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Domingo 13 de abril de 2014

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Cultural El Duende

Homenaje a Jorge Calvimontes y Calvimontes

13 abr 2014

Oruro, 1930 – Ciudad de México, 2013

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“Valiente y vigoroso poeta altiplánico”

En el Día mundial de la poesía, los miembros del PEN Internacional Bolivia, filial Cochabamba, recordamos a un poeta extraordinario, cuentista, ensayista, historiador y docente de la Universidad Autónoma de México durante cuarenta años: Don Jorge Calvimontes y Calvimontes, quien falleció en diciembre del año pasado, en New Jersey, Estados Unidos, a los 82 años de edad.

Maestro en Comunicación y Periodismo por la Universidad Carolina de Praga, y doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, con una investigación en torno a la crisis, la cohesión y la resistencia en Bolivia. Creó las Facultades de Comunicación Social y de Antropología en la Universidad Técnica de Oruro, fundó allí el Colegio Aniceto Arce y fue uno de los promotores del Solsticio de Invierno, programa cultural realizado cada año, desde junio hasta julio en la ciudad de Oruro. A partir del año 1972 fue Profesor del Centro de Estudios de la Comunicación, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Conocí a Don Jorge Calvimontes al poco tiempo de haber llegado yo a México, el año 1997. Personaje singular, de cabello blanco y abundante, alto, fornido, con una manera suave al hablar; iba acompañado por su esposa, Felicidad Luján Claure, una dama grácil, amable. Me enteré luego que era uno de nuestros consagrados bolivianos en México. Que, muy a pesar suyo, tuvo que salir de la Patria por sus convicciones; de hecho, por haber denunciado, en su poema vigoroso, La noche de San Juan, el asalto militar, en 1967, a los centros mineros , Llallagua y Huanuni, en el .

Más tarde, supe de sus obras, tales como: Esas tus manos Che, Memorias del Viento, Carbonero del Silencio, Dilemas del Siglo XX. Me encontré con La Jodienda y sus misterios, Un relámpago de siglos, El Reportaje, La Voz del Pueblo. Y bien recuerdo las obras tituladas, Neruda, a cien años de su vida, Duna Poética y Reloj de Arena, un libro colectivo, publicado periódicamente, que al final llegó a la veintena.

“Don Jorge”, como le llamábamos los residentes bolivianos en el Distrito Federal, fue un ideólogo de pensamiento elevado y sentimiento profundo, comprometido ética y políticamente con la realidad latinoamericana en general y boliviana en particular. Mediante un lenguaje muy suyo: vivo, potente, avasallador, al igual que poético, habló por sus compatriotas, por nosotros, dando a conocer nuestra íntima realidad boliviana en México y en el mundo.

Don Jorge Calvimontes fue un ser de gran calidad humana. Hombre sencillo; en su casa no había ostentación, diplomas ni reconocimientos colgados en las paredes. Llevaba muy dentro de su corazón los galardones bien merecidos que obtuvo en su sólida trayectoria, como ser, entre otros, el Gran premio nacional de poesía de la UTO, el Jazmín de Plata del Certamen Nacional de Poesía de la Sociedad 10 de febrero, el premio a los Juegos Florales de la UMSA y el gran premio de Poesía Mazorca de oro en el Certamen Canto al Valle, Unión Nacional de Poetas, Cochabamba. Muy dentro llevaba también los diferentes reconocimientos y homenajes de los que fue objeto a lo largo de su carrera. El último Gran Homenaje por su talento creativo y el amor de toda la vida que tuvo a la Patria se realizó en agosto de 2011, durante la XXIV (vigésima cuarta) Feria Universitaria del Libro en Pachuca, Estado de Hidalgo, México.

Respetado y admirado por amigos, colegas y por las generaciones de alumnos que formó durante 40 años de ejercicio docente, asistía siempre risueño a toda actividad, celebración, aniversario, exposición que tuviera que ver con Bolivia. Quizás, por haber estado lejos de la patria, el amor hacia ella fue más profundo. Un sentimiento lleno de cariño, de nostalgia por esta “tierra fugitiva”, como una vez la llamó hablando de su retorno definitivo a Bolivia, ¡cuánto deseaba volver! Retorno que se postergaba debido a diferentes razones y finalmente a raíz de su enfermedad cardiorrespiratoria. Era un boliviano amante de su terruño, al que jamás olvidó.

Cabe citar algunos fragmentos de su poema en prosa Rodando de nube en nube, un canto a Oruro, su ciudad natal (tomado del libro Un relámpago de siglos, pp. 36-38):

“Mil caminos me llevaron a otras tierras y otros cielos… Bajo el manto de la noche anduve, guareciéndome del odio…” / “No pude olvidarte nunca, ni siquiera cuando nuevas primaveras me sonrieron. Te llevé metida adentro del morral de mis tesoros…” / “Aquí, te llevo al centro, encarnada escarapela de mis sueños y principios, lo mismo escapulario, talismán de vida ardiente…” / “Este es mi canto, Oruro, mi palabra conmovida, arroyo de sangre joven que en tus viejas sementeras hace fértil la esperanza.” / “Soy, a tiempo de ser tu hijo, un tambor que repercute, rodando de nube en nube; sólo así navego el tiempo de un relámpago de siglos.

Hoy, en este día especial, rendimos homenaje al que en vida fue Doctor Jorge Calvimontes y Calvimontes quien, como lo definiera Yolanda Bedregal: fue un “valiente y vigoroso poeta altiplánico”, que enalteció nuestra Patria con su obra de vida.

Teresa Rodríguez Roca. Escritora

Miembro del PEN

Internacional – Cochabamba.

Cuando muere un poeta, muere una estrella

Cuando muere un poeta, muere una estrella, y recién acaba de morir Jorge Calvimontes en México, astro lejano y brillante con estela de luz andina y raíz de altipampa.

Escucho su voz anciana sorprendiéndome cómo degusta pausadamente sus evocaciones de antaño. Lo observo contemplando acucioso los cuadros de belleza que la artista Carmen Villarroel le obsequia y en respuesta agradecida, Calvimontes retribuye con un verso en su quichua materno: “Yachachiwuay Khoriquenty/ Thikcajsta chonkharicuyta/ Nokhataj yachachiskhayqui/ Tucuysonkoy munacuyta”. Enséñame Oh picaflor/ a libar de las flores / que yo te enseñaré/ a querer con todo el corazón”.

Muchos años han pasado cuando en Ginebra escuché la voz del poeta, pero en otro ritmo y en tono mayor, un recitativo de Samuel Siles Alvarado: “La Fogata de San Juan”, del poeta que enmudeció al auditorio en el Primer Congreso Nacional de Poetas de Bolivia, en 1967, cuando denunció en Sucre, al otro día de la masacre de mineros en Llallagua y Siglo XX.

Hoy, viaja a la eternidad y el olvido cruel le amenaza. Recito su poema con vivo sentimiento de furia compartida; con él, invado la atmósfera del recinto familiar y, la sangre del corazón se detiene en mis entrañas: “Te lo juro hermano mío, yo solo vine a cantar/ pero en junio se ha encendido/ la fogata de San Juan/ con la vida de los niños que un día pidieron pan./…/¿Por qué has manchado el rocío con la sangre general?/. ¡Silencio!, niño, no te vayan a quemar/ …/¡Desgarrado siento mi pe…/ ¡Silencio!, te estoy matando/ ya no podremos cantar/ “Viva mi patria Bolivia” /ra ta ta tac tac/ Ay compadre, te he matado/ no debías protestar./ El fuego se está apagando/ las piedras van a llorar/ Sigan matando mineros/ soldados sepultureros del funeral nacional/…/ ¡Cómo han brillado esa noche/ tus galones General!/…/ Te aseguro hermano mío/ yo sólo vine a cantar/ pero es tan profundo el frío/ que ha sentido un general/ que es probable que mañana/ también nos quieran quemar”.

Por asociación evoco también a Gonzalo Vásquez Méndez con su poema eterno “Mi país, nacido para el tiempo y la esperanza / ha descendido al fondo de la pena”. Se allega a la evocación Mario Lara López con su salmo a la guerrilla de Ñancahuazu “Cuando era el tiempo de torcerle el cuello a la pobreza, hacer del desempleo una piltrafa y ahogar la corrupción en un espejo”. Jorge Suárez pide la palabra lanzando un grito de amenaza: “Carajo, quiero un fusil / Dadme un fusil compañeros / Manuel ha muerto en abril”. Sí, con Jorge Calvimontes forman un corro de poetas esenciales.

Sin comunicación previa, pero extrañamente unidos en el sentimiento de homenaje, leo un hermoso artículo de Raúl Prada Alcoreza: ¿Qué es la Poesía? Su escrito me conduce a releer al gran poeta de Los Heraldos Negros, Trilce, el nostálgico de la dulce Rita de junco y capulí, el que murió en Paris un jueves como hoy. Y por ende a Neruda en sus inicios comunistas con aquel primer poema proletario de los primeros días de septiembre de 1936, a sólo pocas semanas de la muerte de Federico García Lorca, poema de los que después formarían el libro “España en el corazón”: “No han muerto! Están en medio de la pólvora,/ ¡De pie, como mechas ardiendo!/ Sus sombras se han unido/ en la pradera de color de cobre/ como una cortina de viento blindado,/ como una barrera de color de furia,/ como el mismo invisible pecho del cielo…”.

Es el mismo espíritu y la idéntica melodía, la misma voz que cantan su endecha social gargantas distantes, es la misma sangre que hierve y vibra en las entrañas de poetas con heridas. Se trata de un cantar de música profunda, excelsa en un mensaje, aquel que ilumina ya, el alba de la convivencia humana, en nuestra Patria y en las otras; aquella que se pergeña profética del advenimiento de la futura Nación Humana Universal.

Bendito Jorge Calvimontes Calvimontes, descansa en paz.

Gastón Cornejo Bascopé. Médico.

Miembro de la Unión de Poetas y Escritores, Cochabamba

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