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Domingo 02 de marzo de 2014

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Cultural El Duende

“La Gioconda en bicicleta”

Viento y lluvia

02 mar 2014

Fuente: LA PATRIA

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1 Pronto su existencia se pobló de imágenes que vinieron con el deseo, hasta el momento en que empezó a extinguirse y las cenizas desdibujaron las pasiones de su memoria. Las figuras

que insinuaban aquella refulgencia realizaron la danza del metal afilado y los pájaros hundieron su pico en las sombras.

Hasta el instante ciego en que no amanece, cuando al final las cenizas se asentaron sobre las cosas.

2 Al fondo de su mirada aparecieron las horas febriles en que los arcángeles buscaban los siete cielos de lo posible.

Desde su infancia, ella sabía que esos individuos divinales, procreados por su añoranza difusa, eran los más rebeldes, los más terribles, quienes podrían ir lacerando inevitablemente su futuro. De nada le valía cerrar los ojos y alejarse del espejo.

La reyerta de los arcángeles andaba en el movimiento de sus piernas, en la gracia de sus manos al ir haciendo su vida. La sonrisa que dibujaba su rostro en el espejo no era otra de sus máscaras, la que ofrecería aquella noche en su última cita de amor, para borronearla después con el pañuelo de su primera comunión.

3 En vano se alimentó de rezos y conjuros en búsqueda de la constancia, pues los restos de su esperanza no se encontraron a sí mismos y las navajas lastimaron su sexo. En vano abrió las piernas al tiempo y a noche cerrada; el transcurrir fue abrupto, a brincos.

Puñales finos señalaron el contorno de un sueño que fue deseo, carne serena, desvanecimiento. Que fue lluvia arremolinada y luego silencio ligero en el trasfondo del huerto.

4 Sucede que los instantes que pasaron no pudieron desandar el paso, pasa que los sucesos se detuvieron en un instante sin poder, pasa que podrían repetirse pero vendría el arrepentimiento

y la misma cerrazón; sucede que los deseos irían con el andar mismo y en la figuración del instante siguiente.

Aunque se cambiaran la máscara, el nombre, los brazos, las edades.

5 Que esperaba el momento en que las coincidencias vinieran por ella y la llevaran al trasfondo, sobre la hierba del huerto.

Que se hizo la medianoche con su lluvia tenue y sus incógnitas.

Que desde la oscuridad escuchó el ruido de abrirse la ventana, el aire de los aleteos removió sus cabellos.

Que se dejó levantar por los brazos firmes que la condujeron hacia el cielo sin estrellas. Que la posesión fue primero placentera y luego brutal, como si le hubieran quebrantado

los huesos a un ave desvalida. Que la dejaron caer entre los goterones del perturbado firmamento. Que nadie la ha vuelto a ver después de los acontecimientos de aquel amor terrible.

Guillermo Sampeiro.

Escritor mexicano, 1948.

Fuente: LA PATRIA
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