Con el derecho que todos tienen a trabajar y ante la falta de empleos seguros, una gran cantidad de bolivianos ha optado por una solución sencilla y práctica, convertirse en comerciantes.
Ahí está el detalle, porque la simple definición de comerciante, que podría ser de un simple intermediario en la venta de cualquier tipo de mercadería o una variedad de productos, abarca una enorme gama de especialidades – si vale el término – entre los que debe contarse por supuesto a los legales e ilegales y para darle un toque que matice la definición también se incluyen los informales.
Descartaremos de este tratamiento a los que hacen comercio legal, es decir a quienes están legalmente inscritos, pagan sus tributos y cumplen con una serie de obligaciones sociales, cuentan con una instalación apropiada para sus propósitos, dentro de las normativas vigentes.
Pero frente a esa situación hay otro comercio irregular, que si bien utiliza tiendas o almacenes, transgrede todas las disposiciones en la materia de respeto a la vía pública ocupando espacios en las aceras, vulnerando los derechos de los viandantes y poniendo en riesgo la integridad física de estos que deben transitar por las calzadas en competencia con las movilidades.
Pero no es sólo el alargue irregular de la puerta del negocio hacia afuera, hay otros comerciantes que instalan su negocio en quioscos o casetas, igualmente utilizando gran espacio de las aceras. Se suma a esa situación irregular la presencia de los comerciantes informales, que venden de todo en espacios que habilitan para su cometido con una mesa, cajones, bancos o directamente con un tapete sobre las aceras.
Este conjunto de comerciantes se ha convertido en dueño de las aceras, o por lo menos en inquilinos de esos espacios, pues justifican su permanencia al pagar un derecho por el sitio que utilizan, dinero que entre billetes y centavos aumentan los ingresos de la economía municipal, aunque tal situación vaya en desmedro de la seguridad y la comodidad ciudadana.
Cuando se exigen medidas de control sobre este tema, aparecen figuras muy interesantes, pues resulta que hay comerciantes mayoristas que se dan el lujo de extender su tienda en todo el frente de su negocio, pero además se toman atribuciones particulares para subalquilar espacios a comerciantes minoristas, una cadena que se completa con centenares de eslabones que son los comerciantes informales.
Se trata de grupos organizados en sindicatos y afiliados a federaciones que a su vez son dirigidas por comerciantes de poder económico que tienen potestad para la distribución de puestos, naturalmente en las aceras y hasta en las calzadas. El asunto es que este comercio irregular crece desmesuradamente y no hay autoridad que lo detenga primero y lo reordene después, para trabajar en la recuperación legal de los espacios que corresponden a los viandantes, a los ciudadanos de a pie, a los niños y los adultos.
Es evidente que existe una gran población desocupada que necesita trabajar, situación reconocida a la que nadie se opone, pese a que una gran parte de ese comercio es resultado de la actividad ilícita del contrabando y del uso inapropiado del poder de ciertas entidades que transgreden las leyes y evaden impuestos, sin embargo es una solución que disminuye la conflictividad social, aunque a costa de generar un caos generalizado en gran parte de la ciudad alterando los derechos ciudadanos, incumpliendo los deberes formales y distorsionando la condición de vivir armoniosamente en una ciudad que es de todos por igual.
Fuente: LA PATRIA
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