Martes 11 de febrero de 2014
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Editorial y opiniones
Cuando en la vida ha quedado solo un vacío
11 feb 2014
Por: Maximiliano Corradi
Mientras no desarrollemos nuestro ser espiritual tampoco alcanzaremos estabilidad interna, iremos “dando tumbos”, a la búsqueda de nuevas personas, nuevos puestos de trabajo o nuevos grupos, ya que seguiremos estando convencidos que podrían habernos satisfecho aquello que anhelamos. Pero mientras no seamos fieles a nosotros mismos y no desarrollemos nuestro verdadero yo, esperaremos siempre de nuestro prójimo lo que no tenemos.
Así en el otoño de nuestra vida nos encontraremos con las manos vacías, pero con una abundante experiencia negativa que habrá generado una especie de telaraña formada por incontables nudos e hilos que tenemos que deshacer, ya sea como almas en los ámbitos de purificación o nuevamente en la Tierra en posteriores encarnaciones.
Quien no da frutos maduros, quien no ha aprovechado su verano, tampoco alcanzará soberanía en el otoño, será un viejo infantil que mira retrospectivamente su existencia terrenal humanamente espectacular y que rememora una y otra vez, tal vez para recibir de alguna persona más joven el reconocimiento por sus desenfrenados apetitos que no han dado buenos frutos de amor a Dios y al prójimo, si no sólo al Yo-yo-yo en la red de los sentimientos, anhelos, pasiones, apetitos instintivos e ir de una persona a otra, de un lugar de trabajo a otro, de una comunidad a otra. Y ¿qué ha quedado? Un vacío, una vida que no se ha cumplido, una existencia avejentada que gira en torno a sí mismo. Tal como fue con esa persona en la primavera y en el verano, será en el otoño.