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Domingo 30 de marzo de 2014

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

¿Un Padrenuestro chuto?

30 mar 2014

TAMBOR VARGAS

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Fue en el templo cochabambino del Hospicio, a cargo de los frailes franciscanos. Concretamente, el martes 11 de marzo de 2014, en la misa nocturna de las siete; el celebrante, supongo que un franciscano, aparentemente boliviano.

Aunque ya desde el comienzo de la liturgia un técnico habría podido percibir en el celebrante cierto prurito de ‘personalización’ ritual, ésta explotó en la homilía. Y no precisamente por algún gesto estrambótico y genialoide o por una puntual salida de tono, sino por su mero contenido central.

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Empezó con unas frases sobre el permanente progreso de la ciencia bíblica, que –según su opinión–conduciría a una mejor comprensión del texto sagrado; siguieron otras tantas sobre una presunta ‘teología espiritual’, en la que –es de suponer– el celebrante quería colocarse.

Y entró en materia. Apelando a algún ‘teólogo espiritual’, que no mencionó, asentó su tesis (del predicador y de los presuntos teólogos espirituales) de que el Padrenuestro es una oración trinitaria. ¿Qué entendía con esta tesis? Si no me equivoco, que en él nos dirigimos sucesivamente a las tres Personas Divinas. Y a continuación se dedicó a darnos su singular reinterpretación espiritual del Padrenuestro ‘trinitario’.

Lo hizo sacándose del bolsillo una explicación del texto que permitiera encontrar efectivamente a la Santísima Trinidad; es decir, practicando algo parecido a aquel conocido jueguito de palabras (’donde digo digo, no digo digo: digo Diego’). Dando ya por supuesto que el Padrenuestro va dirigido al Padre, a quienes había que ‘poner’, eran al Hijo y al Espíritu Santo. Y para ello se valió de unos recursos que no tendrían nada que envidiar a los más refinados de cualquier prestidigitador, ilusionista o ventrílocuo: así se hicieron ‘presentes’ el Hijo y el Espíritu Santo. Que era de lo que se trataba. No faltaba más.

¿Pruebas? No aparecieron por ningún lado. Quien hablaba lo decía, supongo que en nombre de aquella su teología o su exégesis ‘espiritual’. En los hechos, pura arbitrariedad. ¿Acaso un acto de ‘devoción’?

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Ante mi sorpresa, prefiero consultar el Catecismo de la Iglesia Católica. La primera sorpresa es que la palabra ‘Padrenuestro’ no figura en el índice temático final, a pesar de dedicarle más de veinte páginas (nºs 2759-2865); la segunda, que no se propone esclarecer específicamente si existe aquel ‘carácter trinitario’ de la ‘oración dominical’ (nombre tradicional dado al Padrenuestro no sólo el Señor Jesucristo la formuló y recomendó, sino que la enseñó como modelo insuperable de oración cristiana). Pero, si entendí bien la homilía de marras, lo que de ella llamó mi atención fue que entre las siete peticiones del Padrenuestro las había dirigidas también al Hijo y al Espíritu Santo (en esto consistiría cabalmente su carácter ‘trinitario’).

Pero en el Catecismo mencionado sí se habla de la “oración al Padre” (nº 2765); y que quienes reciben los Sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo y Confirmación) “aprenden a invocar a su Padre” (nº 2769); y todavía, que las “peticiones al Padre” son específicas de la Nueva Alianza (nº 2771). Parecería, pues, que el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que en el Padrenuestro nos dirigimos al padre, primera Persona de la Trinidad.

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Que así se deforme el Padrenuestro nos permite medir el grado de irresponsabilidad a que pueden llegar ciertos celebrantes litúrgicos en la Iglesia Católica actual. En este caso, no con la prostitución de sus ritos, sino con la arbitrariedad de la doctrina enseñada por quien preside la celebración y de quien los fieles esperan que enseñe, no sus ‘teorías’, sino la auténtica doctrina de la Iglesia.

Y digo que esto, en el caso del Padrenuestro, resulta tanto más escandaloso cuanto que se trata de un texto del Nuevo Testamento difícilmente superable en transparencia para todo nivel de cultura y para todas las culturas: es de los textos más directamente comprensibles, sin necesidad de ningún tipo de glosas ni de apostillas. Y a este respecto a uno le viene inevitablemente a la mente aquella otra ‘perla’ que nos impone la profanación litúrgica post-Vaticano II y que nunca se denunciará suficientemente: me refiero a la peregrina costumbre que algunos celebrantes tienen de cantar una ‘transposición’ del texto bíblico como introducción (¿más inspirada / inspiradora?) a la recitación que sigue del pobre Padrenuestro; como si este texto fuese tan hermético y esotérico ¡como para tener que ir precedido de otra versión más accesible! Una aberración más en una ya larga lista de aberraciones.

Sean o no sus palabras ipsissima verba Iesu, se trata de una enseñanza directa de Jesucristo: ¿a quién se le puede ocurrir la peregrina idea que, de haber querido repartir sucesivamente sus peticiones entre las tres Personas del Dios Trino, no era capaz de nombrarlos explícitamente? Y lo hubiese hecho con la misma cristalina transparencia con que lo hizo al recurrir a un vocabulario tan casero como el que encontramos en el texto conocido. Y sin necesidad de que, veinte siglos más tarde, unos teólogos ‘espirituales’ tuvieran que venir a completar su divina ‘incapacidad’...

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De un sacerdote que se atreve a tales osadías no puede sorprender absolutamente nada. Como por ejemplo, que a la hora de dar la bendición final, de su propio estómago nos saliera con un “Dios misericordioso” en lugar de “todopoderoso”. Y más grave todavía, que a la monja que servía de monaguilla le confiara las tareas, primero de que ella se autoadministrara la comunión bajo las dos especies; y luego, que sumiera el vino consagrado que había sobrado de la comunión y el lavado del cáliz (por supuesto, ambas cosas bien alejada del altar, en una mesita lateral, ¿acaso para que llamara menos la atención?). Él sabrá por qué; o sabrá de dónde ha sacado tales facultades; es decir, de quién las ha recibido.

Y terminemos melancólicamente: que tales desmanes sean incapaces de provocar el rechazo de los fieles asistentes, obliga a preguntarse si a estos fieles realmente les resbala absolutamente todo, pues que a todo parecen dar su asentimiento. ¿Ignorancia? ¿Indiferencia? ¿Irresponsabilidad? ¿Presencia ausente? Sea lo que fuere, el episodio tuvo un responsable principal.

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