Cada mañana al despertar el alba, en las casi siempre mañanas frías de Oruro, un canillita recorre las calles anunciando la salida de LA PATRIA. Su voz es llevada por el viento del altiplano a todos los confines de la ciudad... y más allá.
Esa, es parte de un ritual que se cumple sagradamente en Oruro desde hace 95 años, al que se unen afanosos lectores por conocer, de primera mano, las novedades noticiosas de la ciudad, de nuestro país y del mundo. Una buena forma de comenzar el día, sabiendo que en sus manos tienen el producto de todo un equipo de prensa que es, sobre todo, confiable, que se apega a la verdad con un sentido de responsabilidad y de ética.
Sus editoriales escritos con altura profesional, defendieron y siguen defendiendo los más altos intereses de una ciudad que, siendo casi siempre postergada, tiene en las páginas de este matutino al defensor de los sagrados intereses del espíritu orureño. En lo económico, como parte del progreso que no termina de llegar; en lo cultural, destacando las más grandes manifestaciones del arte y la cultura reconocidas mundialmente; en lo social, defendiendo los elementales valores del ser humano, como son la justicia y la libertad.
Pero, y es preciso decirlo, toda esta tradición periodística, no es fruto de la casualidad, ni de generación espontánea. Responde a la guía que supieron marcar, y a la senda que abrieron hombres visionarios como Don Enrique Miralles Bonnecarrere; quién, identificado plenamente con una población en plena etapa de crecimiento, pero ya explotada, vio la necesidad de dotar a esos pobladores de principios del siglo pasado, de un arma de defensa a sus intereses, pero de un arma noble, como es un periódico. Y como decía uno de sus más jóvenes redactores, don Luis Ramiro Beltrán: “En LA PATRIA, aquellos tiempos, jamás un periodista podía recibir un regalo, una dádiva. Era impensado. Era una época angelical”, como lo es ahora.
Así, los años han pasado con la tranquilidad que inspira esa tierra; pero, también con sobresaltos y ataques de gobiernos, a quienes no siempre les gusta que se diga la verdad, porque, o no la entienden o nos les conviene asimilarla. Bueno, pero es parte de la cotidianeidad y los gajes del oficio, al que García Márquez calificó “El oficio más hermoso del mundo”.
Los hijos y los nietos de Don Enrique, han quedado con la responsabilidad de mantener a LA PATRIA, en lo más alto del periodismo boliviano, del que nunca bajó un solo peldaño. Se mantiene como el referente más genuino de la orureñidad; como parte de la tradición del espíritu del sencillo habitante, rumbo a los cien años de existencia que orgulloso ostenta por ser el sub decano de la prensa boliviana.
Particularmente quien escribe estas líneas se siente siempre motivado y con el orgullo de ser parte de los columnistas del periódico, junto a reconocidos periodistas que, seguramente, sienten la misma satisfacción.
Por lo menos... esa es mi opinión.
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