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Domingo 13 de abril de 2014

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Cultural El Duende

El gato que ladra

Los cholos carnales de Raúl Lara

13 abr 2014

Fernando Rodríguez C. afirma que Picasso, “al identificarse a sí mismo como bufón, estableció la pintura moderna y al artista moderno como arlequín o bufón… La importancia del artista-bufón es la de mostrar ciertas verdades. Ya no es la estética de la belleza sino la estética del mostrar la sociedad”. Los críticos Fernando Calderón G. y Javier Sanjinés C. realizan una lectura de la realidad desde “Achachicala” el acrílico del artista plástico Raúl Lara (1940 - 2011)

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Tercera y última parte

Fernando Calderón (F.C.): Te interrumpo, Javier, para continuar la lógica de tus afirmaciones. No estoy de acuerdo con este tu deseo de ver en los cuadros de Lara un rompimiento con la modernidad. Sin embargo, voy a seguir tu ejercicio mental, y especular sobre los cholos del cuadro como significantes visuales. Creo que apoyas tus argumentos en el primer Barthes, es decir, en el Barthes de “El grado cero de la escritura”. Y tu comparación con Lara es interesante porque refuerza la noción barthesiana que afirma la presencia de múltiples escrituras que subvierten la creencia burguesa en la imaginación individual soberana. En tal sentido, el “autor” ha muerto y cedido el paso al texto que solamente puede ser abordado desde sus múltiples lecturas. En tu lectura de “Achachicala”, has reemplazado al “cuadro pintado por Raúl Lara”, con la noción posmoderna del “texto” como el proceso de “escritura” en que el pintor está ausente. No me queda claro, sin embargo, cómo relacionas esto con la noción de “bufón”.

Por otra parte, te decía, Javier, que la identidad es tema de la modernidad. Lo que tú ves no es la mirada de los pasajeros de la micro, sino tu propia mirada. Entonces, cuando hablas de la soledad de los personajes, en realidad hablas de tu soledad; lo propio ocurre con el deseo voluptuoso que es tu deseo voluptuoso.

Tú, Javier Sanjinés, estás en la micra y eres partícipe del juego de miradas. Y eso es, en mi criterio, lo fantástico del cuadro. No es la fantasía posmoderna, como una especie de simulacro consumista, la que prima en mi lectura, sino la gran capacidad de Lara para involucrarnos en las múltiples lecturas del cuadro. Te repito que, para mí, el cuadro es profundamente bello. Al contrastar sus colores, veo formas oscuras que adquieren sentido y fuerza con los lentes amarillos y la corbata roja. Son contrastes que resaltan la pasión carnal. Y esta pasión tiene como centro las piernas de la mujer. Estas piernas de mujer redefinen el criterio estético. No se trata ya de la estética estilizada de la moda actual; tampoco la estética de cuadros de siglos pasados, sino la estética del cholaje que plasma nuestra forma de ser cholos, cholos bolivianos. Ésa es la estética de mujer que se desea. Las piernas son, pues, bellas, aunque no sean las de una modelo francesa.

Javier Sanjinés (J.S.): Por cierto que existen en “Achachicala” los aspectos fenomenológico- existenciales que pertenecen a la “imaginación” moderna. En mi lectura, sin embargo, la imaginación no es sublimante ni responde al criterio moderno de belleza. En tal sentido, la “imaginación” moderna cede ante el “imaginario” posmoderno. Lo carnal, lo voluptuoso, son elementos de lo “sublime posmoderno”. La misma quietud de los pasajeros, quietud que tú también percibes en el cuadro, responde a un proceso autorreferencial que no tiene “antes” ni “después”. En mi criterio, los modelos de imaginación entran en crisis con los paradigmas posmodernos de observación. En este sentido, si hablamos de una imaginación posmoderna tendríamos que referirnos a la parodia de esta imaginación. Por eso me parece, Fernando, que “Achachicala” ingresa en ese juego paródico de lenguaje visual en el que el espejo y los lentes son también textos significantes sin origen definido; son textos que invitan a todos los espectadores a ejercitar su libre imaginación. En tal sentido, acepto tu afirmación de que el cuadro de Lara puede ser leído como un acto libertario. Para mí, sin embargo, este acto libertario no responde a hermenéutica moderna alguna, es decir, el acto libertario es tal porque se aparta de la ciencia que busca descifrar los sentidos ocultos de estos textos. Es también libertario porque el observador puede opinar sin recurrir a la solemne autoridad del crítico, y especular sobre la pluralidad de sentidos. En otras palabras, si no hay pintor que nos obligue a ver el mensaje “verdadero” del cuadro, tampoco hay un “significado original” que el crítico de arte deba revelar. La muerte del pintor-autor también significa la muerte del crítico.

Si el pintor-autor ha muerto, ¿cómo es que sobrevive el artista-bufón? Mi especulación difiere un tanto de las apreciaciones de Rodríguez Casas. Mira, Fernando, no es, en mi criterio, que el artista-bufón deba revelamos la sociedad –sin duda, hay mucho de social en toda pintura– sino que nos arrastra a realizar una lectura “erótica” que rompe con la sublimación, con el ego homogéneo, obligándonos a experimentar el goce visual, es decir, la “jouissance” de los múltiples espejos, el juego paródico que ellos producen. Este goce erótico que produce la observación de lecturas múltiples, nos lleva a nosotros, los observadores, a “deshilvanar” los múltiples sentidos de “Achachicala”, es decir, a deshilvanar el ovillo del “ch’enqo cultural” que es Bolivia, pero no a “descifrar” la complejidad de la realidad boliviana porque tal desciframiento es ya imposible. Sin modelos hermenéuticos de análisis, la pintura contemporánea (quizás sería mejor hablar simplemente de escritura) no puede asignar sentidos últimos a sus “textos”. En realidad, no puede asignar sentidos últimos al mundo que le circunda, es decir, a la realidad social. El acto libertario, entonces, es antiteológico porque rechaza la imaginación del autor, de la razón, de la ciencia y de la ley.

Quiero, por último, hablar de esos centros de fulgor a los que tú correctamente aludes como “centros de pasión”. Tanto las piernas femeninas como los anteojos, significantes recurrentes en Raúl Lara, son imágenes subversivas que se apartan de los “mensajes” y de los símbolos. Estas imágenes, en mi criterio, conforman los sentidos “obtusos” de la pintura, sentidos que son, en los escritos de Barthes, significantes que sobrepasan el análisis racional y que obedecen a la especulación bufonesca de los excesos. Indiferentes a la moral y a las categorías estéticas establecidas –por eso me resisto a pensar en ellas con el criterio de belleza– estas imágenes significantes responden a la cultura popular de la fiesta y del carnaval.

F.C.: Por eso pienso que lo que llamas “centro de pasión” se forma en la intersección entre la censura y el deseo. Lo que es genial en este cuadro, y es también un testimonio de la época histórica en que vivimos, es que los múltiples sentidos relativos de “Achachicala” se adelantan a la construcción de la nueva realidad social. El cuadro acepta múltiples miradas, pero se resiste a una única interpretación. El cuadro apela, entonces, al relativismo como condición expansiva del propio pluralismo, tema este último que es central en la construcción de la Bolivia contemporánea.

J.S.: Pero imaginar nuestra nueva sociedad estaría, en la propuesta posmoderna, más allá de las posibilidades de la imaginación.

Fin

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