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Domingo 07 de febrero de 2010

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Revista Dominical

En contra del cobro de tributos y de malos tratos a sus líderes

Criollos, artesanos, mineros y el pueblo iniciaron la rebelión del 10 de febrero

07 feb 2010

Fuente: LA PATRIA

Con el toque de pututus y cornetas comenzó el levantamiento, dirigido por Jacinto Rodríguez • Por: Alicia Navía Mier

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El 10 de febrero de 1781 fue el día que criollos, mestizos e indios, protagonizaron la rebelión libertaria de los orureños en contra del cobro de tributos dirigidos por los hermanos Rodríguez aunque de la revuelta también participó el sargento Sebastián Pagador, con una célebre proclama.

Todo el proceso de la rebelión según el historiador Ángel Torres Sejas, en su libro “Oruro en su Historia”, inició años previos ante el despido de Tomás Katari, como gobernador de indios, que posteriormente al reclamar su cargo, fue asesinado provocando el alzamiento de indios.

Posteriormente, surgieron otros caudillos como Tupac Amaru, que junto a su esposa fueron ajusticiados lo que motivó que surja el levantamiento de criollos como los hermanos Jacinto, Juan de Dios e Isidro Rodríguez de Herrera, provocando el temor del corregidor, Ramón de Urrutia, de una insurrección de indios que involucrase directamente a Oruro, debido a su situación geográfica, sin sospechar que en el mismo lugar se conspiraba en contra del poder real.

En el transcurso de este tiempo se convocó a elecciones para elegir a los dos alcaldes ordinarios, proceso en el que participaron Ramón Urrutia que era realista por excelencia en representación de los españoles y el de Rodríguez americanista o sólo de criollos simpatizantes de los movimientos indios, proceso eleccionario en el que ganaron los realistas.

La derrota del partido de los criollos se patentizó en la elección del alcalde de primer voto, cargo para el que los Rodríguez postulaban a Manuel de Herrera, pasadas las elecciones edilicias con la consecuencia política de acentuar los enconos entre hispanos y criollos conspiradores pero no los levantamientos indios que ya comprendían a comarcas de la provincia de Paria al Norte y Sur de la Villa orureña, provocando que en su propagación se invadiese la villa a la par que en la de Perú, donde Tupac Amaru parecía consolidar su rebelión.

Ante la hostilidad en el cobro de tributos que realizaba el corregidor de Paria Manuel de la Bodega y Llano, los criollos se amotinaron, provocando que estos se refugien en la Iglesia, aunque al salir del templo, Bodega fue victimado a palos, motivando la reacción de los dos bandos, por lo que Urrutia convocó a un cabildo donde se propuso ante la declinación de la minería; que no sería posible cobrar la cuota o impuestos a la población, pero por la urgencia de dinero para reclutar hombres, la compra de municiones y pólvora se planteó que se acuda a la Real Hacienda para el desembolso de 4.000 pesos de 8 reales.

La propuesta fue apoyada por el alcalde de Segundo Voto, Mugruela y varios presentes, particularmente los militares, otros asumidos o tenidos que eran partidarios de Rodríguez, secundaron la propuesta, atentos a que la gravedad de la situación, aconsejaba no reparar en arbitrios para la defensa.

Los eclesiásticos locales y los que habían abandonado sus curatos vecinos ante los alzamientos indios, opinaron lo mismo.

Sin perder tiempo el corregidor Urrutia, organizó la defensa de la Villa contra cualquier eventualidad ignorando que en la casa prosperaba la conspiración.

Durante el primer día del enrolamiento se presentaron mas de 300 hombres, entre criollos, mestizos y negros esclavos, disponiendo a los primeros en tres compañías de a cien plazas y a los negros en otras compañías.

Urrutia aparentemente tenía el control político y militar de la Villa de Oruro, donde el partido de los derrotados constituido por criollos, en las elecciones edilicias, pasó de amargura a la franca conspiración en apoyo a las pretensiones de Túpac Amaru, que provocó que los aprestos defensivos de principios de febrero por parte de los españoles, indujo a acelerar los planes subversivos de los criollos.

Los hermanos Rodríguez, de familias acaudaladas, propietarios de minas e ingenios, tenían la capacidad de aglutinar al resto del criollaje, motivo por el que el teniente coronel Jacinto Rodríguez, que tenía ese grado como cabeza de la conspiración, contaba con la firme adhesión de los abogados Nicolás Caro y Gualberto Mejía, Diego Flores, Casimiro Delgado, Manuel y Juan de Dios Herrera, conformando virtualmente el comité revolucionario, además del vicario de la villa Patricio Gabriel Mendez.

En el sector de los militares, contaba con el apoyo de los capitanes Clemente Penacho y Manuel Serrano, los tenientes Nicolás Herrera, Antonio Quirós y Luis Azurduy, en grado menor el sargento Sebastián Pagador, vinculado al jefe de la conspiración Jacinto Rodríguez por ser su dependiente, junto a otros criollos.

Ante estos aprestos surgió el rumor que el corregidor Urrutia, decidió matar a Jacinto Rodríguez y sus hermanos en la degollina, colateralmente en la villa circulaban manuscritos tupac-amaristas y hasta se coreaba estribillos anti españoles, por lo que Urrutia no pudo entrevistarse con Rodríguez para aplacar cualquier ataque,

En horas de la tarde los rumores que los españoles tramaban para esa noche la muerte de criollos y mestizos alistados en milicias de defensa de la Villa a quienes se les mantenía desarmados y acuartelados, ante este tipo de rumores las esposas, hijas y otros parientes de los soldados dando voces de alarma y portando armas blancas y otros se dirigieron al cuartel para prevenir y lograr introducir algunas armas, como la hija de Sebastián Pagador que fue la primera en llegar para contarle a su padre lo que sucedía, en el cuartel las cuatro compañías de alarmaron y asumió el sargento Sebastián Pagador la sublevación dirigiéndose a todos con expresiones que no dejaban dudas de la rebelión que fue iniciada ante la actitud de los españoles.

Tras continuar los rumores de victimar a Jacinto Rodríguez amigos y partidarios se dirigieron a su casa para defenderlo.

Mientras tanto, dentro el cuartel las tropas de las cuatro compañías se alarmaron, provocando al contrario que mílites que fueron enrolados, amigos y partidarios se armen con armas contundentes como dagas, cuchillos.

Los mílites que no tenían armas de reglamento, fueron acuartelados, mientras sus familiares les incitaban a abandonarlos, aunque se decía que estaban encerrados bajo candado.

Al amanecer el 10 de Febrero muchos soldados lo abandonaron sin esperar el desayuno, aunque Urrutia trató de impedir la deserción, además durante el día se vio bastante ajetreo en la casa de Rodríguez, algunas personas se trasladaban a las minas en busca de personas y otros a cumplir tareas determinadas.

En la noche de pronto se escuchó un toque de cornetas y más tarde el sonido de pututus, más tarde nuevamente se oyó con más insistencia los mismos sonidos, lo que determinó la invasión de los criollos y la plebe; y no de indios como esperaban los españoles.

Partidarios de Rodríguez, en efecto mineros, artesanos y gente del bajo pueblo, se reunían en el cerro muy próximo al Conchupata al ritmo de los toques de los pututus en tanto que otra gente bajaba de las minas, de pronto la campana grande de la Matriz empezó a repicar lo que motivó a los que se habían concentrado cerca al cerro del Conchupata trasladarse hasta la Plaza Mayor, distante aproximadamente a 500 metros al promediar las 20:30 horas del 10 de Febrero.

Al desconocerse al corregidor Urrutia y al contrario de quedarse en el cuartel, y lejos de preservar el orden, las compañías del capitán Menacho y del sargento Sebastián Pagador, se plegaron a la asonada, hasta ese día nunca se conoció de la rebelión de criollos, mestizos e indios.

Urrutia al perder el control de la plaza, optó por la huída a Cochabamba, mientras algunos hispanos buscaban refugio en conventos, aunque antes de ser ocupada la plaza por los alborotados se escuchaban gritos de “muerte a los chapetones”, resaltando entre los instigadores a Sebastián Pagador, posteriormente se encaminaron hacia la Plaza del Regocijo, a la casa de Endeiza, desde cuyos balcones se efectuaban disparos de armas lo que exaltó aún más los ánimos de la gente alzada, empeñándose a una desigual batalla, porque los insurgentes solo poseían lanzas, palos, cuchillos y hondas, pero estaban muy bien aleccionados por Pagador, los oficiales más allegados a Rodríguez y gente muy suya, quienes arrojaban con piedras a la vivienda donde muchos españoles se encontraban y las mujeres se encargaban de proveer piedras que eran lanzadas con hondas y que eran trasladadas desde los desmontes minerales del cerro Pie de Gallo, aunque los españoles respondían con no menos nutridas descargas de sus armas de fuego, dando lugar a que entre los atacantes a la muerte de más de 30 criollos.

La reacción de los españoles, provocó que criollos, indios y plebe eleve su resentimiento lo que ocasionó a incendiar la vivienda donde se encontraban los españoles, muchos de ellos ante esta decisión optaron por escapar de la vivienda, pero fueron muertos a pedradas de honda y a los que salían en rendición se los mataba a lanzazos, palos y pedradas.

“Las llamaradas y denso humo de la casa incendiada enardecían al parecer a los atacantes expulsando un odio contenido franqueada la puerta principal, la gente del bajo pueblo se precipitó en tropel en procura de botín, en los ambientes en que el fuego no se había propagado, dándose al saqueo de lo que pudieron pero los españoles que continuaban con vida, resistiendo el cerco a la casa, no cejaron en defenderse, discurriendo así la noche y al amanecer del nuevo día 11 de febrero, se continuaba combatiendo”, concluye la parte del la rebelión de los criollos según el libro Oruro en su Historia de Ángel Torres Sejas.

Fuente: LA PATRIA
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