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Domingo 02 de marzo de 2014

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Revista Dominical

Entrañando el eco de los ancestros

02 mar 2014

Por Fray Ricardo Silva, osm

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Cuando logré percibir en el ecosistema del akapacha altiplánico, la poderosa voz de los achachilas, vibrando en el zumbido del wayra, que mece suavemente la paja brava del altiplano orureño, o transitando entre los recovecos de la roca milenaria, o moldeando los picos de los apus mayores y menores; cuando observé apasionadamente la Pachamama seca y dura que se resiste al laborioso accionar del chakra runa preparando la anata y la acogí en lo más profundo de mis entrañas, como dando vida (wachay) a un nuevo ser que se gestó en un contacto recíproco del ayllu o en el seno de una minka; cuando me sentí abrazado por la energía del Inti y en el ensueño melancólico de la killapura; cuando supe acoger el misterio de la Pachamama honorada con la infaltable challa, sagrada tierra respetada porque madre de mujeres y hombres en recíproco equilibrio… en ese preciso instante anidé en mi mente, en mi alma y en mi corazón emocionadamente la convicción vital y fuertemente empática de que ya soy orureño. Sentí que los achachilas de este pueblo me acogían en su misterioso presente más allá del espacio y del tiempo y me transmitían su sabiduría. Si alguna vez como misionero Siervo de la Virgen Madre anduve buscando vínculos humanos gratificantes o productivos, en Oruro seguro los encontré, ricos en tradiciones heredadas sin mérito como gratuito es el Inti o la Killa para propios y afuerinos viviendo en este ecosistema.

En mi condición de fraile Siervo de la Virgen Madre sirviendo en el Santuario Diocesano Nuestra Señora del Socavón pude encontrar mediaciones muy interesantes y sugestivas para iluminar en mi experiencia religiosa el misterio de la salvación que Dios Padre nos ofrece por medio de su Hijo Jesucristo. La cosmovisión andina es muy pedagógica para incluso expresar cómo el evangelio es capaz de asumir mediaciones a fin de manifestar a Dios Padre misericordioso y providente caminado junto a su pueblo en sus precisas condiciones históricas y culturales. En este sentido, la salvación como manifestación de Dios revelada plenamente en el misterio de Jesús encarnado no encuentra obstáculo en las tradiciones andinas, más bien éstas hacen más patente a nuestra desenfrenada búsqueda en la fe cómo Dios Padre se hace perceptible en su ser y significado por estas culturas aborígenes las cuales son ahora para nuestro pueblo analógicamente el substrato que recibe la persona del Verbo y propone una imagen de Cristo de rostro andino – altiplánico – orureño en mujeres y hombres de esta geografía.

Por servir en el Santuario de la Mamita del Socavón, Virgen Madre - Mamita Candila - K’achañusta – K’achamoza, ha sido el primer punto de aproximación que tuve entre la tradición cristiana y la tradición aborigen en un diálogo recíproco de mutua explicitación y de sentido. De hecho, el mismo recuadro de la Virgen del Socavón es una expresión sintética del diálogo entre elementos de la fe cristiana y los elementos de la religiosidad andina precolombinos, con símbolos ante lo cual la luz de la candela en la mano derecha de la Virgen; hay directa relación simétrica en la pintura entre la candela y Jesús niño reposando en el regazo de la Virgen y sostenido por su brazo izquierdo en una bella reminiscencia topológica de María tierra virgen que acoge el Verbo encarnado. En el diálogo cultural de la fe y la cosmovisión andina, la luz de la candela asume una extensión de significado como Cristo luz de las naciones ya contenido en la mitología andina con la radiante luz del Inti en amplitud y gratuidad. Aunque la configuración artística de la pintura no sea plenamente orureña o andina, sí en cambio surgió en un marco cultural altiplánico de Oruro preponderantemente minero y es su lugar primigenio desde el cual debemos comprenderla y estudiarla. La Mamita del Socavón, bella, bondadosa y joven, se manifiesta propositiva ofreciendo a su Hijo Jesús que, como ella misma, mira hacia la Pachamama como espacio de integración donde, mujeres y hombres andinos, viven su religiosidad al mismo tiempo conflictiva y emblemática fruto de una acción explosiva por la cual la fe cristiana primero, y en un marco conflictivo, se yuxtapuso a las tradiciones aborígenes y luego derivó en un proceso de mutua asimilación progresiva y aún no concluida de los elementos propiamente culturales locales.

Aprendí a mirar el recuadro de la Mamita del Socavón desde la cosmovisión andina, por la cual reproduje el conflicto social que caracterizó la primera evangelización que nos trajo el don de la fe y el posterior sincretismo cual predisposición de ambas tradiciones, cristiana y andina, proyectándose futuramente en un proceso de mutua interpelación con aproximaciones simbólicas de asimilación. Pude contemplar la belleza de la mujer y el hombre altiplánico en sus ojos luminosos que con resuello miran apasionadamente la imagen de la Virgen Madre – Mamita Candila - K’achañusta – K’achamoza del templo del Socavón en un acto de fe y súplica y pude agradecer a Dios de percibir su misericordiosa cercanía mientras la salvación que él ofrece por medio de su Hijo asume la evolución de la religiosidad popular personal y colectiva con temple simultáneamente cristiano-andino. Es la salvación actuada por Cristo rica en matices culturalmente glocalizadores que nos permite comprender a Cristo Hijo del Hombre en bella síntesis humana y trascendente universal y local desde la realidad andina.

Así llegué a comprender algunas características del temperamento andino y sus manifestaciones en la danza, la música, el arte, la literatura y también en sus tradiciones resaltando lo comunitario, la solidaridad y la comunión trascendente por la invocación ritual de sus ancestros. Descubrí un pueblo en permanente dinamismo por esas manifestaciones y con capacidades innatas que sólo deben ser estimuladas para ponerse en acto de inspiración y producción. El peregrino que se deja conducir por la Mamita del Socavón está siempre en movimiento: peregrina desde su ser al ser de Dios descubriéndolo cercano en sus luchas diarias y en su búsqueda de sentido; peregrina desde su fragilidad y pecado en un movimiento penitencial que refleja en su traslado periódico al Santuario para dejarse acoger por Cristo en la confesión o en la eucaristía; peregrina en tiempos festivos y de carnaval compartiendo la alegría con su wuawqui; peregrina de lo individual a lo comunitario compartiendo luchas comunes.

La cultura andina conserva un gran misterio que para quienes no hemos nacido en esta tierra bendita es un gran tesoro. Por gracia de Dios hemos sido incluidos en ese misterio y por él hemos sido marcados para toda nuestra vida. Agradezco a los ancestros andinos, pues ellos conduciendo los destinos de su pueblo han tenido la cortesía de incluirme y brindarme algo de la sabiduría milenaria que busca y alcanza el bien a voluntad de Dios a quien sea la gloria eternamente.

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