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Domingo 13 de abril de 2014

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Revista Dominical

La verdad nos hace libres

13 abr 2014

Por: Práxides Hidalgo Martínez

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Siempre que nos ocurre una tragedia, ya sea que nos afecte individualmente o como grupo, recién nos ponemos a evaluar, a reflexionar sobre nuestras actitudes y comportamientos, por lo que la expresión es: si hubiera… si hubiéramos…, etc, pero ya las consecuencias de nuestros actos están ahí. Es cierto que algunos errores pueden ser subsanados, enmendados, pero cuando ellos afectan a vidas, ya no se puede hacer nada. Ni las indemnizaciones más altas devolverán la luz a los ojos que se cerraron para siempre.

Las reacciones de los involucrados directa o indirectamente son diferentes, pues las repercusiones también, además cada cual percibe y visualiza las situaciones desde su propia óptica, pero creemos que debiéramos tener algunos puntos de coincidencia, no simplemente para encontrar culpables, sino para aprender, para evitar más tragedias, pues ellas no se gestan por casualidad, obedecen a causas que se han ido generando poco a poco, que han tenido un comienzo por lo tanto deben tener un desenlace, son semillas que hemos derramado en algún momento, que con el paso del tiempo han ido germinando hasta tener un resultado.

Si analizamos con ojos críticos, la marcha de nuestra sociedad, nos encontraremos con una avalancha de situaciones que se han salido de su cauce, debido a que en lugar de formarnos, de educarnos de ir adquiriendo una cultura ciudadana, del “buen vivir”, como pregonan hoy, antes bien estamos en una espiral del caos, cada quien piensa que tiene el derecho de hacer lo que mejor le parece, sólo pensando en uno mismo, no en el otro, cuando el yo es siempre un tú, y el tú es un rostro, vale decir que sin el otro no existimos, de ahí que en términos de educar en el siglo XXI se hace referencia a “la otredad”, no estamos solos, compartimos el espacio, el aire con otro, pero nos hemos olvidado de este principio, que es la razón de ser de la humanidad, ¿será por eso que la Unesco pide en educación: humanizar al ser humano?

Hemos aprendido que las sociedades se organizan y crean sus normas para la convivencia pacífica, respetando al otro, respetándonos, por eso es que todos los países se rigen por sus Constituciones, se legisla, se crea una serie de leyes destinadas a cuidar la existencia, la supervivencia no solo de los seres humanos, sino de todo cuanto existe en la naturaleza, buscando la convivencia en armonía, regida por esas normas que los propios seres humanos gestamos.

Pero, ¿se cumplen las leyes? Si revisamos las nuestras, tenemos para todo, pero solo como enunciado, pues puede más la presunción, la creencia de que lo puedo todo, no importa si en ese recorrido atropellamos los derechos de los otros, no interesa si invadimos su espacio, no, pues somos omnipotentes por eso rompemos con toda norma, puesto que rompiéndola nos creemos superiores a los demás, a quienes vemos como tontos, inútiles, bobos porque no son capaces de jugar con su audacia, con su soberbia desafiando todo lo establecido.

Les cito algunos ejemplos: tomar en las calles, en los automóviles a cualquier hora y cualquier día, en espacios públicos a título de aniversarios, ¿entonces para qué la LEY 259?; contaminación acústica que emana de domicilios particulares, de locales de fiesta, de automóviles, de tiendas comerciales, ¿dónde se queda la LEY 1333 Art. 42?; no estacionar a ambos lados de la calle cuando ella es de doble circulación, no pueden tampoco circular automóviles sin placas ni con vidrios rayban, no girar a la izquierda, pero el no es casi siempre sinónimo de sí, ¿qué dice al respecto el Código de Tránsito y otras disposiciones?; no pasar en luz roja, pero algunos choferes de coches último modelo son daltónicos, así como algunos de servicio público; y, otras movilidades llevan este tipo de textos: “para qué tomar y correr si puedes fumar y volar” o “Quítenme la vida, pero no la bebida” ¿A qué estamos incitando? ¿Qué dice el Código Penal? Sobre la proliferación de locales de fiesta con excesivo consumo de bebidas alcohólicas, cuando se reclama a las autoridades correspondientes, responden que existe una ordenanza municipal desde 2007 prohibiendo nuevas aperturas, pero… se ha incrementado, algunas avenidas tienen cada media cuadra un local. También hemos aprendido que cerca a colegios, iglesias, no deben ubicarse estos locales, pero si hacemos un recorrido comprobaremos que esto no es así. Podríamos seguir citando muchos otros ejemplos; más, ¿para qué amargarles su día? Si usted y nosotros somos testigos de estas arbitrariedades. ¿Seguridad ciudadana? ¿Así?

Sin embargo, debemos preguntarnos sobre las causas. Para quien se atreve a escribir estas líneas, obedece a nuestro analfabetismo funcional, pues si bien nos hemos apropiado del código, de la lengua, no sabemos descifrar, interpretar, descubrir lo que portan los mensajes, sean textuales, a través de imágenes o de signos y símbolos, amén de que estamos rodeados por ellos a cada paso. Empero, desde el simple hecho de circular por la media calle, sin respetar la acera, que es la vía para los peatones, no lo hacemos, por lo tanto transgredimos las normas, pero también la normatividad de la lengua, ya que ahora, cada hablante piensa que debe escribir como se le ocurre sin tomar en cuenta que la lengua pertenece a una comunidad y se hace uso de ella para relacionarnos.

Pudiera parecer baladí lo que antecede, pero si al niño o niña le enseñamos a respetar las normas de su idioma o lengua, no romperá las demás. A todo esto debemos agregar, que no comprendemos las intenciones de los mensajes, por eso no los entendemos, tampoco distinguimos los conceptos, las representaciones que tienen las palabras, nos quedamos o repetimos solo sus significantes, no descubrimos sus significados, ya que pasarela, es para pasar, no para estacionarse. Si volcamos nuestra mirada crítica a todo y a todos quienes nos rodean, comprobaremos que somos infractores en potencia.

¿Qué hacer? Seguir viviendo encarrillándose a lo que parece normal, o dejar pasar, dejar hacer, o simplemente no complicarse la vida aplicando la frase de “quién se va a hacer de mala sangre”. Algo se tiene que hacer o estamos condenados a autodestruirnos como sociedad. Al respecto recuerdo la frase de un historiador, cuando el imperio romano derrumbó los pilares sobre los que se sustentaba: “Roma no se hundió, no se destruyó, se pudrió”.

Hacíamos referencia a respetar aquello que parece tan simple: la lengua, pero que es importante debido a las implicaciones sociales y políticas que tiene. Si enseñáramos a hacer uso de ella para mejorar nuestras relaciones, estamos seguros que estaríamos mejor. Seguimos enseñando nada más que gramática, olvidando que la concreción de la lengua en actos de habla, nos permite testimoniar nuestras vivencias, experiencias, afectos, etc. que se comparten con los demás a través de diferentes tipos de textos, cada cual cumpliendo una función social. Así, por ejemplo si leemos un letrero que dice: “No fumar”, “Guardar silencio” o si nos encontramos con un semáforo con luz roja, nos está instruyendo, nos está ordenando, está apelando a que obremos de una u otra manera, pero como desconocemos las intencionalidades de los textos que nos permiten comunicarnos, actuamos de manera diferente. ¿Entonces para qué creamos textos, si ellos no nos sirven para comunicarnos e interactuar?

Un escritor español, cuando analiza la crisis de los sistemas educativos vigentes, acuña la expresión de: “cuando la escuela apostó al caballo equivocado” ¿Realmente se ha apostado equivocadamente? Creemos que sí, nuestro sistema educativo ya no forma, ya no educa, ya que a sus administradores lo único que les interesa es aplicar y cumplir con un calendario escolar, con unos contenidos y con una medición, no evaluación, por eso sistema es igual a control estatal. Por mucho que hagamos reformas en cada cambio de gobierno, ellas no responden a los intereses y necesidades de la sociedad actual. Cuánta razón en aquella afirmación de: “estamos educando en aulas del siglo XXI con contenidos del siglo XIX”

Estarán pensando que no solo nos formamos en la escuela, verdad, también el rol de la familia está cambiando, por diferentes razones, pero dentro la escuela, la familia estamos personas, es por eso que todos somos productos de un sistema, del cual algunas logran desgajarse, esas son las visionarias, las críticas, las reflexivas.

¿Cómo y cuándo cambiar esta realidad? Cuando nuestros gobernantes locales, nacionales, inviertan en educación, en la formación de la persona, en el desarrollo humano, en lo intangible, en aquello que tendrá resultados mediatos, no inmediatos, ¿será por eso que se prioriza lo tangible, lo objetivo?, aquello que es inmediato, como la infraestructura, competencias internacionales para ser vitrina de intereses de pocos, no de la mayoría. ¿De qué vale mejorar económicamente, si esa mejora no va aparejada al desarrollo personal? ¿Si no vamos o no sabemos invertir en nuestro provecho como seres humanos, para nuestra mejora personal y social, para nuestro crecimiento y de nuestra sociedad?

¿Qué de la formación permanente, de la revolución teniendo como arma al libro?, ¿o le seguimos teniendo miedo?, pues alguien dijo que un libro es más peligroso que una ametralladora. Qué bien le viene a este momento la canción de Piero: “Estudiar era delito, saber poco era normal, saber era subversivo para el señor general porque el pueblo cuando lee, no lo engaña un brigadier”. Necesitamos formar personas críticas, maduras, que sepan tomar decisiones, tras pensar, tras razonar. Es hora de destinar recursos en los POAS para el desarrollo humano.

«Cada cual puede buscar su felicidad como mejor le parezca, siempre que al hacerlo no lesione la libertad ajena” Emanuel Kant.

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