Definitivamente, no terminamos de aprender que la política chilena de usurpación, es política de Estado de ese país para apropiarse de todo lo que significa riqueza que los beneficie. Por eso, la historia diplomática de Chile, tiene en su haber muchos “triunfos”, especialmente, en la política exterior que tiene que ver con Bolivia.
Desde los tratados que se firmaron luego de la Guerra (¿?) del Pacífico, los que le dieron al país transandino derechos sobre los territorios que pertenecen a Bolivia, hasta el conflicto surgido a raíz del desvío del río Lauca, que Chile impuso unilateralmente para que las aguas sean aprovechadas sólo por ellos para el riego del valle de Azapa, conflicto que está aún pendiente, y que fue motivo de la ruptura de relaciones; pasando por el desvío del río Caquena o Cosapa, otro río de curso internacional, ahora sólo aprovechado por nuestros vecinos hacia el valle chileno de Lluta, se estableció que ese país impuso siempre condiciones que Bolivia no pudo enfrentarlas en el ámbito diplomático, por incapacidad o simplemente por negligencia y desconocimiento en el manejo adecuado del derecho internacional.
Y la historia se va repitiendo con los mismos resultados nefastos para los intereses de Bolivia; sin embargo, no faltaron presidentes bolivianos ingenuos, y otros no tanto, que por cuestiones políticas de la época de dictadura llegaron al humillante límite de abrazarse con uno de los enemigos más acérrimos de nuestro país, como fue el dictador Pinochet, autor del “Libro blanco”, donde afirma que “Bolivia nunca tuvo acceso al Pacífico”; ese fue el famoso “abrazo de Charaña”. Ahora se busca otro abrazo más simbólico, pero abrazo al fin, entre Morales y Bachelet.
El tema de los manantiales del Silala, se convirtió en otro fracaso diplomático, al extremo que hubo un preacuerdo, que Chile lo daba por hecho, pagar por el uso de las aguas bolivianas sólo un 50%, desconociendo la deuda histórica que tiene Chile, por el aprovechamiento de esas aguas durante más de cien años. Aceptar el pago del 50% hubiese sido, de hecho, aceptar que el país trasandino tiene derechos sobre el otro 50%, aceptando la tesis chilena que el Silala “es un río internacional de curso sucesivo”.El Presidente Morales, tomando las cosas muy superficialmente dijo en esa oportunidad, “O se permite que Chile siga aprovechando el agua del Silala sin pagar por ella o si se empezará a ganar algún beneficio”; lo mismo que decir, a nada, es preferible una limosna, dejando de lado la dignidad y los derechos de Bolivia sobre un cuenca hidrográfica que comprende 94 vertientes o manantiales activos, cada uno de los cuales brotan aproximadamente 2 litros de agua por segundo y abarca 70 kilómetros cuadrados, siendo una fuente de agua que aflora a la superficie sin circular a ningún lado; al extremo que esas aguas bolivianas son conducidas artificialmente a Chile mediante canales y tuberías utilizadas para ese propósito.
En este momento que se acudió al Tribunal de Justicia de La Haya, sólo para pedir que Chile se siente a discutir el tema marítimo de Bolivia, constituye un error histórico. Lo que debería haberse planteado es la revisión de los tratados firmados bajo presión lo que los hace nulos, sólo por ese hecho. O plantear que no hubo una guerra, sino una invasión armada contra una población desarmada, convirtiéndose así en un genocidio sin previa declaración de guerra.
Si el Tribunal de Justicia, eventualmente, falla contra Bolivia, no tendríamos otra oportunidad diplomática para reclamar lo que en justicia nos pertenece. Y si da la razón a Bolivia sólo alargaríamos nuestra agonía en la cuestión marítima, porque ya sabemos que conversar con Chile sobre este tema es como hacerlo con un sordo. Un nuevo abrazo con los enemigos históricos, sería simplemente violar la Constitución del MAS en su Art. 377, y otros.
Por lo menos… esa es mi opinión.
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