Hubo varios y nadie los puede negar, por lo mismo el resultado del último Carnaval no puede apuntar una calificación de excelencia, pero tampoco una de aplazamiento, pues en la balanza de los hechos pesaron más algunos desajustes, aunque hay que reconocer también algunos aciertos que merecen puntos a favor, pero fueron los menos.
Como alguien dijo hubo una mala jugada circunstancial pero con un saldo negativo de víctimas fatales y gran cantidad de heridos, prevaleció la acción irresponsable de algunas personas, las que utilizaron una pasarela como palco, pero fundamentalmente los encargados del control de ese paso en altura que incumplieron las instrucciones de evitar “mirones” en esa estructura.
Se deslució la peregrinación, mucha gente que pagó su derecho de ubicación en graderías, sólo gustó a medias del espectáculo, pues se alteró el ritmo de la peregrinación, que se convirtió en parte de la ruta en un desfile de pesar.
Al margen de esa situación sumamente desagradable, que deberá ser investigada para establecer responsabilidades, se ha planteado la necesidad de identificar a los encargados de control y estos a su vez que hagan lo mismo con esas desaprensivas personas que al “brincar” sobre la pasarela causaron el desastre ya comentado. Aparte el análisis del uso de materiales y la garantía que se supone debe merecer una obra que sirva para dar seguridad y comodidad a los transeúntes.
Dejando ese ingrato hecho, hay otro que también necesita explicación y corresponde a la denuncia pública de los directivos del Comité de Etnografía y Folklore, que fueron “ignorados” en lo que corresponde a su participación en los prolegómenos del Carnaval, como lo dispone la Ley 602 que declara a Oruro como “Capital del Folklore de Bolivia” y en uno de sus articulados, instruye que la organización del Carnaval corresponde a la Alcaldía Municipal, la Asociación de Conjuntos Folklóricos y el Comité de Etnografía y Folklore.
No se cumplió la Ley a cabalidad y quiérase o no, hubo falta de coordinación con una entidad que merece respeto, pero al mismo tiempo está obligada a presentar su plan de trabajo, sus responsabilidades y las necesidades de orden material para cumplirlas.
Un hecho que se comprueba y que lamentablemente es una de las causas que empaña cada año el Carnaval de Oruro, es el excesivo consumo de bebidas alcohólicas, enlatadas o embotelladas. Bajo las graderías se observa una cantidad impresionantes de latas, como prueba innegable de que todas las disposiciones emitidas por la autoridad competente simplemente se las ignora.
Si bien disminuyó en alguna proporción el juego con agua, se incrementó el uso de espumas, que resultan tanto o más molestas que los globos, causando irritación de ojos y daños posteriores en la epidermis de la gente. Este problema podía eliminarse con una prohibición de importación de ese producto y una acción drástica de la Aduana para decomisarlo si fuera internado de contrabando… se sugirió el tema, pero nadie lo tomó en cuenta.
No es menos molestosa la bulliciosa participación de grupos juveniles, en un caso concreto alentados por ciertas empresas que utilizaron amplificadores con música ajena al Carnaval, ocasionando una abierta distorsión de una diversión sana que merece respeto y que no puede alterarse por fines estrictamente publicitarios o por la euforia desmedida de jovenzuelos con alto grado de ebriedad.
Hay desajustes que merecen una atención especial para que no se repitan, aunque la cantaleta es de todos los años y las transgresiones también. Estos hechos merecen considerarse con una adecuada previsión reglamentaria.
Fuente: LA PATRIA
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