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Domingo 02 de marzo de 2014

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Revista Dominical

¿Por qué se inquietan?

02 mar 2014

Fuente: LA PATRIA

Por Bernardino Zanella - Siervo de María

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La acumulación de bienes, sobre todo de dinero, es tan generalmente aceptada, al punto que en la opinión común una persona no vale tanto por lo que es, sino por la cantidad de bienes que posee. ¿Cuál es el criterio que Jesús propone?

Leemos en el evangelio de san Mateo 6, 24-34:

“Dijo Jesús a sus discípulos: Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer o qué van a beber, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?

¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.

Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción”.

Jesús quiere ayudar a sus discípulos a entender bien cuál debe ser su relación con los bienes y el dinero.

Hay personas que ponen toda su confianza en el dinero, y gastan todo su tiempo y sus energías para acumularlo y protegerlo. Su felicidad está en poseerlo. Creen que el dinero les sirve. En realidad son ellas que sirven al dinero. Se trata de una idolatría. Esas personas pueden tener también algunas prácticas religiosas, pero su corazón pertenece al dinero, en lugar de pertenecer a Dios. Jesús afirma tajantemente: “No se puede servir a Dios y al dinero”. Es una opción inevitable: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo”. Jesús no declara malos el dinero y los bienes. Son malos cuando se pone en ellos toda la confianza, acumulando bienes para vencer la inseguridad y el miedo al futuro. La verdadera seguridad viene de Dios que es Padre.

Con mucha insistencia Jesús exhorta: “No se inquieten”. Hay muchos motivos para inquietarse: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son las preocupaciones por los elementos esenciales de la vida. Jesús no niega estas preocupaciones, pero las pone dentro de un horizonte de confianza en el Padre Dios, y por eso repite: “No se inquieten”. El Padre mira a todas las criaturas y provee a ellas con una sabiduría, equilibrio y armonía que sólo la codicia del hombre puede amenazar o destruir: “Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta”. Los pájaros, considerados animales inútiles, que “no siembran ni cosechan”, tienen alimento. Mucho más los hombres, que siembran y cosechan, que trabajan responsablemente y luchan por la vida, tendrán el alimento necesario. Jesús no exhorta a la flojera, a la falta de esfuerzo, a la aceptación pasiva de la pobreza, dejándole a una falsa concepción de la providencia la tarea de solucionar la terrible injusticia del hambre en el mundo. Quiere sólo que todo el trabajo por una vida digna y por la justicia sea hecho con una profunda confianza en el Padre.

También la mirada contemplativa a la belleza de la naturaleza tendrá que producir la misma confianza: “Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos”. La energía misteriosa que va embelleciendo la naturaleza, a pesar de su precariedad, es el cuidado providente del Padre, que con mucho más amor cuidará de sus hijos e hijas: “Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes!”.

Por otro lado, la angustia y la obsesión por acumular bienes, no va a garantizar mayormente la vida: “¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?”. Por eso, el reproche de Jesús: “¡Hombres de poca fe!, que no tienen confianza en el Padre, y tienen total confianza en los bienes y el dinero. Es la actitud de los que pueden, tal vez, tener una apariencia de religiosidad, pero en realidad son paganos: “Son los paganos los que van detrás de estas cosas”.

Jesús quiere grabar en el corazón de los discípulos la certeza de que son hijos, cuya vida está en las manos de un Padre que cuida de ellos y conoce bien las cosas de que necesitan: “El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan”. El centro de sus preocupaciones no tiene que ser el dinero, sino el poner en práctica las Bienaventuranzas, para formar una comunidad justa y fraterna, el Reino de Dios: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”.

Ésta es la certeza única, para hoy y para mañana. Enfrentarán en su momento el mañana con la misma confianza, sin adelantar inquietudes y angustias: “No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción”. El Padre, que da la fuerza para enfrentar las dificultades de hoy, la dará también para enfrentar los problemas que se presentarán mañana. ¡Confíen en Él!

Fuente: LA PATRIA
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