Viernes 18 de abril de 2014
ver hoy
Ya habían aparejado las mulas y se disponían a montar para llegar a tiempo de hacer noche en un monasterio del valle cuando Sergei se inclina ante el Maestro:
- Venerable Anciano, no entiendo cómo el santo ermitaño pudo dejar tan confundidos a sus discípulos. Les hizo una faena diciéndoles que, si tanto lo amaban, por qué no se animaba alguno a acompañarle ¡al otro mundo!
- Escucha, Sergei. Al mulá Nasrudín le encomendó el emperador Tamerlán un ministerio en su Gobierno, ya que tanta sabiduría mostraba que desconcertaba a los demás visires. Entonces, mientras Nasrudín paseaba muy ufano por los espléndidos salones del diwán, vio por primera vez en su vida un halcón real. Hechizado por la mirada de aquella especie de paloma, agarró unas buenas tijeras y le cortó las alas, las garras y el pico.
- ¡No es posible que hiciera eso!
- El Mulá dio la razón muy satisfecho “Ajajá, así ya estás como es debido. Qué malos cuidadores has tenido hasta ahora. ¡Menos mal que el emperador me ha nombrado visir en su diwán!”