Durante décadas (desde los 50) Oruro ha sufrido una suerte de destierro por parte del Estado boliviano, mismo que - a pesar de los cambios que se han producido en la sociedad boliviana en los últimos años - aún se mantiene, impidiendo el resurgimiento de una de las regiones que más ha contribuido al desarrollo nacional y la que de manera invariable, siempre ha incluido en su visión de futuro, el interés del país. Qué paradójico, Oruro que le ha dado tanto al país (y aún lo hace), recibe el peor trato. La pregunta es entonces: Por qué sucedió y aún sucede esto?
Oruro, en la década de los 50, fue sometida como región, como economía, al programa estatista y centralista del régimen; mientras construía una significativa base productiva e iniciaba los primeros intentos de lo que se denomino “la marcha al occidente”, en su afán de vincularse al mundo por el Pacifico, el estado centralista “revolucionario y nacionalista” se embarcaba en “la marcha al oriente”, convencido de que la tarea histórica era desarrollar las fuerzas internas, la integración y vinculación caminera, la industrialización de los recursos naturales de los valles y los llanos; emprendimientos para los cuales - sin el mayor reparo - se utilizaron los fundos públicos provenientes de la explotación de minerales en occidente, particularmente en Oruro.
Agotado el modelo nacionalista del 52 (ya en los años 80), cuando los propósitos de desarrollo estatistas habían fracaso rotundamente y en lugar de lograr un desarrollo armónico y equitativo de las distintas regiones del país, generó una concentración de poder político y económico en lo que hoy conocemos como el eje (La Paz – Cochabamba – Santa Cruz), las regiones periféricas como Oruro, se vieron libradas a su suerte. De no ser la estratégica ubicación geográfica de Oruro en relación a los flujos de comercio en la sub región, difícilmente hubiera superado aquella situación.
Pero si en ambos periodos (el nacionalista revolucionario del 52 y el neoliberal a partir del 85) Oruro no fue tomada en cuenta como una región estratégica, tampoco en el actual momento que vive el país, tiempos del proceso de cambio, del estado plurinacional autonómico, vemos voluntad de hacerlo. De manera sistemática, el estado boliviano, indistintamente del modelo vigente, ha impedido y aún lo hace para que Oruro concrete sus anhelados proyectos de desarrollo que hagan viable su tesis fundamental: Vincular la economía boliviana al mundo por el Pacifico, aprovechando su estratégica ubicación geográfica en la sub región. Se trata de una lucha, entre el centralismo (así se denomine autonómico) y el interés regional. Lamentablemente y para pesar no sólo de los orureños, el Estado no acaba de entender que el futuro de bienestar que todos aspiramos, está fuertemente ligado al desarrollo de sus regiones.
En ese contexto, Oruro debe reposicionar sus ventajas comparativas y competitivas en el ámbito nacional e internacional. No se trata de ensayar petitorios y solicitudes ante los gobiernos de turno, para recibir como limosna uno, dos o más proyectos; lo que está en juego es la construcción de un futuro de bienestar colectivo, mismo que durante décadas se le viene negado a nuestra región.
Oruro se merece un mejor destino; recuperar el poder político y económico de la región, es tarea de sus hijos.
Viva la Revolución del 10 de Febrero de 1781!!!
Viva Oruro!!!
(*) Asambleísta Departamental – UN
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