No se necesita mucho estudio sociológico o psicológico para darse cuenta que existen cuatro tipos de personas que se desenvuelven en la vida social. Dos de estas personas son negativas (¿ven-gativas?), y dos son positivas (¿pro-positivas?); es decir, la vida social y las relaciones sociales muestran a las personas en sus acciones y reacciones como apáticos, antipáticos, empáticos y simpáticos, respectivamente.
Para entender las características de estas personas recurrimos a un ejercicio gramatical simple cuyo resultado nos aproximará a la pregunta esencial de la naturaleza humana, ¿el ser humano es esencialmente bueno o malo? Tal vez es sólo un ser social, por naturaleza, que con lo que dice y hace, o no dice y no hace, muestra su dimensión interpersonal, que define su forma de ser y sus interrelaciones con los que le rodean.
En este sentido, primeramente se debe entender a la palabra “pasión”, como sinónimo de sentimiento, afecto, buen ánimo y sufrimiento, pues pasión viene del griego “pathos”; y por otra parte hacer un análisis gramatical de los prefijos que conforman las palabras en cuestión, los prefijos a (sin), anti (contra), em (en) y sim (con), que unidos al radical gramatical “patía”, dan forma a dichas palabras y sus significados.
Los apáticos son personas con sentimientos privados, si asumimos que la acción de la pasión es sentir o no sentir; estas personas rechazan y se privan de un sentimiento, por eso es fácil darse cuenta que hay personas a-páticas frente a un sentimiento colectivo y común; es decir, personas que se muestran “sin” sentimientos, privados de una pasión frente a la alegría de todos. Y de estas personas hay muchas en acontecimientos festivos donde deberían alegrarse, pero no ríen ni sonríen, o en acontecimientos fúnebres donde ni lloran ni sollozan. Si los unos bailan o cantan, ellos no hacen nada, si otros sufren y lloran éstos no hacen nada, son vacíos, huecos, deshabitados. Este tipo de personas pueden ser peligrosas en la construcción de las relaciones interpersonales y la consolidación de lo social.
Los antipáticos, ellos son peligrosos sí, pero no tanto, pues por lo menos sabemos que están en contra de nosotros, o en contra de nuestros sentimientos. Si los primeros no tenían sentimientos o los tenía privados, los segundos son más oscuros, van en contra del sentimiento; o sea, te arruinan la fiesta, son aguafiestas, llorones, quejumbrosos, criticones; se sientan en un rincón del salón a hablar mal de las cosas buenas, para ellos las bellas son feas, las feas son bellas, no tienen un control sobre su actitud pertinente; la alegría es tristeza, la tristeza les alegra, el amor es odio y el odio les gusta, les complace; y lo peor es que pareciera que disfrutan de su antipatía.
Los apáticos y antipáticos son personas negativas que no encajan en espacios y tiempos de confraternidad y construcción de lo social. Sin embargo, en la ley de la compensación, a estas dos personas negativas, se les contrastan dos tipos de personas positivas: las empáticas y simpáticas.
¿Y quiénes son las personas que se ponen en tu lugar cuando sufres un problema o cuando te acoge una pena? Las personas empáticas. Ellas te abrazan cuando quieres un abrazo, te besan cuando esperas que te besen. Lloran cuando lloras, ríen cuando ríes, bailan cuando cantas y cantan cuando bailas; se complementan, se funden y con-funden con tus propios sentimientos. Los empáticos te ayudan al escuchar tus problemas, están en las mismas, en las buenas y las malas, están “en” tu mismo sentimiento, por eso son empáticos. La empatía es la materia prima de la amistad.
Y, finalmente, los simpáticos, a donde se puede llegar con la empatía; o sea, ser simpático es vivir “con” sentimiento, vivir “con pasión”. Las personas simpáticas son aquellas que demuestran pasión total y sentimiento absoluto con sus semejantes, con su prójimo, en todas las cosas que hace, en sus acciones y reacciones, en los emprendimientos. Son amables en la adversidad, son amigos que no entienden la enemistad, son pacíficos y plenos en la libertad. Son felices. Ellos son el motor del mundo y la humanidad, alegran, divierten, gustan, conquistan y enamoran; de por sí son bellas por dentro y por fuera. Ellas sienten lo que debe sentirse, presienten, consienten y nunca se resienten.
(*) Educador y Comunicador
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