Miercoles 26 de febrero de 2014
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La administración de Justicia en nuestra nación, siempre ha sido preocupación de autoridades y pueblo en general. Pocas, muy pocas veces en la historia del país, hubo contento y plácemes por la buena marcha de los estrados judiciales, no hubo quejas contra jueces ni fiscales. Se ha mantenido una especie de “consuelo resignado” ante situaciones de poca monta por el comportamiento de funcionarios subalternos de los tribunales; pero, en general, en esos pocos períodos, hubo algunas satisfacciones.
Sin embargo de todo ello, la mayor parte del tiempo no ocurrió lo mismo porque la administración de justicia padeció siempre de mal comportamiento del personal en general, llámese jueces, fiscales, actuarios, secretarios y personal auxiliar porque todo estaba sujeto a conveniencias de influencias políticas o económicas y a presiones de toda laya.
El pasado año, con la renovación de jueces y fiscales –lamentablemente todos elegidos “a dedo” por conveniencias políticas– se pensó que la Justicia adquiriría otra fisonomía, que los tribunales serían debidamente atendidos, que la moral y el cumplimiento de la ley sería normal en el personal; pero, todo resultó vana esperanza porque la administración de Justicia sigue padeciendo de los mismos yerros del pasado, continúan cometiéndose los mismos pecados capitales contra los litigantes y no hay poder que ponga coto a situaciones de absoluta injusticia.