Alfonso Gamarra Durana, un señor de la amistad y la palabra
13 abr 2014
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Cuando un ser querido por sus méritos, su personalidad, su don de gentes y su sabiduría se va a la Eternidad de Dios, duele profundamente en el alma y en el corazón. Esto es lo que sentí al conocer el fallecimiento del Dr. Alfonso Gamarra Durana, un leal, honesto y sincero amigo, un colega en la Academia Boliviana de la Lengua; pero, sobre todo, un hombre que honró a su familia, a sus amigos, a su profesión y al país.
Profundo en sus ideas, consciente y responsable en el ejercicio de su profesión de médico con la especialidad en Cardiología, brindó amistad, dedicación profesional, esperanzas y consuelo a sus parientes; quienes lo trataron como médico lo recuerdan como un hombre modesto pero con grandeza de corazón y profundidad de sentimientos. Fue el médico que supo cumplir fielmente el juramento hipocrático y el propósito de ser cabal en todo acto de su profesión.
Como Académico de la Lengua Española, honró a la institución, exaltó al idioma con sus escritos, mostró la grandeza de la lengua española y la usó a cabalidad, con perfección y altura. Sus libros y sus artículos lo muestran como ejemplo de lo que debe ser un escritor que ama la vida, la belleza y la perfección de la palabra que comunica a todos y engrana sentimientos.
Su muerte, prematura desde todo punto de vista, creó desconcierto y desazón en quienes lo queríamos; causó dolor y amargura en sus familiares con quienes cumplió como el mejor esposo y padre. Como amigo fue inigualable porque tenía la característica de no ser soberbio y menos petulante por lo que era y sabía; sentía que su corazón latía al unísono de todos los que lo rodeaban.
Leer sus escritos es adentrarse en la cultura, en la historia, en el uso cabal y correcto del idioma porque sentía que cada palabra era portadora de un mensaje y un ruego para alcanzar lo bueno, lo sublime de la vida que es don otorgado por Dios.
El Dr. Alfonso Gamarra Durana fue gran amigo mío porque ambos honraros esa amistad y él, con generosidad inigualable, prologó mi último libro “Para qué escribir”. Uno de los párrafos que escribió dice: “Este libro es el crisol donde se funden las experiencias periodísticas de Mariaca, en el sentido que las manifestaciones humanas se resumirían en capítulos. Así se acerca a los procesos de la cultura y al desarrollo de la política, como condiciones inherentes a los habitantes; se plantea problemas interesantes y difíciles, con tono austero, de juez probo, porque se aleja del sentimentalismo. Quiere obtener un resultado emanado de la prosa correcta o axiomática. Pero tiene vitalidad en sus párrafos, y muy frecuentemente aparece el brío y el brillo de quien se enardece porque su finalidad es aleccionar. Quiere mostrar que, como académico, es capaz de ver más allá de las fronteras de un género; de hallar un diagnóstico convincente; y luego, colocar la mejor frase para sustentar su argumento; y como persona de bien, acarrear un ideal no siempre fácil de explicar”.
Estas frases, junto a muchas que contiene el prólogo, me honran más de lo merecido; pero, en todo caso, honran la amistad que nos unió y muestran lo amplio, honesto, sincero y profundo en pensamientos que era el Dr. Gamarra Durana, un señor de la amistad y la palabra que Dios, estoy seguro, lo tiene en Su seno, entre los mejores que han vivido y han sido práctica permanente de virtudes.
Armando Mariaca Valdés.
Miembro de la Academia Boliviana
de la Lengua.
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