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Invitado


Domingo 16 de febrero de 2014

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Cultural El Duende

José Ignacio Cornejo

16 feb 2014

José Ignacio Cornejo. (Argentina, Córdoba, 1910-¿?). Poeta y abogado. Primer Premio en el Certamen Nacional de Poesía “Antonio de la Torre” por su obra “Coronación de la esperanza” (1977). En Perú y Bolivia dictó conferencias sobre literatura e historia hondamente ligada a su pasión americanista. Son de su autoría los poemarios “Las inauguraciones”, “Coplas y romances”, “Sonetos de despeñaderos”, “El revés de la ausencia”, “Por ver la luz del día” y “Nuevos Poemas”. Los versos que aparecen en El Duende forman parte de “Dispersión de los aires” (1949).

Canto a Indoamérica

Dolientes quebradas voces

bajo los cielos de América

le cercan el mediodía / con el rigor de la pena.

No sólo del altiplano

acuden con su tristeza / antigua recuperada

por el imán de sus vértebras

–un modo suyo salvado

para anunciar su presencia–;

todos sus ríos, sus lagos, el verde de su floresta;

lo que está afuera visible

y horizontal a la tierra / lastimando ojos extraños

pero haciéndola más nuestra

desde Río Bravo abajo / hasta el sur de las estepas,

con su litoral de azufre

por sus regazos de arena / y sus nevados famosos,

sus volcanes centinelas

que anticipan el ardor / concentrado de sus venas;

todo lo que está en el pulso

de su enorme cordillera; / el pastor con su ganado

desnudo como las piedras,

el minero y sus dos noches

trabado en la mina ajena;

siervos de los cafetales, / esclavos de las fazendas

con su cadena invisible

llevando la vida a cuestas…

Aquí,

allá donde hubiere / un peón y cualquier faena

quienes cultiven sudores

y no sueñen con riquezas

cumpliendo con sus jornadas

iguales en la miseria.

Nuestra América callada / tal como ella es, entera;

está mirando de frente / el porvenir que le espera,

sumergida y levantando / el haz de sus ramas secas

quemándose con el fuego / que viene por sus arterias

para alumbrar con su grito

desde el fondo de la selva

tamizando en arenales / para estas pampas inmensas

donde queda como un eco vibrando cual una cuerda

uniendo los territorios

profundos de nuestras América

(El grito transfigurado / en voces de permanencia

desbrozan nuevos caminos / con su palabra de alerta.)

Desde Río Grande al sur

mirad el mar, el sol, el trigo,

las ondulantes praderas; / empinadas plataformas,

aliento de luz y yesca; / tallos, cumbres de cemento

y andenes de enredadera…

todo este gran continente / colmado por las anécdotas.

Los horizontes lineales / sostienen toda su inercia

pero hay un dios soterrado

que multiplica su fuerza / queriendo nacer contigo

Patria caudal, Indoamérica

[Me despido de mí]

A César Vallejo

Me despido de mí hasta muy pronto,

hasta la justa caída de mi nube,

hasta el fin de esta paciencia vegetal,

cuando cumplan muchos pies sus trayectorias,

hasta que quede el caracol atado a un poste.

Me despido,

me despido de mí,

me voy, me voy entre dos hambres.

No usaré, por ahora, mi esqueleto,

este traje que encontré cuando nacía,

mi voz corregida en su pedazo,

mi deseo carnal, mis ganas

de beber todo el sudor,

de gritar en la noche

a la luz, a la intemperie,

de pulsar otro pulso,

de llorar otro llanto,

de odiar queriendo

y de amar todavía más y más

y siempre y siempre

a costa del verde que cuido

y de la sangre que doy a mano rota…

No usaré, no usaré, no, pero dejadme.

Me voy

hasta que la nube vuelva grama y trigo nuevo

hasta que rutile el reverso de las hojas

hasta que barra el vendaval con las arenas.

Me voy

por la fácil pendiente de mi llanto

a matar mi dolor cuando era niño,

para matarlo sí, con mis dos puños,

con los puños vuestros –prestádmelos–

con los fusiles, espinas de mi verso,

con los duros eslabones que nos restan,

con los intestinos que nos restan,

con el hambre, con la sed, con el yunque

que nos resta.

Dejadme.

Es preciso morir,

subir del alma, nacer de nuevo.

No importa el nombre que traeré:

me reconoceréis en el aire de luz del alba nueva.

Al poeta José Ignacio Cornejo

Por Jaime Canelas López (JC), Gonzálo Vásquez Méndez (GV) y Oscar Arze Quintanilla (OA)

JC.: Córdoba, altiva, nos envió un mensaje

JC.: en labios de un viajero empedernido

OA.: nació su huella en lúgubre alarido

OA.: con la emoción abierta hacia el paisaje

 

GV.: A través de la luz y del celaje

GV.: deja en nosotros su fervor herido,

JC.: como un nervio de luz en el latido

JC: de la noche que esconde malevaje!

 

OA.: lleva su voz un ángel desmayado

OA.: unos grillos de amor su alegoría

OA.: cuando vibra su sangre en el cayado

 

JC.: De ese dulce pastor que está latiendo

JC.: en su canto más dulce, en su alegría,

JC.: ¡José Ignacio pasión y pensamiento!

Verano de 1951

[No es este

el acostumbrado padecer]

A Jorge Abelardo Ramos

No es éste el acostumbrado padecer

que aislándome de los tiernos nombres

dejaba inmóviles mis brazos.

El de ahora

muestra, cual brillante medalla, su reverso.

¡Oh, padecimiento alzado en flor

hacia el júbilo!

Los ojos quemando el aire

y el aire quemando cielos.

Sube, dolor libre y sueño renovado

hacia los nuevos vientos

a la altura de mi frente,

arriba.

Para tus amigos: