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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Crítica necesaria en la Iglesia - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Existen almas piadosas, que se estremecen en cuanto oyen una crítica a la Iglesia, a sus hombres, a sus instituciones, creen que toda denuncia dentro de la Iglesia es injusta. No conocen el Evangelio.
En la parábola de Buen Samaritano, Jesús criticó negativamente la actitud de un sacerdote y de un levita, los dos consagrados al servicio exclusivo de Dios. Y San Mateo escribe las protestas y denuncias de Jesús contra los responsables del culto y del templo, fariseos, a los que llama hipócritas, ladrones, mentirosos, orgullosos, guías de ciegos, limpios por fuera para atraer a la gente, pero podridos por dentro, serpientes y algunos epítetos más.
Era una dura crítica a los dirigentes religiosos de su tiempo, y Pedro echará en cara al Sanedrín, la máxima autoridad religiosa de Israel, que fuera el principal asesino de Cristo.
El cardenal español Vicente Enrique y Tarancón, escribió sobre la crítica útil y necesaria. Son afirmaciones muy conducentes:
“Los cristianos de a pie, como se dice comúnmente, y los distintos grupos de creyentes que existen en la Iglesia, tienen algo que decir respecto a la vida y a la actuación de la Iglesia, y que la crítica es una nota propia de la comunidad eclesial, que como todas las sociedades (es frase de Pío XII), ha de tener opinión pública que puede y debe manifestarse libremente”.
Es verdad que la crítica dentro de la Iglesia ha de hacerse a partir del Evangelio y con espíritu evangélico, y, por supuesto, ni la agresividad, menos aún la violencia, ni la arrogancia, que incluye falta de humildad, pueden caber en esta crítica.
San Francisco de Asís, Santa Catalina, Santa Teresa, y tantos otros cristianos que la Iglesia ha canonizado, son ejemplos magníficos de la actitud crítica cristiana. Pero nos hemos de convencer de que la crítica no es tan sólo conveniente, sino necesaria en la Iglesia.
El Espíritu Santo se sirve de ella, para despertar a los dormidos, y para estimular a los cobardes. ¿Por qué pues ese recelo instintivo de muchos a cualquier actitud crítica que surge en el Pueblo de Dios?
Así como en las antiguas estructuras feudales se ignoraron los derechos y obligaciones de los bautizados, y, como sabemos, eso tuvo consecuencias graves no sólo para la Iglesia, sino para el mundo entero, también hoy, de manera sutil pero efectiva, el carisma del pueblo de Dios, que finalmente incluye el carisma de los fieles cristianos laicos, no se valora en su justa medida. Todo carisma, y el del laicado también, es un don del Espíritu Santo a la Iglesia, y cuando se lo ignora, o incluso se lo niega, se rechaza al mismo Espíritu Santo que los laicos poseen, sobre todo por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.
Antiguamente los laicos fueron participantes muy activos en los sínodos y concilios. Los seglares, así como los clérigos sin investidura episcopal no eran algo secundario de los mismos, en los que las verdades doctrinarias eran defendidas y elevadas a la categoría de dogmas. Si bien el Papa tenía la última palabra, los laicos tenían la penúltima, porque la última palabra no es la única, y es que los seglares, no están en la Iglesia, sino que son finalmente la Iglesia.
Durante el siglo IV, en la más grande crisis doctrinal, muchos obispos y sacerdotes con ellos, abandonaron la ortodoxia por presiones políticas y teológicas, llegando al punto de negar la divinidad de Jesucristo. San Jerónimo lo sintetizó en esta célebre frase el mundo se despertó un día y gimió de verse arriano. La herejía de Arrio que estuvo a punto de imponerse entonces en toda la Iglesia, se había desencadenado justamente contra el Credo formulado en el Concilio de Nicea, pero el laicado unido al Papa permaneció fiel a la Fe Católica, y desde entonces los Papas subsecuentes han mantenido un permanente respeto por el sentir de los fieles - sensusfidelium.
El Evangelio es para todos los creyentes una interpelación continua y permanente. Los que tienen responsabilidades públicas pueden dejarse engañar fácilmente por un criterio de seguridad que facilita su misión, por eso necesitan que lleguen hasta ellos, las sugerencias e iniciativas, también las inconformidades que surgen en el Pueblo de Dios, ahogándolas o desacreditándolas no se consigue nada, aumentar si acaso el malestar, porque aunque en determinadas ocasiones reflejen actitudes personalistas y excluyentes, contienen un sol de verdad, un rayo de luz que sería conveniente recoger.
Tuvo toda la razón el cardenal Tarancón, y añadimos, ¿por qué esas mismas protestas aunque manchadas quizá de apatía o ceguera, no han de ser para la Iglesia un aviso claro del Espíritu Santo?.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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