Lunes 17 de febrero de 2014
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A un mes de haberse desatado un temporal de lluvias que asola nuestro territorio, curiosamente han coincidido tres calamidades que se unen y a su vez divergen diametralmente, tal es el caso de las espantosas inundaciones; los frenéticos preparativos de la campaña reelectoral, y el carnaval ya en puertas.
Puntualizando en ese orden estos desastres, tenemos que las inundaciones han dejado un saldo de más de cincuenta muertos y desaparecidos; 52.000 familias afectadas; más de 8.000 hectáreas de cultivo dañadas, otras miles que están totalmente anegadas y cerca de 100.000 cabezas de ganado con el agua hasta el cuello y miles de reces ahogadas, que hoy sirven de comida a los pobladores.
La segunda, y no menos angustiante tragedia, es la campaña reelectoral que ya se ha desatado y no repara en miramientos éticos, en aras de alcanzar el 70% de los votos de la población boliviana, para la próxima reelección presidencial. Son millonarias las sumas que se destinan para captar adeptos y que en estas circunstancias, bien podrían ir a paliar la catástrofe. Pero no, la popularidad de los candidatos puede más, e infortunadamente ésta debe rivalizar con el hambre y la muerte. Por el contrario, bajo un absurdo cargo de anormalidad en el traslado de dinero, han enjaulado al opositor gobernador del Beni, cuando éste se aprestaba a llevar un dinerillo que iba precisamente destinado a la compra de víveres para los damnificados de la calamidad. En una explicación surrealista del estropicio, las autoridades rechazaron la denuncia hecha contra la Policía, calificándola de irregular y que “no es normal” que se traslade de esa forma tal cantidad de dinero, -30.000 dólares- que no es suficiente ni para pagar tres horas de vuelo de un avión Falcon 900X.