La “radioterapia” no es exactamente un asunto de medicina, pero sí de salud; es decir, de salud mental individual y de salud emocional colectiva. Y me refiero a la forma cómo se usa todavía la radio (en radiodifusión o radioemisión) como un medio de entretenimiento, de información y educación, como medio clásico entre los otros medios tradicionales y los multimedios que han proliferado a la sazón del boom de las nuevas tecnologías.
Joaquín Sabina, canta autor español, dijo en cierta oportunidad que “la radio es el amigo de los que no tienen amigos, es la orquesta de los que no tienen fiesta”; O sea, es un medio, por excelencia, que es aliada contra la soledad, por el hecho mismo que permite usarla adecuadamente, mientras se puede hacer otras cosas o no se puede estar haciendo nada.
La radio se vuelve compañía y amistad, omnipresente en tiempo y espacio. Es orquesta agradable para los sectores más populares que disfrutan de este medio con benevolencia y gratitud, porque han encontrado en la radio un satisfactor a su necesidad de comunicación, una necesidad innata de todo ser humano.
La radio que “canta y encanta” tal vez tiene el don de hechizar al oyente (perceptor), a través de sus estructuras de composición. Los componentes del lenguaje radiofónico, que son la música, la palabra, los efectos de sonido y el silencio, deben ser manejados adecuadamente para que una emisora se haga clásica a través de sus programas destinados a la audiencia que disfruta de ella.
La música, por sí misma tiene un efecto relajante sobre los estados de tensión, ansiedad y estrés, lo recomendable es usar ciertos ritmos y melodías para encontrar empatía y lograr sanación con las personas que están en procura de salud mental o emocional. Se recomienda simplemente apagar la televisión o la computadora y dedicar unos minutos al día para escuchar música relajante, y si es a través de la radio, acompañada por locución apropiada, el servicio está dado.
Un estudio realizado en Inglaterra afirma que “la música es la mejor medicina para el alma”. La investigación dice que las canciones populares y las melodías tranquilas tienen un efecto calmante en los pacientes sometidos a anestesia local que están despiertos durante una operación. El medio benefactor también es para los cirujanos que, según su propio testimonio, están acostumbrados a operar con la ayuda de la música, con melodías alegres y estimulantes, medidas en tiempos y ritmos proporcionados a cada proceso operatorio. No es extraño recordar que cuando estábamos en el colegio o la universidad había la necesidad de estudiar con música de radio.
La palabra hablada, que marca pautas de deleite y persuasión, a través de una voz elocutiva y con estilo, es el otro elemento que agrada en la radio; aunque no se necesita una buena voz para ser locutor, sino ser bueno con la palabra. Con este recurso se exige vehemencia, locuacidad y prolijidad para impresionar y conmover, porque la fuerza de expresión debe mostrar, ante todo, personalidad.
Las posibilidades de la edición en computadora, en la actualidad, hacen que en radio se dispongan de efectos de sonido acordes a cada aspecto o tema que se quiera comunicar, pues hay efectos que pueden generar atinadamente metáfora, metonimia, simbología y melodrama a través del uso de los recursos sonoros, manipulados adecuadamente, más todavía si se están describiendo situaciones o narrando historias propias de las radionovelas.
Y, finalmente, el silencio que está antes y después de la radio, de la música, de la palabra y de los efectos sonoros, y que si es usado con profesionalidad y maestría, es comparable a la calma y a la paz, que produce la propia radio. Es imprescindible contar con este componente radiofónico que regula la música, la palabra y los efectos de sonido, y que se regula a sí mismo para llamar la atención del oyente, pues gracias al silencio los otros componentes, existen, coexisten y crean el lenguaje de la radio, un lenguaje que puede ser puerta de escape del laberinto de los medios y de la estridencia de sus nocivos efectos. La presencia del silencio es esencial para completar la receta de la “radioterapia” en las actuales épocas de caos mediático y en estos tiempos de ruido.
(*) Educador y Comunicador
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