José Ignacio Cornejo. (Argentina, Córdoba, 1910-¿?). Poeta y abogado. Primer Premio en el Certamen Nacional de Poesía “Antonio de la Torre” por su obra “Coronación de la esperanza” (1977). En Perú y Bolivia dictó conferencias sobre literatura e historia hondamente ligada a su pasión americanista. Son de su autoría los poemarios “Las inauguraciones”, “Coplas y romances”, “Sonetos de despeñaderos”, “El revés de la ausencia”, “Por ver la luz del día” y “Nuevos Poemas”. Los versos que aparecen en El Duende forman parte de “Dispersión de los aires” (1949).
Canto a Indoamérica
Dolientes quebradas voces
bajo los cielos de América
le cercan el mediodía / con el rigor de la pena.
No sólo del altiplano
acuden con su tristeza / antigua recuperada
por el imán de sus vértebras
–un modo suyo salvado
para anunciar su presencia–;
todos sus ríos, sus lagos, el verde de su floresta;
lo que está afuera visible
y horizontal a la tierra / lastimando ojos extraños
pero haciéndola más nuestra
desde Río Bravo abajo / hasta el sur de las estepas,
con su litoral de azufre
por sus regazos de arena / y sus nevados famosos,
sus volcanes centinelas
que anticipan el ardor / concentrado de sus venas;
todo lo que está en el pulso
de su enorme cordillera; / el pastor con su ganado
desnudo como las piedras,
el minero y sus dos noches
trabado en la mina ajena;
siervos de los cafetales, / esclavos de las fazendas
con su cadena invisible
llevando la vida a cuestas…
Aquí,
allá donde hubiere / un peón y cualquier faena
quienes cultiven sudores
y no sueñen con riquezas
cumpliendo con sus jornadas
iguales en la miseria.
Nuestra América callada / tal como ella es, entera;
está mirando de frente / el porvenir que le espera,
sumergida y levantando / el haz de sus ramas secas
quemándose con el fuego / que viene por sus arterias
para alumbrar con su grito
desde el fondo de la selva
tamizando en arenales / para estas pampas inmensas
donde queda como un eco vibrando cual una cuerda
uniendo los territorios
profundos de nuestras América
(El grito transfigurado / en voces de permanencia
desbrozan nuevos caminos / con su palabra de alerta.)
Desde Río Grande al sur
mirad el mar, el sol, el trigo,
las ondulantes praderas; / empinadas plataformas,
aliento de luz y yesca; / tallos, cumbres de cemento
y andenes de enredadera…
todo este gran continente / colmado por las anécdotas.
Los horizontes lineales / sostienen toda su inercia
pero hay un dios soterrado
que multiplica su fuerza / queriendo nacer contigo
Patria caudal, Indoamérica
[Me despido de mí]
A César Vallejo
Me despido de mí hasta muy pronto,
hasta la justa caída de mi nube,
hasta el fin de esta paciencia vegetal,
cuando cumplan muchos pies sus trayectorias,
hasta que quede el caracol atado a un poste.
Me despido,
me despido de mí,
me voy, me voy entre dos hambres.
No usaré, por ahora, mi esqueleto,
este traje que encontré cuando nacía,
mi voz corregida en su pedazo,
mi deseo carnal, mis ganas
de beber todo el sudor,
de gritar en la noche
a la luz, a la intemperie,
de pulsar otro pulso,
de llorar otro llanto,
de odiar queriendo
y de amar todavía más y más
y siempre y siempre
a costa del verde que cuido
y de la sangre que doy a mano rota…
No usaré, no usaré, no, pero dejadme.
Me voy
hasta que la nube vuelva grama y trigo nuevo
hasta que rutile el reverso de las hojas
hasta que barra el vendaval con las arenas.
Me voy
por la fácil pendiente de mi llanto
a matar mi dolor cuando era niño,
para matarlo sí, con mis dos puños,
con los puños vuestros –prestádmelos–
con los fusiles, espinas de mi verso,
con los duros eslabones que nos restan,
con los intestinos que nos restan,
con el hambre, con la sed, con el yunque
que nos resta.
Dejadme.
Es preciso morir,
subir del alma, nacer de nuevo.
No importa el nombre que traeré:
me reconoceréis en el aire de luz del alba nueva.
Al poeta José Ignacio Cornejo
Por Jaime Canelas López (JC), Gonzálo Vásquez Méndez (GV) y Oscar Arze Quintanilla (OA)
JC.: Córdoba, altiva, nos envió un mensaje
JC.: en labios de un viajero empedernido
OA.: nació su huella en lúgubre alarido
OA.: con la emoción abierta hacia el paisaje
GV.: A través de la luz y del celaje
GV.: deja en nosotros su fervor herido,
JC.: como un nervio de luz en el latido
JC: de la noche que esconde malevaje!
OA.: lleva su voz un ángel desmayado
OA.: unos grillos de amor su alegoría
OA.: cuando vibra su sangre en el cayado
JC.: De ese dulce pastor que está latiendo
JC.: en su canto más dulce, en su alegría,
JC.: ¡José Ignacio pasión y pensamiento!
Verano de 1951
[No es este
el acostumbrado padecer]
A Jorge Abelardo Ramos
No es éste el acostumbrado padecer
que aislándome de los tiernos nombres
dejaba inmóviles mis brazos.
El de ahora
muestra, cual brillante medalla, su reverso.
¡Oh, padecimiento alzado en flor
hacia el júbilo!
Los ojos quemando el aire
y el aire quemando cielos.
Sube, dolor libre y sueño renovado
hacia los nuevos vientos
a la altura de mi frente,
arriba.
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