Miercoles 19 de febrero de 2014
ver hoy
¿De qué país estamos hablando? ¿Del opulento que pinta a colores el techo o del que se cae a pedazos por efecto de la lluvia? Las dos realidades existen; están a la vista. Para ver la una o la otra, depende quién sea el que quiera verla. Si eres por lo menos un “originario” asimilado o converso, verás el país de la fantasía. Con un poco de suerte, la propia Alicia te acompañaría en paseo por el mágico reino de las maravillas.
Claro que no es para asombrarse. En estricta verdad, sólo se trata de ver lo que se tiene al frente, para anotar como en el “cacho”: lo que se ve; cosa que siempre es posible, a menos que uno sea un fanático escudero palaciego, cuya especialidad es – entre otras cosas - defender hasta lo indefendible, amén de presentar la verdad como mentira y la mentira como verdad. Esas, con marca de “Alicia”, son otras maravillas del proceso de cambio.
Sólo con la intención de ilustrar, un inventario parcial: Como se recordará, la nave presidencial - el lujoso Falcon de magnate - le cuesta a Bolivia 38 millones de dólares. El oneroso museo de Orinoca es una realidad tangible como el faraónico proyecto del nuevo palacio para los dioses de la hora. El Tupac Katari ya surca el espacio cósmico, pero nos cuesta la friolera de 300 millones, también de los verdes. Para no tener miedo, sea por aire o por tierra, una legión de “sabuesos” bien equipados vigila la partida y la llegada del jefazo, y no lo hacen gratis. Revelar por cuánto, sería un escándalo.