadas calzadas.
Si bien existen algunas normas que regularmente impiden el desmedido crecimiento del comercio callejero, no hay que negar que por las condiciones sociales vigentes en el país, que tienen que ver con la economía directa de miles de personas estas ganan las calles eventualmente cuando se presentan ocasiones de temporada, digamos la vigente que tiene que ver con la Semana Santa.
La problemática del comercio urbano siempre ha sido un factor adverso en la administración de las autoridades edilicias, al punto que en muchos casos se han visto obligadas a ceder posiciones - digamos puestos – frente a la presión ejercida por los sectores gremiales, muchos organizados en una suerte de irregulares sindicatos, que hacen prevalecer las limitaciones económicas de sus afiliados y el derecho a “ganar algunos centavos” para vivir en familia.
Este delicado y complicado tema “social”, persistirá en todo el país, en tanto no sean creadas fuentes de empleo seguro a las que accedan los comerciantes informales, dejando los negocios callejeros. Sin embargo un estudio preliminar de la vigencia del comercio informal, señala que si en algún momento el “titular” de una familia que vendía en las calles, obtiene un trabajo seguro, transfiere el negocio informal a un familiar cercano, sea la esposa o hijos, por tanto ese círculo comercial ilegal persistirá en perjuicio de los planes de ordenamiento urbano.
Según los dirigentes del sector gremial en unos casos y de manera directa los comerciantes informales en otros, afirman que su presencia con puestos callejeros tienen un costo y es cobrado por funcionarios municipales bajo la modalidad de “pago por sitio”, que resulta en la problemática urbana otro hecho de especial característica, pues se trata de ingresos para el Municipio, que considerando la gran cantidad de “informales”, representa con seguridad un ítem importante en el presupuesto edil. Si el asunto es así hay que convenir en que la presencia y el crecimiento del sector gremial tiene mucho que ver con la “institucionalización” del sistema, de ahí que en casi todas las ciudades, en una más que en otras, el caos se generaliza en las calles.
Fuera del alto índice de desempleo en el país, hay otras situaciones muy especiales que son parte de la presencia de gremiales informales en las calles, en algunas contribuye la ciudadanía o en este caso los compradores que hacen un hábito el adquirir variedad de productos o alimentos, directamente en los puestos callejeros, comodidad, facilidad, proximidad o sentido social, sirven entonces para mantener vigentes los puestos callejeros. Sin lugar a dudas y aunque se trate de un “estudio empírico y hasta tradicional”, los comerciantes hacen un marketing especial y saben exactamente qué vender, en qué sitios y a qué horas del día o la noche, por tanto no es casual la instalación de ciertos negocios en la vía pública, satisfaciendo una demanda real de compradores habituales a la oferta permanentemente establecida.
Bajo esas condiciones crece de manera imparable el comercio callejero, dejando a las autoridades municipales una responsabilidad que debe ser manejada con mucha capacidad, voluntad de servicio e inclusive política, para cambiar el caótico problema de nuestras calles, pero entendiendo las necesidades de un gran contingente social que vive de ese comercio.
Fuente: LA PATRIA
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