Un día en la ciudad de Cochabamba, mientras esperaba un bus o truffi como llamamos a las movilidades de transporte público, me llamó la atención una persona, primero por su estatura, luego por su vestimenta, pues por ella parecía un menonita, eso creí equivocadamente, también su inquietud, ya que se notaba su ansiedad esperando, como yo, una movilidad.
Llegó el bus de la línea que yo esperaba, para sorpresa mía también, el señor se acercó al mismo para abordarlo. Yo, que ya estaba a punto de subir, viendo que me aventajaba con algunos años, le cedí mi lugar, pero para sorpresa mía rechazó mi ofrecimiento, entonces tuve que subir, pero al hacerlo me di cuenta que era un sacerdote.
Le cedieron un asiento, que aceptó muy respetuosamente y agradeció con una sonrisa. Nueva sorpresa, me pidió una bolsa grande que yo llevaba y se ofreció a cargarla sobre sus piernas, yo me negué, puesto que no me parecía que un sacerdote, ya mayor, hiciera esto, pero él insistió y no tuve más remedio que entregar la indicada bolsa.
Después de algunas cuadras, el asiento de su derecha quedó vacío, me invitó a sentarme, yo obediente lo hice, pedí mi bolsa, pues ya podía llevarla, sin embargo él se negó. Entablamos una conversación, empezó preguntándome si viajaba lejos, le respondí que no sabía debido a que no conocía, solo tenía la dirección, le indiqué que iba a consultar al conductor, coincidencia, él iba al mismo lugar.
El viaje duró como media hora, tiempo que compartimos sobre algunos temas relacionados con Oruro, ya que le dije que era de esta ciudad. Llegamos a la dirección, él seguía llevando mi bolsa, se despidió muy amigablemente, claro que ya durante el viaje me enteré que era un monseñor, porque lo saludaban cariñosamente con ese tratamiento.
Mi compadre, que me esperaba en la parada, lo saludó muy respetuosamente, y me preguntó si era mi amigo, pues estaba muy sorprendido por la familiaridad con que me trataba, yo le respondí que no, que fui coincidencia de viaje nada más, entonces sumamente asombrado me dijo: - es Monseñor Tito Solari, Arzobispo de Cochabamba.
Me quedé sumamente impresionada y solo atiné a mirarlo, vi que nuevamente tomaba otra movilidad de servicio público porque me indicó que todavía le quedaba distancia por recorrer.
A días de este hecho quise escribirlo y contarles esta experiencia agradable, pero no me animé, ahora lo hago, invitándoles a sacar sus conclusiones, pues yo me quedé maravillada con un servidor de Dios que daba testimonio de humildad, de sencillez, ese día recogí una lección de vida. Conocí a un hombre grande en estatura, no solo física, sino también espiritual.
Comenté con mis amistades, pues cuánto necesitamos de sacerdotes como Monseñor Solari, por eso elevo mi humilde oración para que Dios lo acompañe y permita que venza la enfermedad que sufre para que siga siendo luz en nuestras vidas, qué cierto de aquello que se enseña con el ejemplo, como también: dar testimonio de lo que se predica.
Gracias, Monseñor por esos minutos que compartió conmigo, pero que me han impresionado tan profundamente, siempre lo recuerdo y lo admiro y admiraré por siempre. Victoria en su enfermedad, lo necesitamos.
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