Las ideologías políticas en nuestro país casi siempre se han pintado de colores; un rosado para significar al casi desparecido y desarticulado Movimiento Nacionalista Revolucionario, un matiz de azul-celeste que identificaba a la Falange Socialista Boliviana, y que en la década de los años 50 y 60 escribieron los pasajes más sorprendentes de nuestra historia política. Hubo también otros colores. Luego de los gobiernos militares y al influjo de “hay que democratizar” los colores ideológicos superaban la multicolor pinta de la whipala. Hubo un año electoral en que la papeleta de sufragio se parecía mucho al multicolor y tradicional aguayo tejido por nuestros nativos, con matices de casi una cuarentena de colores, pero así, por lo menos había una representación de aparentes tendencias o el reflejo de quienes pretendían el poder político.
Hoy, el pluralismo ideológico, muy a pesar de muchos y a fuerza de imposición, marca un dominante color azul.
Los lectores dirán que es un contrasentido hablar de pluralidad política con un solo partido, pero en la nueva lógica de los procesos de cambio y de sus respectivos liderazgos, venidas a formas muy deficitarias, netamente antipolíticas, basadas sobre todo en un manejo, totalmente mediático bajo el discurso populista, el pluralismo político se presenta de esa forma.
Por pluralismo generalmente entendemos como aquello de la diversidad política, del derecho a la diversidad, de la posibilidad de obtener información e ideas de diferentes fuentes y escoger libremente de ellas, es decir, es el flujo de una libre comunicación, de una libre expresión, sin sesgos de ninguna naturaleza, aquella transparente y emitida de buena fe. Dicho de otra forma, el estar informado y el informar, el comunicarse libremente, sin manipulación, presuponen necesariamente ese pluralismo informativo y comunicacional, y por ende político.
En democracia es una forma que permite la coexistencia pacífica de los distintos intereses, convicciones y estilos de vida, el pluralismo recoge la diversidad de los intereses y considera que es imperativo que los miembros de la sociedad acomoden sus diferencias mediante la participación en la negociación de buena fe.
El “pluralismo político” en el catálogo de declaraciones programáticas, constituye una de las bases fundamentales de organización del nuevo Estado Plurinacional, Así dice el Art. 1 que proclama los principios y valores morales en nuestra nueva Constitución, aún así, constitucionalizado éstos valores, intrínsicamente humanos, vemos que no resuelven en nada los problemas de nuestras diferencias, del modo de pensar de cada uno de los bolivianos, ya que existe una corriente hegemónica que busca imponer sus puntos de vista como era en la década de los años 70 y principios de los 80, que eran años no democráticos.
Desde el gobierno y desde los círculos del poder vigente, se proclama una absoluta libertad de expresión y una pluralidad política a ultranza, pero en los hechos, existe un mazo oculto detrás de esas palabras. La persecución a políticos, la judicialización de la política, el amedrentamiento a medios de comunicación y periodistas, el revanchismo contra quienes no comulgan en ideas con el partido oficialista, son cuestiones que flotan en el aire y que ponen en entredicho la libertad de expresión y la pluralidad política. Muchos son estigmatizados como neoliberales y derechistas.
Así, la pluralidad hay que ver desde la corriente oficialista que ayudado por el abusivo uso de los recursos del Estado, busca imponer su color. No interesa los medios que utilice para este fin, como el control absoluto y monopolístico de los medios de comunicación estatales y la propaganda de pago que incluye en los canales privados de televisión.
En las nuevas andaduras políticas latinoamericanas, esto de los colores monopolísticos de la pluralidad ideológica, se repite en los gobiernos populares de Venezuela, Ecuador, donde la pluralidad es entendida del color ideológico dominante, como el rojo venezolano que a pesar de haber provocado un general descontento que no puede ser parado desde hace más de dos semanas, sigue proclamando que responde a una actitud democrática, y que el control de sectores opositores, a fuerza de imponer su color ideológico, es cómo debe entenderse la pluralidad democrática.
Así, las elecciones que se vienen, se pinta ya de color azul. No se trata de expresar pesimismos, pero la realidad de muestra de esa manera ante la ausencia de una oposición política coherente y sólida.
(*) Periodista
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