Mientras los bautizados de a pie tenemos que enfrentar «los intentos de descrédito y solicitación deshonesta llevados a cabo por las sectas para hacer abandonar a los católicos su fe», recientemente el cardenal Sean O´Malley, uno de los 8 miembros del Consejo de Cardenales que asesora a Francisco en la “reforma de la Curia”, fue ungido por la “sacerdotisa” metodista Anne Robertson en un rito llamado de “renovación del Bautismo”.
El Concilio Vaticano II señala que «única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo» (Decreto Unitatis redintegratio 1).
En el «campo del Padre» se encuentra mezclada con el buen grano, la cizaña, astutamente sembrada y que llegó a confundir a muchos: estrechez de espíritu, suficiencia, intolerancia y pecado, violencias, rechazo de la gracia.
Esta división contradice la voluntad de Cristo: «Que todos sean uno. Como Tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21), es un escándalo para el mundo y un serio obstáculo para la evangelización.
El Decreto Unitatis redintegratio, reconoce que el Espíritu Santo es el alma de la ecúmene, por lo que el deseo de restablecer la unidad de los cristianos es una «divina vocación y gracia» (UR 1), entendiéndose por ecumenismo aquellas «actividades e iniciativas que, según las variadas necesidades de la Iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos» (UR 4/b).
En sus cartas a los colosenses y efesios, san Pablo describe el misterio de la Iglesia como cabeza y cuerpo. A Cristo, la Cabeza, le corresponde ese Cuerpo con el que está y estará unido inseparablemente hasta su segunda venida.
Jesucristo es la única Cabeza de su Iglesia, es por eso que «con lógica interior y consecuencia, fundó la Iglesia como su propio y único Cuerpo».
«Cristo y la Iglesia con una misma cosa» (Santa Juana de Arco), y únicamente la Iglesia Católica ha recibido directamente de Cristo la misión y los medios de llevar a los hombres a la salvación eterna.
Únicamente la Iglesia Católica ha recibido el poder de revelar la Palabra de Dios, repartir el Pan de vida eterna, administrar los sacramentos y ser la guía en la salvación de las almas.
Es por eso que la Iglesia Católica es llamada también «la única para la salvación eterna».
Muchas veces las comunidades de fe y confesiones no católicas, no saben que la Iglesia Católica es su verdadero hogar. Han asumido partes de ella, pero no la verdad de ella, y es por eso que están expuestas a muchos errores. No tienen acceso a muchas de las gracias, pero Cristo murió también por ellos y la Iglesia de Cristo ora también por ellos.
Cuando un cristiano evangélico reconoce la verdad de la Iglesia Católica, es porque ha sido invitado por el Espíritu Santo a convertirse.
Es el P. Flaviano Amatulli, quien da en el clavo cuando pone en evidencia cómo se puede ver el problema de un ecumenismo ingenuo «desde el quinto piso»: cuando «se quiere aplicar a las sectas la receta ecuménica, que evidentemente no funciona. En realidad, las sectas son esencialmente intolerantes y proselitistas, no aceptan el diálogo. Lo que hacen es atacar al católico, con la finalidad de desalentarlo y llevárselo a sus grupos. Otro problema: para muchos que trabajan en la línea ecuménica, por el simple hecho de que algún grupo participa en los encuentros ecuménicos, ya tiene igual derecho de ciudadanía en la única Iglesia de Cristo y por lo tanto da lo mismo permanecer en la Iglesia Católica o pasarse a tal o cual grupo ecuménico; lo que evidentemente no corresponde al concepto católico de ecumenismo, que mira esencialmente a restablecer la unidad entre los discípulos de Cristo y no a propiciar mayores divisiones» (P. Flaviano Amatulli Valente).
«También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor» (Juan 10, 16). Recemos por los judíos, para que acepten a Jesús como el Mesías que vino y que volverá a venir; por los protestantes, para que se unifiquen con la Iglesia Católica; por los mahometanos, hinduistas y budistas, para que reconozcan en la Madre de Dios, a la Vencedora de todos los falsos dogmas y de los separatistas como la Vencedora de todas las batallas de Dios, y así poder llegar a través de su poderosa intercesión a la adoración de la Santísima Trinidad.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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