Lunes 17 de febrero de 2014
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El sentido del voluntariado social se empobrece cuando todo se reduce a la acción concreta del voluntario, que debe considerar su labor como un compromiso de responsabilidad social. No nos podemos plantear el “ser buenos dos horas o tres a la semana” y el resto del tiempo ignorar los problemas medioambientales, las guerras, el hambre y la marginación.
El voluntariado busca una transformación social hacia la justicia que se manifiesta en una acción voluntaria; o, en otras palabras, una acción solidaria con personas necesitadas que se convierte en un símbolo de búsqueda de justicia y de oportunidades para todos. Por activa o por pasiva, el voluntario necesita una coherencia como tendencia humana natural, sin complejos de culpa y sin rigorismos innecesarios.
Dentro de la coherencia de un voluntario se encuentra la importancia de cuidar los recursos materiales de la organización, muy limitados y provenientes de subvenciones públicas, de donaciones privadas y de los socios. A quienes los utilizan, tanto profesionales como voluntarios, les toca ahorrar y velar para que cumplan su función con la mayor eficacia posible. Aquí es válido aplicar el criterio de la eficiencia, porque es una forma de respetar tanto a los beneficiarios de los programas como la voluntad de quienes los financian.