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Domingo 19 de enero de 2014

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Cultural El Duende

Del libro “Nuevos cuentos guaraníes”

La máscara emplumada

19 ene 2014

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Finalizaron los ritos del tembeta y yemondía. El adorno incrustado bajo el labio inferior y la primera menstruación, habilitaban tanto a los muchachos como a las chicas a participar de todas las actividades de los mayores. Los dos grupos se separaron en la quebrada para descansar. Uno de los jóvenes mostró el botón que acababa de estrenar y dijo: “Hasta que la luna salga”. Las jóvenes del otro grupo aparentaron no escuchar nada y ruidosamente se internaron en el chaparral.

En vuelo rasante dos pájaros desnudos pasaron chillando, Aña Tupa, el perverso los había desplumado para hacer el tocado que luciría esa noche en el arete guasu. Iría, aunque no hubiese sido invitado – Me van a ver las cuñas y caerán en mis brazos- pensaba. Sonreía pensando en el goce carnal. Dio dos vueltas a la derecha y tres a la izquierda. Escupió tres veces y lanzó el conjuro contra el tuvicha mayor, el anciano más respetable de la comunidad.

El oca, bien barrido, patio delantero de la casa, estaba preparado para la celebración.

Este esperaba ser pisado y regado con chicha y sudor de los participantes de la fiesta. No estaba seguro que Aña Tupa, el maldito, también bailaría sobre él. Sólo su recuerdo lo hizo estremecer, los árboles se movieron y los animales se alborotaron.

Los invitados fueron llegando poco a poco, entre ellos los tembetas y las jóvenes que participaron del yemondia. Les convidaron chicha y les dieron de comer. Los “cajeros” y un grupo de flauteros comenzaron a tocar. Se inició al baile, intercambiando innumerables tutumas de chicha en el “yo te estimo”.

Llegaron las máscaras al arete, detrás de cada una se escondían las almas que habían dejado la tierra y que volvían a disfrutar de los tres días de fiesta. Entre ellas también venía batiendo la cola Aña Tupa, quien recorrió el oca bailando en círculo, mostrando la riqueza de sus plumas nuevas. Recorrió con la mirada de fuego a las muchachas de mejillas pintadas con redondeles de urucú. Las jóvenes del yemondía lo excitaban y deseaba poseerlas allí mismo.

Como no podía hacerlo, ya había planeado un rapto. Escogió a la espigada niña que estaba sirviéndole chicha al tuvicha invitado especial llegado de la comunidad vecina. La jovencita no hacía caso a las insinuaciones del hombre de la máscara emplumada. “Sacáte la máscara, si querés bailar conmigo”, le dijo y se fue a la ronda a bailar con las otras mujeres. “¡Esto es una afrenta!”, se dijo en voz baja. “No puedo aún revelar quién soy”.

Exceptuando a la escogida, transformó en zorras al círculo de bailarinas, éstas corrieron al bosque. Nadie lo notó. ¡Vení conmigo!, ¡venite te digo! - ¡Osavaipo! ¡Osavaipo! Le gritó ella en la cara.- “¿Me llamaste borracho?” preguntó Aña Tupa y le jaló el cabello con fuerza. La joven logró escabullirse entre los bailarines. El tuvicha mayor se dio cuenta de la situación, con disimulo llamó al paye mayor.

Usando sus artimañas Aña Tupa logró sacar a la muchacha más allá del gentío. Trataba de llevarla a un lugar donde el caracoré crece en exuberancia, este lugar lleno de cactus es su refugio. – Ahí nadie podrá contra mí- La amarró con un bejuco y la puso sobre su amplia espalda.- “¡Tuvicha, tuvicha!” La joven gritaba, pero sus palabras morían antes de salir de su boca. Se escuchaba la infernal carcajada de Aña preparándose para su festín de lujuria.

Ni el tuvicha ni el chamán podían escucharla, solo las zorras acudieron a su llamado, rodearon a Aña Tupa, mostraban sus fauces exigiéndole que deje a la muchacha, Aña les escupía candentes brasas que al caer explosionaban haciendo volar a los animales. Las lengüetas de fuego azul rodaban por el camino hasta convertirse en diminutos añas que reían a mandíbula batiente.

Aña estaba babeando de deseo, ocupado en deshacer el nudo del mandú, vestido de un azul profundo que cubría el cuerpo de la muchacha. Aña no se dio cuenta en el instante en que los pájaros desplumados, en vuelo rasante lo dejaron en la más completa oscuridad.

Biyú Suárez Céspedes.

Presidenta de PEN Santa Cruz

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