Transcurridos doscientos treinta y tres años del valeroso grito libertario del 10 de Febrero de 1781, los orureños hoy estamos de pie para asumir con responsabilidad el gran desafío de hacer de Oruro una región de integración nacional y administrar el Altiplano Marítimo Central para tener dominio pleno sobre las costas del Pacífico y el Atlántico, como hecho irrenunciable para conseguir nuestra soberanía marítima.
Oruro ha sido y seguirá siendo la región que más aporta al sostenimiento de la economía nacional fruto de la explotación de sus recursos naturales no renovables a través del pago de regalías mineras y otros impuestos que no siempre son bien usados para ejecutar obras y proyectos de desarrollo, por ausencia de planificación, falta de liderazgo y la poca coordinación entre autoridades.
El Primer Mandatario del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, en su informe de homenaje a la efeméride departamental, ayer hizo conocer un detalle de recursos económicos que reciben la Gobernación y el Municipio, mostrando un incremento del 100% en los ingresos provenientes del IDH y del Tesoro General de la Nación, y su extrañeza por la reducción del PIB per cápita que dé $us. 3.125 dólares en el año 2011 bajó a $us. 2.952 la gestión 2012. Dijo que “eso habrá que investigar”, seguro porque ignora que la principal empresa minera del país Inti Raymi, dejó de operar en Oruro reduciendo los ingresos que tiene la gobernación y el Erario Nacional.
Esta reducción se podría evitar con un real incentivo a la actividad productiva minera para que el Producto Interno Bruto (PIB) vaya siempre en aumento para favorecer el ingreso per cápita de los orureños. Lo lamentable es que no haya una política minera nacional que incentive el desarrollo de la minería en su conjunto y además garantice las operaciones mineras frente a los avasallamientos y otras acciones que ejercen las comunidades reclamando ahora un “derecho de tierra y territorio”.
La nueva Ley Minera podría garantizar esta actividad productiva y así incentivar la inversión privada en Oruro para seguir operando con la minería, puesto que hay proyectos postergados, lo que privarán al departamento de un ingreso anual de 100 millones de dólares, cuando bien se dice que los orureños estamos sentados sobre una silla de oro, que significa la cuantiosa reserva minera que posee la región y no se puede explotar por falta de interés de las autoridades.
Así transcurrieron más de 233 años sin poder lograr un real aprovechamiento de nuestros recursos naturales y lo que es más seguir creciendo y desarrollando sin planificación. Llegamos a celebrar este nuevo aniversario sin tener un plan de ordenamiento territorial, no hay un mercado central, las calles siguen atestadas de automotores y comerciantes, la ciudad está sucia y llena de agujeros. No hay proyectos de impacto y nos estamos acostumbrando a vivir entre la desesperanza y la frustración.
Algo tendrá que cambiar después de haber tenido la experiencia de vivir 233 años como una región valerosa, libre de prejuicios y motor generador de la economía nacional, para seguir siendo ferviente luchador de nuestras reivindicaciones y derechos que con frecuencia nos son conculcados. Ojalá una somera reflexión por parte de las autoridades nos permita avanzar en esta línea de desarrollo y podamos concretar los planes y proyectos que garanticen un futuro a las nuevas generaciones, un crecimiento ordenado y sostenido en la región, más allá de simples anuncios y promesas que no se cumplen.
(*) Periodista
lapalabraencarnada@bolivia.com
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