En la República de Ucrania, nacida a partir de la disolución de la Unión Soviética; con la ayuda de la Unión Europea y de los EE.UU., fuerzas políticas reaccionarias de su región occidental, descendientes ideológicos de los nazis, han impulsado un golpe de estado, dando lugar a una situación muy grave con el peligro de que muchas regiones orientales y del sur de este país opten por su autonomía, independencia o su unión a Rusia, debido a que la mayor parte de sus habitantes son de origen ruso. Los que respaldan al nuevo e ilegítimo gobierno, además de destruir las oficinas de sus oponentes, están organizando persecuciones políticas y prohibiciones de partidos, sobre todo contra los comunistas, incluso con leyes racistas a expensas de la población rusohablante, como las que existen desde hace veinte años en los países del Báltico europeo. Por otra parte, en el colmo de la indignidad, se destruyeron monumentos soviéticos y antifascistas, que estaban en el “punto de mira” de la “limpieza” ideológica de la historia que han intentado los grupos armados nacionalistas-fascistas.
EE. UU. y la Unión Europea se han involucrado abiertamente en los asuntos internos de Ucrania, apoyando directamente a los grupos fascistas armados y fomentando un revanchismo histórico a expensas de los resultados de la II Guerra Mundial, convirtiendo el anticomunismo en su política oficial, así como embelleciendo los grupos fascistas, su ideología y actividad criminal, dando lugar a la división del pueblo de Ucrania.
La clase obrera y los sectores populares de Ucrania tienen interés en impedir su “reclusión” en dilemas nacionalistas, de división en base a particularidades étnicas, lingüísticas y religiosas y promover sus intereses clasistas comunes, trazar su propio camino de la lucha de clases, por sus derechos y por el socialismo. El verdadero socialismo, intrínsecamente democrático, sigue siendo más actual y necesario que nunca. Esta es la perspectiva contra cualquier unión capitalista interestatal para que abra el camino por una economía y una sociedad que no funcione en base a la rentabilidad, sino que responda a las necesidades de los trabajadores intelectuales y manuales.
Un motivo por el que los últimos meses en Ucrania han sido tan caóticos es que, a pesar de ser independiente desde hace más de dos decenios, no es ni un Estado plenamente funcional ni una nación completamente formada. Ucrania es un Estado fallido. La Unión Soviética subyace en su estructura. Con Ucrania, Rusia sigue siendo un imperio; sin Ucrania, tiene la oportunidad de convertirse también en un Estado-nación. El futuro de Ucrania es mucho más importante para la identidad nacional de Rusia que el de Escocia para la de Inglaterra. Hace siglos, los habitantes del territorio que hoy constituye Ucrania fueron los primeros rusos.
Se pueden esbozar dos posibles soluciones a la crisis de Ucrania, una de unión de vertientes étnicas y culturales y otra de división:
1. La suscripción de un amplio acuerdo de pacificación con la participación de Rusia, la Unión Europea, el actual gobierno de Ucrania y representantes de la población de habla rusa, que dé lugar a cambios constitucionales consensuados y la realización de elecciones transparentes en el más corto plazo imposible, además de incluir una profunda investigación y castigo de los hechos de sangre pasados, además de la eliminación de las bandas paramilitares fascistas.
2. La división de Ucrania en dos repúblicas independientes, una con población mayoritaria ucraniana en el Occidente y Norte y otra con población mayoritaria rusa en el Oriente y Sur. La población podrá decidir libremente sobre su adscripción a cada uno de los nuevos estados y sobre su futuro status.
De todas maneras, la situación es extremadamente seria, no se puede seguir como hasta hoy y es posible un conflicto con enfrentamientos armados y la muy probable intervención de Rusia para defender a sus connacionales de la agresión militar del ejército ucraniano y las bandas paramilitares fascistas con apoyo de mercenarios norteamericanos y de extremistas musulmanes.
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