Treinta años después, don Pedro y don Lizandro siguen siendo amigos y compadres. Ellos son nuestros compadres locales y domésticos, pues viven con nosotros en nuestra ciudad y todos los días entran en nuestros hogares con su canal de televisión. Comenzaron con la radio, alguna vez debutaron en la política y ahora están en nuestras teles más presentes que nunca. Su carisma, seriedad y hasta el sentido del humor les distingue de los demás comunicadores de la ciudad, porque es su marca registrada de amistad y compadrazgo como mensaje único para seguir adelante en las adversidades.
El ser compadre no es de casualidad y destino, sino de encuentro y cooperación, como su nombre lo dice: compàter (co-pater), el que coopera con el padre. Y esta acepción la tenemos desde nuestra experiencia de parentesco religioso, pues se hacen compadres desde el bautizo de los hijos, la primera comunión, la confirmación, o el matrimonio. En este sentido, padres y compadres tienen la misma responsabilidad de educación y de supervivencia para con los hijos.
Aunque hay otro tipo de compadres que se generan desde la amistad férrea reafirmada con el compadrazgo, lo que en Cochabamba y Tarija, principalmente (ya casi en toda Bolivia), se denominan “compadres de torta”, y que se agasajan en la fiesta precarnavalera el penúltimo jueves antes del lunes y martes de Carnaval. Por eso, desde muy tempranito, en este día especial, algunos amigos se regalonean tortas adornadas con banderines, serpentinas, ramitas de albahacas, globos, frutas de la época, alguna botellita de vino y singani, en una canasta que en la ocasión debe hacer asentar en la cabeza del nuevo compadre. En otros lugares, como los centros mineros, los amigos se visitan con platos de comidas y bandejas de asados, etc. Es una fiesta obsequiosa y magnánima, que continua con comida y bebida, con charlas de proyectos familiares y chistes picarescos en las casas de los compadres. Tal vez es la única vez al año que se vive tanta efusión de paz y amistad entre varones, mientras que las mujeres deben esperar hasta el siguiente jueves.
Sin embargo, ambos tipos de compadres deben comprender que el sentido del compadrazgo tiene un interés sano y bondadoso, la cooperación en la unión y agregación familiar. Don Pedro y don Lizandro han vivido esto y más, en sus muchos años de vida familiar y su experiencia con los medios, y han podido sumar otros significados más al compadrazgo: la espiritualidad y el amor al prójimo desde la práctica de una comunicación efectiva y afectiva, por eso nos parece familiar observarles en la televisión agarrados del micrófono cooperando y ayudando a los compadres y comadres que llegan a su canal en busca de todo tipo de apoyo. Ellos están conscientes de que el vínculo que les une a las personas es de carácter horizontal y fuerte, porque el término compadre les da confianza y respeto, pues nadie es más ni nadie es menos, todos somos iguales, todos somos compadres.
Los compadres en nuestro país son trabajadores, laboriosos, comunitarios, son alegres, visionarios, son solidarios, practican la complementariedad y la filantropía. Desde esta práctica de compadrazgo la dimensión de lo espiritual adquiere el significado de aliento, ánimo brío, energía, vigor y fuerza que los compadres irradian en la sociedad como una fuerza que impulsa la convivencia en paz y armonía. Además, la práctica de la comunicación adquiere significados adicionales de relación, correspondencia, reciprocidad, de común unión, de servicio y cooperación; entonces solo así muy animosamente se podrá decir que con la práctica de una verdadera y humana comunicación se podrán hacer más compadres.
(*) Educador y comunicador
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